La armadura androcéntrica

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Por Fernando Reyes Baños


En un artículo referido al tema de las nuevas paternidades, Bonino (2003) comparte un caso clínico que nos permitirá ejemplificar, desde una perspectiva distinta a la referida a propósito del caso Donald Trump, el imperativo masculino que revisamos en el artículo anterior: “ser importante”, sobre todo cuando un hombre (no un magnate en este caso, sino alguien más convencional, digamos) se sitúa en una posición que contraviene lo prescrito por dicho mandamiento, básicamente, porque tales circunstancias resultan incompatibles con los atributos asociados a éste. Veamos a continuación, en palabras del autor, el caso mencionado:

"Un paciente, padre de 3 hijos, cuenta en la consulta psicoterapéutica que se encuentra muy angustiado desde que está desarrollando su trabajo profesional en su casa. Trabaja allí por decisión propia desde que decidió montar una consultoría fiscal, luego de dejar el trabajo por cuenta ajena que tenía porque lo estresaba mucho. Indagando el origen de esta angustia, se descubre que no era por haber dejado su trabajo, ni por la ausencia de compañeros laborales en la que se encontraba, ni por no tener gente a su cargo, sino porque fundamentalmente sentía que había dejado de ser la persona importante en su casa, el que llegaba de la calle y traía dinero, el que era recibido por sus hijos con entusiasmo y aplausos. Ahora se sentía 'uno más' en casa, pero para él, serlo significaba verse como uno en menos, insignificante y hasta un poco 'femenino'. Además de estar encerrado en su despacho, tenía que ocuparse de lo cotidiano y él sentía que eso no era para él, puesto que temía verse _y que sus hijos lo vieran_ como una persona poco valiosa y no como 'El' padre, y que su pareja le exigiera arremangarse como ella en lo cotidiano." (Bonino, 2003: 180).

Las circunstancias podrían ser otras, pero lo que resulta interesante, lo que este ejemplo ilustra con claridad, es como el hecho de situarse en circunstancias socialmente incompatibles con el imperativo en cuestión hace que un hombre se perciba no solo como “uno más” ante sus semejantes (lo que en sí mismo parecería bastante negativo si lo que espera es que los demás, su esposa e hijos en este caso, lo vean como alguien “más importante que ellos” por ser hombre nada más), sino también como “uno en menos”, por no ser el hombre exitoso que llega de la calle y provee dinero a “su” familia como resultado de estar por encima de otros, ser competitivo, tener estatus social, etcétera, todo lo cual resulta imprescindible para su re-conocimiento social, al menos en lo que respecta a los atributos asociados con un modelo hegemónico de lo masculino que se define, entre otras cosas, por los atributos asociados con imperativos semejantes, asunción que además le permite deslindarse de actividades cotidianas “y poco valiosas” (categoría en la que caería, según esta posición ideológica, el “quehacer doméstico”), evitando “arremangarse” en lo cotidiano (al mismo nivel que una mujer), para ocuparse de actividades “más importantes” cuya realización parecería ser socialmente legítima para los hombres, no así para las mujeres, por ejemplo: socialmente no significa lo mismo que un hombre salga a pasear solo por la calle a que lo haga una mujer, ya que las implicaciones sociales: interpretaciones, representaciones, atribuciones, etcétera, por lo general, no son las mismas para ambos casos.

Continuaremos con el tema de los imperativos en el próximo artículo.


Referencia:

Bonino, L. (2003). Las nuevas paternidades. The new fatherhoods. Cuadernos De Trabajo Social, 16, 171 - 182. doi:-



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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