La máquina perfecta III

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Por Fernando Reyes Baños


Continuando con las problemáticas que producen en los varones sufrimiento psíquico y/o daño a sí mismos (Bonino, 2000), revisaremos a continuación los últimos dos malestares masculinos:

Patología de autosuficiencia indiferente o agresiva. Quien haya visto la película El Abogado del Diablo (The Devil's Advocate, 1997), con Keanu Reeves como Kevin Lomax (el abogado) y Al Pacino como John Milton (el Diablo), seguramente recordará la última conversación entre los dos protagonistas cuando el primero, con pistola en mano, le reclama al segundo por la muerte de su esposa. Llega un punto en que John, después de haberle revelado a Kevin su identidad maligna, le explica que su función no es hacer que las cosas sucedan, sino que él monta el escenario solamente y deja que el resto dependa del libre albedrío que los humanos manifiestan cada vez que, por su voluntad, toman una decisión y un cauce de acción. En la escena en cuestión, se presenta el siguiente diálogo:

__ Tal vez sea hora de que pierdas __espetó John, aludiendo al pasado__ (pero) No lo pensaste así...
__ ¿Perder? __explotó Kevin__ Yo no pierdo. Yo gano ¡Yo gano! Soy abogado. ¡Es mi trabajo! ES LO QUE HAGO.
__ Concluyo el caso... __sentenció el Diablo contundente__ Vanidad, es definitivamente mi pecado favorito. Kevin __y su tono se torna casi piadoso__ es tan básico: egolatría, el narcótico natural. ¿Sabes? No es que no te preocupara Mary Anne (esposa de Kevin)… ¿No será que estuviste más involucrado con alguien más? ¿Contigo?

Las expresiones “es lo que hago” y “soy abogado” (que, para el caso, cualquier otra profesión o actividad podría ser equivalente, inclusive si no hubiera actividad alguna de por medio, como a veces lo representa, por ejemplo, Homero Simpson cuando dicho personaje de caricatura se encuentra en casa) se presentan, en la cotidianidad, de muchas maneras, pretendiendo justificar en cada caso los comportamientos que se derivan de un imperativo social que, aparentemente, legitima que los espacios públicos sean exclusivos del hombre, y que sea de su potestad, erigir grandes obras, pero así como al abogado de la película le “cayó el veinte” después de que su interlocutor reconociera en su exabrupto lo que realmente le importaba, la problemática atingente a este malestar masculino, cuyo núcleo gira en torno al autocentramiento, queda al descubierto una vez que se dirige el reflector a la indiferencia y descalificación con que el hombre trata, de manera predominante, las necesidades del otro/al: “no quiero conectarme contigo, estoy ocupado en algo más importante: en mí”. Cabe señalar que no es ninguna casualidad que Erich Fromm (2006), se refiera al amor paterno como condicionado a que el hijo(a) responda a ciertas expectativas; en el caso del varón, evidentemente, tales expectativas responderán al modelo de masculinidad hegemónica que, en ese contexto social y momento histórico, esté presente y que, generalmente, demandará, entre otras cualidades, la autosuficiencia superlativa.


Trastornos por temeridad excesiva. Se derivan de poner a prueba la masculinidad, enfrentando un riesgo significativo, cuya peligrosidad se valorará como medida de ésta. Por este motivo, su realización implica, generalmente, una actividad grupal, porque “solo” otros varones pueden determinar que el grado de temeridad sea el "correcto”: entre más peligrosa sea la actividad que el grupo realice, más masculinos serán los varones que intervengan en ella. También, se presentan por el descuido de la propia salud, básicamente, por la creencia de que el cuerpo masculino debe aguantar todo (hace eco aquí el “no hay dolor” que Rocky Balboa escuchaba durante sus entrenamientos). Ejemplos: los arrancones de motocicletas, practicar deportes de riesgo, no usar métodos anticonceptivos, comer, beber o drogarse en exceso, etcétera.

Conclusión: es importante señalar que, reconocer estos comportamientos como patologías, no exime al varón de su responsabilidad, especialmente, cuando sus comportamientos hipermasculinos puedan dañar física y/o psicológicamente la integridad de otras personas.


Referencias

- Bonino, L. (2000). Varones, género y salud mental: desconstruyendo la "normalidad" masculina. En À. Carabí y M.Segarra (eds.). Nuevas masculinidades (pp- 41 - 64). Barcelona: Icaria editorial S. A.
- Fromm, E. (2006). El arte de amar. México: Paidós.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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