De la conciencia…

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Recordemos que la conciencia es el conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia, de sus estados, de sus actos y de las cosas, de ahí que hablar de la inconciencia implica hablar del reverso de la medalla, de las antípodas, de lo contrario.

Cuando sabemos de las capacidades del ser humano para realizar sus propios fines; cuando sabemos que estamos dotados de un trípode vital consistente, sin excepción, en pensar, sentir y querer, sentimos pena, dolor, angustia, desesperación, frustración, impotencia, coraje y estupor cuando sabemos de la existencia de bípedos implumes que o no son concientes de lo que hacen o su escala de valores no existe o les vale un soberano cacahuate.

Están, en el producto de la evolución personal de cada quien, las características de la grandeza, de la heroicidad, de la generosidad, del altruismo, de la solidaridad, de la compasión y de muchos caracteres de la personalidad que enriquecen y exaltan la condición humana, existiendo en algunos casos el reconocimiento (normalmente post mortem) y que en la actualidad se está canjeando por hacerlo en vida, con los excesos y limitaciones que la propia condición humana permite o exige, en su caso. Y en contraparte, también existe la bajeza, la crueldad, el odio, el rencor, la humillación, el resentimiento, el coraje, la envidia, la traición, el desprecio, el abuso, la explotación de los seres humanos, así como la ira y el extremo de la bajeza, o sea, el homicidio intencional, la servidumbre explotadora humana y la venganza, así como el lesionar física, mental y emocionalmente a nuestros congéneres. Nada mas deplorable, vergonzoso y vergonzante que esto último.

Dentro de toda esta gama que se da entre los extremos de la condición humana desde luego que, lo que más afrenta es la explotación del hombre por el hombre, y en los últimos tiempos es evidente que el hombre ha ido perdiendo la conciencia de su propia valía y todo lo está transmitiendo a la valía pecuniaria, si bien es cierto que desde siempre ha existido esta postura utilitarista (dígalo si no la expresión “poderoso caballero es Don dinero”); por otro lado, también es cierto que la exaltación de los valores humanos ha sido una constante en la escala axiológica de la humanidad e incluso han habido épocas, lugares y personas que han hecho de esta actitud todo un apostolado, es decir, se ha privilegiado la grandeza del espíritu, la grandeza de miras y lo fáctico de la bonhomía por sobre las mezquindades de los afanes plutocráticos de muchos.

En nuestro país, en nuestro estado y lo grave, en nuestro municipio, se está dando la espeluznante realidad, en forma cada vez más acelerada, del abismo entre los ultrasúperarchimegaricotes y los ultrasúperarchimegamiserables, dejando como sándwich a una cada vez más decadente y depauperada clase media (creada por la Revolución Mexicana a la cual celebraremos, en unos días*, un aniversario más de su inicio), y esto se observa en la imitación neurótica y compulsiva de nuestras clases medias por emular los gustos y aficiones de los ricotes con sus pésimas preferencias, sus frivolidades, sus ostentaciones, pero también lamentablemente, con su carencia de educación, de buen gusto, de ética y de compromiso social, aún cuando el parámetro que consideran válido (que es hacer dinero), cuando llegan a tenerlo, no es ni por la vía del trabajo honrado ni por la actitud ética que debe de ser concomitante, sino que además se dan cuenta de que en realidad eso no es lo que querían, habida cuenta que no los hace felices. Esto es, que no han logrado alcanzar las metas de una postura auténticamente eudemonista. Y dentro de esta triste, vergonzante y vergonzosa realidad de apatía, desinterés e inconciencia, resulta dramático enterarse que hay individuos que alquilan niños para que éstos, a su vez, sean explotados para pedir limosna o para fingir enfermedades que justifiquen a los limosneros con supuestas recetas médicas, la compra de medicamentos; así, existen infinidad de pedigüeños en nuestras comunidades que ganan cantidades exorbitantes cotidianamente y que pagan sólo 300 pesos por el alquiler de niños que mantienen, las más de las veces, drogados y con huellas evidentes en brazos y en piernas, de torturas y malos tratos. Qué afrenta para el género humano que existan individuos de esta calaña y qué afrenta para gobernantes y gobernados no hacer nada al respecto. No enfrentar esta realidad y actuar en consecuencia, qué dramático el cerrar los ojos y no hacerlo público cuando se tiene conocimiento de ello. Esa es una asignatura pendiente que tenemos como sociedad, como ciudadanos, como gobernantes y como gobernados y en suma, ¡Vamos!, como seres humanos. O usted, conciente lector, ¿Qué opina?

* 20 de noviembre.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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