A río revuelto..... 11

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Por el Ing. Sergio Amaya Santamaría


Candido se encontraba reunido con sus colaboradores más cercanos, la reunión se efectuaba en el recinto del Sindicato. El local era un salón de actos con cincuenta sillas y al frente una pequeña plataforma para los oradores. En un extremo del salón estaba el despacho del Secretario General, todo ahí era sencillo. Un escritorio de lámina, cuatro sillas, un librero metálico y la bandera nacional en una esquina; como adorno de las paredes, una fotografía del Líder Nacional y otra del Presidente de la República.

En la reunión, aparte de Cándido, estaba "El Chino", el Secretario de Actas, el Tesorero y los guardaespaldas de Cándido: El Perro" y "Cuco".

_Muy bien "Chino", _dijo Cándido,_ así que el bueno de Ramón anda alborotando, quien iba a pensarlo.

_Bueno Don Cándido, _contestó "el Chino",_ yo solamente te conté lo que vi. El Justo le dio una buena zarandeada y el muchacho se defendió, 'ora de lo demás, pos la verdá, no me doy cuenta; le he dado muchas vueltas a la fábrica y no logro dar con nada, los papeles simplemente aparecen y ya.

_Yo pienso, _intervino el Secretario de Actas,_ que deberíamos interrogar a alguno por nuestra cuenta. Aquí tenemos que ser firmes, el que no está contigo está contra ti, ¿no crees?

_En eso sí tienes razón, _aceptó Cándido,_ pero le saco un poco a actuar, no vaya a ser el diablo y me ande quemando. Yo tengo mis planes hechos para seguirle en la "polaca" y un mal paso me puede descalificar, pero Se me ocurre algo que puede ser bueno.

_Mira "Perro', _se dirigió a uno de sus "guaruras" (hombrón de un metro noventa de estatura y manos enormes),_ Tú y "Cuco" le van a dar una "calentadita" a ese Ramón, de paso a ver si "canta" algo, le hacen la advertencia de que no vaya a ir de "rajón", porque le va peor; en esa forma los compañeros se darán cuenta que con nosotros no se juega.

Cándido se dirigió ahora al Tesorero, hombre tímido y apocado que se mantenía en silencio, con la vista baja.

_A ver mi Tesorero, ¿cómo andamos de billetes?, pues necesitamos darle una "lana" a estos cuates para sus movimientos.

_Mire Don Cándido, _repuso el Tesorero respetuoso,_ tenemos un saldo como de doscientos grandes, pero falta pagar la renta, pagar a algunos proveedores y otras gastos pequeños que hay pendientes.

_Mira Tesorero, _repuso el Líder enérgico,_ el de la renta que se joda, a los proveedores diles que no he firmado los cheques. Dale veinte grandes al "Perro" para que arregle el asunto y a mi pásame cincuenta, que ando bien "quebrado", no tengo ni para la gasolina y la vieja está fregando que no le alcanza el gasto, ¡cómo jode!

El Tesorero quiso oponerse, pero al fin salió meneando la cabeza. En pocos minutos volvió con el dinero requerido por Cándido. El Líder dio por terminada la junta y una vez que el Tesorero salió dijo:

_Órale mi "secre", ya tenemos lana para echarnos unas "frías". Vámonos. Ora "Cuco", arráncate por el coche.

El hombre salió corriendo y tiempo después los Cuatro hombres se dirigían a la salida del pueblo, a un lupanar que regenteaba una vieja conocida del Líder.

Una antigua casona rústica en las afueras del pueblo, era en la que operaba la llamada "Lola", mujer de poco más de cincuenta, de los cuales los últimos treinta los había vivido en ese ambiente.

La casa estaba compuesta por una amplia estancia en la que habían dispuestos cuatro juegos de sala y una vieja sinfonola; la cocina que hacía las veces de cantina y en la planta alta, cuatro habitaciones preparadas para el uso de los clientes. En la parte trasera, en lo que fuera el jardín y de construcción más reciente, dos privados para los "clientes especiales", cada uno compuesto de sala, recámara y baño propio. Los privados estaban equipados con reproductores de música. Era un lugar discreto que inclusive tenía una puerta que daba a un callejón, lo cual era muy conveniente para algunos clientes que debían cuidar su imagen.

_Esa mi Lola, _saludó Cándido,_ vamos a uno de los privados, traite dos muchachas y una botella de brandy.

_Claro que sí Cándido, _repuso contenta la mujer,_ pasen al uno, pues el otro está ocupado.

