Narraciones que dejan huella

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Por Fernando Reyes Baños




Recuerdo que hace muchos años, buscando información para una clase que impartiría dentro de poco en el IPN, me topé en la Biblioteca de México con un pequeño libro que, ocupándose del tema que estaba buscando (lógica matemática), comenzaba con una anécdota que captó inmediatamente mi atención, tanto así que, buscando un lugar donde sentame, me dispuse a leer para saber de qué iba la cosa.

El autor describía una situación planteada por Miguel de Cervantes (capítulo LI de la segunda parte del Quijote) en la que sancho Panza, siendo gobernante de la Ínsula Barataria, debía tomar una decisión sobre un problema que le fue planteado por un forastero cuya resolución implicaba, inevitablemente, un juicio de vida o muerte.

La situación es la siguiente:

"Un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío… sobre este río había un puente y a cada lado del puente estaban instaladas una horca y una especie de Audiencia, en la cual, habitualmente, había cuatro jueces que juzgaban el cumplimiento de la ley que dispuso el dueño del río, de la puente y del señorío. La ley decía:

Si alguno pasare por esta puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar, y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca sin remisión alguna.

Sucedió un día, que tomaron juramento a un hombre sobre a dónde se dirigía y que es lo que iba a hacer al otro lado del puente, el hombre juró y dijo que lo que había venido a hacer era morir en la horca que allí había y no a otra cosa.

Los jueces analizaron el juramento y observaron que aplicando la ley no podían decidir qué hacer con el forastero, ya que consideraron que:

Si a ese hombre lo dejaban pasa libremente, había mentido en su juramento y, conforme a la ley, debía morir ahorcado; pero, si lo mandaban ahorcar, entonces, como él había jurado que iba a morir en aquella horca, y, había jurado la verdad, por la misma ley debía ser puesto en libertad."

Obviamente, la intención de los jueces que enviaron al forastero ante el gobernador de la Ínsula Barataria era la de ver cómo demonios le haría Sancho Panza para resolver este dilema que, por lo que implicaba, rebasaba la cuestión meramente legal.

Sancho Panza, primero, verificó si había comprendido bien el problema y, cuando entendió por qué no podía ser resuelto según la ley dispuesta por el mismo dueño del río, de la puente y del señorío, propuso una sentencia salomónica:

“Digo yo, pues, … que aquella parte del hombre que juró verdad la dejen pasar, y la que dijo mentira la ahorquen, y de esta manera se cumplirá al pie de la letra la condición del pasaje… —y replicó el preguntador— será necesario que el tal hombre se divida en partes, mentirosa y verdadera; y, si se divide, por fuerza ha de morir, y de ese modo no se consigue …lo que la ley pide, y es de necesidad expresa que se cumpla con ella”.

Fue entonces, ante la imposibilidad de recurrir al auxilio de la lógica, cuando Sancho Panza, haciendo acopio de las enseñanzas de su amo, propuso la que podría ser, a todas luces, una forma de desatorar este escollo, ya que dijo al forastero.

“… este pasajero que decís, o yo soy un porro o él tiene la misma razón para morir que para vivir y pasar la puente, porque si la verdad le salva, la mentira le condena igualmente; y siendo esto así, como lo es, soy de parecer que…, pues están en un fil las razones de condenarle o absolverlo, que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal."

La situación planteada se trataba de lo que, comúnmente, llamamos paradoja y la "solución" propuesta por Sancho Panza no fue ni legal ni lógica, sino ética: "pues siempre es alabado más el hacer bien que mal".

¿Cómo se llamaba el libro? ¿Quién era su autor? ¡Ah como quisiera recordar tales datos! Sin duda, el resto del libro debía ser muy interesante, pero... ¿saben qué? No lo recuerdo o, con mayor precisión, no recuerdo que otros pasajes llamaran tanto mi atención como ese pasaje que acabo de describir. De lo anterior se infiere que: lo que no capta nuestra atención difícilmente logrará pervivir mucho tiempo en nuestra memoria. ¿Cómo podría darse ese recuerdo si el resto de su contenido, que seguramente debía ser más importante que la anécdota narrada por el autor al principio, no tenía el gancho narrativo que pescara la atención del lector? Pero, ¿saben?, lo anterior no es tan malo tampoco. Al menos recuerdo un libro escrito por alguien que empezó un tema tan complicado como es la lógica matemática con una anécdota del Quijote. Es un referente y también una pista para que, quizá, con voluntad, paciencia y mucha pericia computacional, pueda rastrearse el título de ese texto y su contenido rescatado del pasado (o encontrado solamente, porque no hay una evidencia fehaciente, a priori, de que éste pueda encontrarse olvidado). De ahí la importancia de las narraciones, de saber contar la historia de algo, pudiendo ser éste un libro, una marca o una empresa.

Recuerdo que un rato después dejé el libro en un estante y sigue mi búsqueda de información.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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