De los "tesoritos"…

Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz

El pasado martes , 5 de febrero de 2008, celebramos el nonagésimo primer aniversario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, evento que debió hacer reflexionar a gobernantes y gobernados sobre la trascendental importancia que reviste el que un país cuente con un ordenamiento jurídico de esta envergadura, pero si su cumplimiento es incompleto o, en el mejor de los casos, inobservado, con mayor razón debe hacerse conciencia al respecto, cuenta habida de que generaciones anteriores a las nuestras, no solo pusieron en riesgo su libertad sino su propia vida, (los máximos valores de los seres humanos) para que en la actualidad contáramos con una serie de garantías de igualdad, de libertad, de propiedad y de seguridad jurídica y que son requisito sine qua non para lograr la convivencia pacífica entre los nacionales de nuestro país, para alcanzar una prosperidad y felicidad, que da el trabajo honesto, el esfuerzo personal y colectivo y que bien nos merecemos como pueblo.

Pero he aquí que tales sueños no se han visto realizados, a pesar de los esfuerzos tangibles de gobernantes y gobernados que nos precedieron, por el cúmulo de traiciones, pillerías, ignorancia, abuso de poder y corrupción que prevalecieron y que en los últimos gobiernos federales, al ser criticadas estas lacras (sólo para obtener el voto de la ciudadanía), no solo se han igualado sino que se han acrecentado en una forma impresionante, según revelan datos de organismos internacionales especializados en el tema.

Desde luego que a niveles locales, no se cantan mal las rancheras, díganlo si no, las desastrosas, siniestras, chantajistas y abusivas actitudes que más de 150 elementos de la Policía Preventiva de la Secretaría de Protección y Vialidad del municipio realizaron el pasado viernes 1 de febrero, por señalar uno de los más relevantes eventos, por las negativas consecuencias que trajeron aparejadas ya que se vieron: …“ cientos de personas caminando por la avenida Cuauhtémoc con maletas hacia las terminales de autobuses Estrella de Oro y Estrella Blanca, señoras con bolsas del mercado, niños con sus mochilas de la escuela y ancianos caminando bajo el rayo del sol cuando se sentía una temperatura promedio a los 32 grados centígrados”.

En efecto, este personal, portando uniforme, estando armado (según revelaron los medios), durante casi 9 horas estuvo “frente a las instalaciones del Palacio Municipal donde bloquearon la avenida Cuauhtémoc para exigir aumento salarial del 30 por ciento, así como el subsidio por parte de la actual administración del Impuesto Sobre el Producto del Trabajo (ISPT).

Si el descuento se les hizo por dos quincenas en la nómina se debió al pago de un impuesto federal que están obligados a cubrir; si requieren aumento salarial o que se les den las prestaciones que no reciben, a pesar de efectuarles descuentos para ello, están en su legítimo derecho de reclamarlo, pero lo que no se vale es la forma en que lo hicieron, no en ejercicio de sus funciones dejando a la ciudadanía inerme y desprotegida al abandonar éstos sus deberes; sin respetar la Constitución que dice que estas solicitudes deben ser de manera pacífica, respetuosa y por escrito, no chantajeando a la autoridad para que les conceda la totalidad de sus peticiones; y menos agrediendo a los ciudadanos que pretendieron salir del atolladero infernal que estos “tesoritos” provocaron en el tráfico vehicular, sabiendo que la indefensa ciudadanía es impotente frente a los “representantes de la autoridad”.

Que cometieron faltas administrativas y delitos, eso es incuestionable. La autoridad municipal tiene la palabra.

Todos sabemos, por ser público y notorio, de las deficiencias de nuestros cuerpos policíacos, de sus constantes atracos a los turistas y locales, de su drogodependencia en algunos, de su abuso de poder y corruptelas sin fin, sin perjuicio de su falta de capacidad para ejercer sus funciones, como su execrable condición física, su ignorancia, sus bajos salarios, sus complicidades, etc., por ello urge apuntalar a una verdadera Academia de Policía, en donde se les enseñe a prevenir los delitos, a someter a los delincuentes sin atentar contra las garantías constitucionales, a proteger eficientemente a la ciudadanía en contra de la delincuencia, organizada o no; a gozar de una excelente condición física, a evitar que al graduarse su “pareja” no sea un corrupto, para lo cual debe intensificarse el curso de ética, para todos los mandos; en fin, para hacer de nuestros policías verdaderos servidores públicos (que también los hay), en beneficio de la ciudadanía que es quien les paga. Ya se nos hizo tarde. ¡Urge! O usted, crítico pero propositivo lector, ¿qué opina?