"El Perro" y "Cuco" se quedaron afuera del recinto, a fin cuidar que no entrara alguien a molestar a su jefe.
Cándido y el Secretario pasaron al reservado y se sentaron cómodamente a esperar el servicio. El Secretario inició la conversación:

_Y cómo la ve con el Licenciado Jefe.

_No mi "Secre" con ese güey no cuento, lo que ya me urge es que se largue a la Capital.

_Caray, lo que son las cosas, _continuó el Secretario,_ yo pensé que la Diputación le tocaba a usted.

_Yo también lo había pensado, _contestó nostálgico Cándido,_ pero los Jefes piensan que todavía me falta fogueo. Lo importante es que me sigan considerando. Por lo pronto es necesario que tengamos una buena representación en la campaña, pues va a venir el "Mero Muelas" y quiero quedar bien con él.

_Pues ojala que no tengamos problemas con los trabajadores de la fábrica, _dijo el Secretario._

_Esos no me preocupan, _dijo serio el Líder,_ yo les voy a demostrar quien es el que toma las decisiones en el Guayabal. No me he estado sacrificando para que una bola de babosos vayan a poner en peligro mi carrera.

_No, pues en eso sí tiene razón Jefe, pero yo la mera verdad sí estoy inquieto.

_Usted tranquilo mi “Secre”, ya verá como aplacamos a esos cabrones, están acostumbrados a que los traiga uno a madrazos; estos indios creen eso de que "el que te pega te quiere".

Los dos hombres se rieron a carcajadas por la ocurrencia de Cándido.

Minutos después llegó un mesero con las bebidas ordenadas, puso música y volvió a salir discretamente Después entraron dos jóvenes de aproximadamente veinte años. Eran morenas claras, de estatura media y bien formadas, vestían ligeros vestidos que les llegaban apenas arriba de la media pierna.

_¡Vente conmigo, "mamacita"!, _dijo Cándido a una de ellas._ Órale mi "Secre", agasájate con la otra que las dos están "re'buenas".

_A ver muñeca, _le dijo Cándido a su pareja,_ prepárate unas "cubetas" y vamos a bailar.

Después de tres horas y dos botellas de vino, los dos hombres salieron completamente ebrios, riendo descaradamente al contarse sus propias aventuras. Los "guaruras” se hicieron cargo de los hombres y saliendo por el callejón los subieron al auto.

_Vamos a la casa muchachos, _decía Cándido con su voz aguardentosa,_ orita le digo a la vieja que nos sirva de cenar.

_Hombre Jefe, repuso "El Perro", no la friegue, son cerca de las dos de la mañana, vamos a dejar al Secretario y ya mañana la siguen.

_Muy bien mi "Perro", como tú digas, no vaya a ser que la vieja nos "parta la madre" por llegarla a despertar.

Esto último lo dijo entre las carcajadas de los cuatro hombres.

_Pero eso sí "Perro", mañana me “calientas" al Ramoncito. Ganas me dan de "enfriarlo" Que'sque no me Quieren a mi, pu's que quieren estos "güeyes". A ver si así aprenden.

El auto hizo arribo a la ciudad perdiéndose entre la niebla de la madrugada. El silencio invadía las calles. El pueblo dormía en la placidez de la ignorancia.




El Licenciado se había trasladado al Centro a fin de hacer los arreglos finales para iniciar su campaña electoral.
Se encontraba en las oficinas generales de su Partido, donde había sido citado por el Dirigente Nacional, lo acompañaba el señor Camacho, Delegado Estatal

Aunque ya era avanzada la noche, se veía gran movimiento en todos los Departamentos, pues en todos los Estados del País se preparaban para dar inicio a las campañas electorales. Todos eran saludos, sonrisas y caravanas, tanto de los "elegidos" como los oportunistas que trataban de hacerse presentes con la gente que les interesaba.

El Licenciado y Camacho pasaron a la oficina del Doctor. Amplio despacho elegantemente amueblado, gruesa y mullida alfombra ahogaba las pisadas de los visitantes.

_Mi querido Doctor, _saludó obsequioso el Licenciado,_ al tiempo que le daba un fuerte abrazo rubricado con fuertes palmadas en la espalda, tanto gusto en saludarlo y muy agradecido por habernos recibido.

_Buenas noches Licenciado, _contestó el saludo el Doctor con una cierta frialdad._ Buenas Camachito, se dirigió al Dirigente Estatal, ¿todo bien por allá?

_Todo en orden Doctor, repuso Camacho, ya casi tenemos todo listo para iniciar las campañas, solamente esperamos el visto bueno de usted.

