¿Quién es el líder?

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Por Fernando Reyes Baños



El pasado fin de semana, durante un curso de actualización al cual asistí, tuve la oportunidad nuevamente de observar un hecho curioso, vinculado con los temas que hemos tratado en artículos anteriores. El hecho, en sí, es el siguiente:

Estábamos por iniciar un ejercicio, para lo cual, el instructor debía primero informarnos sobre las reglas que debíamos seguir para poder participar. Nuestro grupo estaba integrado por dieciocho personas: tres hombres y quince mujeres. Entre las reglas, dos resultan relevantes mencionar para entender el hecho que a continuación quiero describir: la primera, es que el grupo debía dividirse en dos equipos (con igual número de miembros), y la segunda, que cada equipo que se conformara debía nombrar un líder para dirigir la actividad que estábamos a punto de comenzar. Tan pronto terminó el instructor de darnos todas las reglas, el grupo se dividió en dos equipos, obviamente, de nueve personas cada uno.

Mi equipo quedó conformado por dos hombres y siete mujeres. Ahora tocaba el turno de elegir a nuestro líder. Para mí, resultaba evidente quién debía dirigirnos. Desde que el instructor dijo que comenzáramos, una joven se levantó de su asiento y, con mucha seguridad, se dirigió a todo el grupo y nos solicitó que nos dividiéramos en dos equipos. El grupo no dudó, ni por un segundo, en hacerle caso. Esa joven estaba en nuestro equipo, por lo que yo no tenía, ninguna duda, de que el grupo asumiera que ella sería nuestro líder. Para mi sorpresa, los miembros de mi equipo, y para ser más claro, las mujeres que lo integraban, nos voltearon a ver ipso facto, primero a mí y luego a mi compañero. Yo, sin poder reaccionar a tiempo, las miraba con incredulidad observándonos como si fuera de lo más natural que él o yo fuéramos quienes lideráramos al equipo. Como ninguno de los dos decía nada, una de ellas dijo súbitamente: “¿por qué no votamos? Y así, sin más, la mayoría de ellas votó y eligió a mi compañero. Organizados así, y contra reloj, mi equipo intentó hacer el ejercicio, el cual consistía en resolver una especie de acertijo, pero la solución nos evadía y el tiempo que nos habían otorgado para encontrar su solución llegaba a su fin. Todavía advertí que, ya cuando parecía que habíamos agotado todas las opciones a elegir, volteaban a mirarme después de toparse con el silencio de nuestro “líder”, como esperando que el otro hombre del equipo aportara la solución que ninguna de ellas había sido capaz de encontrar. Al final no pudimos resolver el acertijo, así que nuestro único consuelo consistió en comprobar que tampoco el otro equipo lo había logrado.

Más tarde, después de que el ejercicio terminara, el grupo fue a receso, por lo que tuvimos la oportunidad de relajarnos un poco. Me senté cerca de algunas de las compañeras que habían estado en mi equipo y me quedé pensando en el incidente. ¿Se habían dado cuenta de lo que pasó en esos breves instantes que duró la elección del líder? Cómo saberlo si no se los preguntaba, ¿verdad? Así que me levanté y, aprovechando una pausa en su plática, les comenté sobre lo que había visto y, justamente la joven que yo había perfilado como la candidata más adecuada para ser nuestra líder, expresó su acuerdo conmigo y entonces ocurrió otro hecho maravilloso: ese grupo de cinco mujeres que estaban sentadas ahí y un servidor nos pusimos a platicar sobre el machismo imperante en nuestra sociedad y como éste se mantiene arraigado en cada uno de nosotros: no solo por los hombres, sino también por las mismas mujeres, quienes esperan que los hombres nos comportemos de acuerdo a ciertos cánones sociales.

Justo cuando nuestra plática se encontraba en su mero apogeo, terminó el receso y tuvimos que regresar al curso. ¿Este es el final del hecho que deseaba relatarles ahora? No, porque después de que el curso terminó hubo la necesidad de nombrar nuevamente a un líder, esta vez para todo el grupo, para que organizara las actividades de seguimiento posteriores a este primer proceso y… ¿quién suponen resultó ser ese líder? ¡Obviamente, la joven que desde el ejercicio del acertijo se había perfilado para serlo! No cabe duda: los grandes cambios empiezan por pequeños cambios.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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