De la anarquía...

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Por Rodrigo Juárez Ortiz



Todos sabemos que la anarquía, palabra de origen griego, significa sin gobierno, es la situación de un país caracterizada por la ausencia de un gobierno con la autoridad necesaria, y que está sumido en conflictos desordenados o lo que es lo mismo, donde hay desorden, confusión, nos dice Larousse.

Traído a nuestra realidad del momento, el concepto se antoja de tremenda actualidad, habida cuenta de que estamos viviendo etapas como en los tiempos recién anteriores no habíamos experimentado.

Nuestros “ próceres”, de los tres niveles, nos bombardean cotidianamente, ad nauseam, vía los medios, con las acciones que dicen están emprendiendo o que van a emprender para satisfacer los reclamos, por demás cotidianos, justos e insistentes , de una población ya cansada, desilusionada, ahíta de promesas vacuas e incumplidas, insatisfecha, hambrienta, sin justicia, con desigualdad social, sin empleo, con carestía galopante, sin salarios remuneradores, con hambre, analfabeta y sin esperanza aparente alguna de satisfacer sus mínimas necesidades, pero que no han funcionado adecuadamente.

Oyendo dichas acciones emprendidas o por emprender por dichos “próceres”, tal parece que vivimos en un mundo en jauja en donde todo es color de rosa y así se ha venido engañando al pueblo sexenio tras sexenio, trienio tras trienio, en dichos niveles gubernamentales.

Es el caso, sin embargo, que actualmente ya el horno no está para bollos. Esa sociedad ahíta ya se volvió contestataria, ya protesta, ya se inconforma, ya no se pliega al capricho de quienes creen gobernar, se empiezan a ver situaciones de tensión en que si se permite que se siga estirando la liga, ésta puede reventar y no sería la solución idónea para nadie.

De esta guisa, tal parece que también se actualiza, como dicen los clásicos, el principio de que un pesimista no es otro más que un optimista informado y es que siendo realistas, se necesitaría ser un topo para no darse cuenta de la realidad que estamos viviendo por cuanto al deterioro que tienen las instituciones gubernamentales frente a la sociedad que pretenden “gobernar”. Es así que los medios nos informan diariamente de actitudes notoriamente agresivas, arbitrarias y corruptas de las policías, de todo jaez, de la execrable e imparable corrupción de los servidores públicos, como de los gobernados, ambos en busca de su provecho personal.

Es lamentable y además preocupante que la falta de la acción gubernamental basada en la ley, permita los actos de violencia de intereses mezquinos en donde cada quien lleva agua a su molino, sin perjuicio de que se está llegando al extremo, absolutamente inadmisible de quela sociedad civil totalmente cansada de la ineficacia e ineficiencia totalmente probada de los agentes del orden, ya se está manifestando haciéndose justicia por propia mano, porque no hay la certidumbre de que las instituciones ad hoc realmente los protejan en su vida, en su integridad física y en su patrimonio; de ahí que empiezan a abundar los linchamientos, las golpizas, a los presuntos delincuentes por parte de vecinos o de usuarios de transporte público como la internet nos lo muestra actualmente.

Ante la inoperancia de las instituciones encargadas de servir a la población, a los gobernados, son éstos los que protestan y ya sea por la vía de la corrupción o por la vía de la violencia que pretenden resolver sus problemas, habida cuenta de que las autoridades no les hacen caso ya sea por incompetentes o por negligentes sin perjuicio también de su corrupción y así la población se vuelve contestataria y llega a lo que ya resulta alarmante que es la respuesta violenta y lo más grave el hacerse justicia por propia mano, con sus consabidas consecuencias.

Entonces de que han servido las luchas heroicas de estos si, nuestros auténticos próceres, para darnos un país de libertades, de garantías de derechos fundamentales y del marco normativo suficiente para hacer un estado próspero, susceptible de ser habitado con vehemencia, con amor y con el deseo sano y justificable para ser felices.

Todo ello es consecuencia de la falta del respeto irrestricto a la ley por parte de gobernantes y gobernados; de tal suerte que si nadie respeta la ley y actúa de acuerdo con sus intereses ya sea personales o de grupo para llevar agua a su molino, vemos que las fuerzas del orden obligadas a prevenirlo y aplicarlo, son omisas o de plano corruptas; la separación Iglesia-Estado resulta un mito en tanto que ahora los clérigos, metiéndose en política, indican al Estado lo que tiene que hacer y cómo hacerlo en flagrante contravención a la normatividad constitucional; las instalaciones gubernamentales, de los tres niveles, están tomadas por pseudo “anarquistas”, que no son sino vándalos al servicio de intereses ajenos a los que pretenden defender; así tenemos Ayuntamientos tomados, oficinas de gobierno vandalizadas, policías en huelga, y toda vez que no se aplica la ley, que no se impone la norma jurídica, ello ha propiciado que grupos sociales vulnerados en sus derechos fundamentales ante la complacencia de la autoridad, ahora se manifiesten públicamente atentando contra derechos de terceros, seguros de la impunidad de la que van a gozar.

No es exageración hablar de la anarquía que está privando en nuestro medio, en nuestro país, pero estos son solamente los síntomas y no debemos perdernos en ello, toda vez que las causas, siendo objetivos, están en la implantación del Nuevo Orden Mundial planeado y ejecutado por los grandes y poderosos grupos financieros que rigen al mundo y cuya matriz, está en los E.U.A. Ahí está el origen de todos estos males que aquejan a nuestros países.

Todo ello merece una solución de fondo y esta se empieza con el respeto irrestricto a la ley por parte de gobernantes y de gobernados. Es imperativo e insoslayable. O usted, legalista lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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