_Bien, bien, _repuso el Doctor._ Señor Licenciado, lo he hecho venir porque nos han llegado noticias de que hay cierto descontento en la fábrica de nuestros mutuos amigos, los señores Bermúdez; como siempre, han hecho encomiables comentarios acerca de la capacidad de usted, pero están algo inquietos por la situación que priva dentro de su fábrica y quiero conocer los acontecimientos por gente de mi confianza. La última frase la dejó caer con cierto trasfondo.

_Gracias Doctor, _repuso rápido el Licenciado,_ por dispensarme su confianza. Pues bien, lo que pasa es que han aparecido en la fábrica unos volantes en que los trabajadores piden aumentos de sueldo y cosas así, aunque considero que es un hecho intrascendente, de cualquier manera y atendiendo al pedido de Don Cástulo, he comisionado a dos de mis hombres para que investiguen.

_Me parece bien lo que ha hecho Licenciado, _continuó el Doctor,_ dígame lo que han investigado.

En tanto jugueteaba nerviosamente con unos papeles que llevaba en las manos, el Licenciado contestó:

_Bueno Doctor, realmente lo que sabemos hasta hoy es que los volantes no se imprimieron en la localidad o sus cercanías, lo que nos hace suponer que deben tener apoyo del Centro, aunque no hemos podido determinar de dónde.

_Caray Licenciado, _dijo un tanto sorprendido el Doctor,_ creo que usted está pecando de inocente, ¿no se le hace demasiada coincidencia que este hecho venga a salir a flote cuando usted está por iniciar su campaña electoral?

_Yo también lo he pensado así, _terció Camacho,_ he estado investigando por mi parte y creo que efectivamente alguien de la Oposición está interesado en 'moverle el tapete' al Licenciado.

_Pero Camachito, _repuso ya completamente nervioso el Licenciado,_ ¿por qué no me lo habías dicho? De cualquier manera, antes de venirme di instrucciones precisas a mis hombres para que intensifiquen las averiguaciones. En cuanto esté de vuelta en el Guayabal le informaré telefónicamente, Doctor.

_Se lo encargo mucho Licenciado, _repuso serio el Doctor,_ no me agradaría nada tener que informar a nuestros superiores de algún contratiempo que pudiese empañar la campaña. Sería un desprestigio para el Partido y no creo necesario decirle en qué papel quedaría usted. Si es necesario le enviaré gente entrenada en este tipo de problemas.

El Licenciado se removía inquieto en su asiento, pensaba en tantos años de sacrificios para lograr el lugar en que se encontraba y en que por esos estúpidos "gachupines" todo se le podría caer. Tendría que volver de inmediato al Guayabal para personalmente encargarse de las averiguaciones.

Poca atención puso ya al resto de la entrevista, sus pensamientos se encontraban a muchos kilómetros; como entre sueños oía discutir al Doctor con Camacho acerca de los detalles de las campañas, solamente reaccionó cuando oyó que Camacho se despedía; se levantó y como autómata hizo lo mismo. No obstante, bien se dio cuenta de la frialdad del Doctor al despedirse.

Una vez afuera del privado, los hombres caminaron al exterior del edificio, sin detenerse a contestar los saludos de los "amigos" que había reunidos en los pasillos.

-Bien Licenciado, dijo alegre Camacho, lo invito a cenar y después nos vamos a un "destrampe" que ya le tengo preparado, recuerde que tenernos gastos libres, dijo sonriendo, además nos esperan un grupo de paisanos que están ansiosos por demostrarle su apoyo.

_¡Qué destrampes ni que un 'carajo"!, _repuso el Licenciado,_ yo me largo hoy mismo al Guayabal. Me late que los pinches comunistas me están moviendo el agua y yo con contemplaciones, pero eso sí, en cuanto agarre a uno me va a "cantar" hasta el Ave Maria.

_No la amuele Licenciado, _dijo Camacho seriamente,_ no se le vaya a pasar la mano, recuerde que lo están observando. Mire, mejor tranquilícese, nos vamos a divertir y ya mañana verá las cosas en otra forma.

_Tienes razón Camacho, _dijo un tanto más sereno el Licenciado,_ capaz de que si llego así de acelerado la "riego'.
_Vamos pues a cenar y después ya Dios dirá.

Los dos hombres se alejaron en busca de su automóvil, perdiéndose entre la gente que a toda hora camina por esa gran ciudad, El ruido de los ferrocarriles se escuchaba en la cercana Estación.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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