De la convivencia…

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


El ser humano es un ser gregario por excelencia, es decir, que está en compañía de otros sin distinción; razón por la cual se da origen a la convivencia, que no es otra cosa que la acción de convivir, la relación entre los que conviven, y convivir es vivir en compañía de otro u otros, es decir, cohabitar, vivir en los mismos espacios, ya sea públicos o privados.

Para este efecto, el ser humano (no la naturaleza) ha creado un mecanismo o instrumento que se llama Derecho, que le ha permitido hacer mas llevadera la vida de relación entre sí, de toda suerte que se trata de lograr un equilibrio armónico entre los caracteres, voluntades y requerimientos de cada uno de los bípedos implumes que habitamos este planeta en la consecución de los elementos de subsistencia que le permitan, a su vez, realizar sus fines personales y colectivos, actualizando el principio sabio del filósofo de Könisberg, quien dijo que el hombre es un fin en sí mismo.

Con ello se pretende evitar los abusos del mas fuerte, los excesos del sátrapa, del intolerante, del ignorante, del salvaje, del “elementalazo” que todo lo quiere resolver a golpes, con violencia o mediante la intimidación y el atropello. Lo triste y degradante es que a pesar de la existencia del Derecho, de la Ley y de toda la normatividad que pretende regular la conducta humana, todavía existen individuos incapaces de regular su conducta de una manera solidaria para con los demás y adoptan una actitud egoísta y, por ende, inmadura, frente a las normas de convivencia y pretenden imponer su voluntad, aun en contra de los más elementales principios de sociabilidad y en contra del deseo universal de lograr el bien común.

Esto viene a colación porque este 3 de abril de 2008, precisamente, entra en vigor, en el Distrito Federal, la Ley de Protección a los No Fumadores y su Reglamento se publicará en la Gaceta Oficial del Gobierno del Distrito Federal el 4 de abril y entrará en vigor el próximo 7 de abril.

¡Qué maravilla! Por fin un instrumento que permita a los no fumadores escapar (si no evitar) de la agresión de que son víctimas de quienes sí tienen la penosa enfermedad o vicio del tabaquismo.

Mucho se ha dicho de quien padece este vicio, obviamente adictivo, que es muy libre de practicarlo, ya que de lo contrario se estaría atentando en contra de sus derechos de libertad, consagrados en la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; lo lamentable es que ignoran que no hay más libertad que la libertad jurídica, es decir, que no se puede hacer lo que se le dé la gana a cada quien, sino que la libertad consiste en la escogitación entre acatar o no acatar la ley. Eso es todo. Y si la ley regula la conducta, entonces la prohibición no es en contra de fumar (no se les coarta ese derecho) sino de hacerlo en lugares públicos, cuenta habida de que los demás (los no fumadores), son el resto de la población quienes también tenemos el derecho, constitucionalmente consagrado, de vivir en un entorno sano y es por demás sabido que los “fumadores” pasivos (quienes no fumamos directamente) sufrimos las consecuencias y existen casos múltiples, comprobados, de víctimas del tabaquismo que, sin ser fumadores “normales”, representan la población más vulnerable de nuestra sociedad: los niños.

Tampoco se trata de desatar una cacería de fumadores. Se trata de impedir que en los espacios públicos cerrados, por donde pululan gente de todo tipo, se les contamine con los cientos de elementos dañinos producto de la combustión del alquitrán del tabaco. Los fumadores podrán seguir atentando en contra de su salud, pero no tienen derecho de atentar en contra de la salud de los demás.

Debemos entender y aceptar que la tolerancia es un factor indispensable para una mejor convivencia y no se puede obligar a los no fumadores a soportar todos los inconvenientes que produce el tabaquismo sólo porque alguien tiene el gusto y el placer de hacerlo. ¡No se vale!

Esto sólo me recuerda un letrero que un amigo tiene en su oficina que, palabras más o palabras menos, dice: Señor fumador, su placer es el fumar, pero el humo que exhala me enferma, me llena de malos olores que se impregnan en mi ropa y en mi pelo. Mi placer es tomar cerveza. ¿Le gustaría que lo orinara?

Sepamos convivir y respetemos el derecho de los demás. O usted, respetuoso lector, ¿Qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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