Aprendí

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Por Zaidena

En mi niñez tuve gente hermosa a la que amé. Junto a ellos no tenía ni miedos, ni inquietudes, ni angustias. Mi mundo eran ellos, esos seres únicos, grandes, amorosos que cuidaban de mí y de mi vida.Pero de pronto, uno de ellos se marchó, se fue, partió. Me dijeron que estaba en una estrella y que desde ahí me hacía compañía. De a poco me fui dando cuenta de cuánto extrañaba su calor, sus brazos, sus palabras de cariño, de afecto; sus caricias tiernas y suaves que rozaban mi cara y mi alma. Le hablaba a la estrellita todas las noches, le pedía que volviera, hasta que me di cuenta de que nunca lo haría. Entonces comprendí que se había ido para siempre. Que en esa estrella que tanto miraba le había puesto su imagen, su alma y que realmente me estaba acompañando, pero sólo a la distancia y en mi corazón. Y recién ahí comencé a sentir verdadera e intensamente su ausencia.Entonces aprendí a respetar a la vida, a darle valor, mucho valor a los que tenía al lado, porque temía de que en cualquier momento podrían irse y me quedaran muchas cosas para decirles que nunca, y no sabía por qué motivo, les había llegado a decir.Prioricé mis afectos a mis intereses. Le di el valor en el presente a todo aquello que uno suele dárselo sólo después de no tenerlo. Es por eso que comencé a disfrutar de los afectos, de los seres amados, de los amigos.Y toda esa tristeza que me produjeron las ausencias se fue transformando en agradecimiento por lo que me quedaba, por los que me quedaban, por todo lo que tenía.Y aprendí que de nada vale una mesa servida exquisitamente si no tenés a nadie con quien compartir lo servido. Que no importa la casa que tengas si un amigo llega siempre a charlar, a contenerte, a que lo contengas. Que no importan tus riquezas si sos el único que las puede admirar. Que de nada vale una ropa elegante y costosa si no sabes de la alegría que produce tener un pantalón viejo y sentarte en el pasto a charlar con amigos, o solamente a compartir y disfrutar del silencio junto a ellos.¡Cuántas cosas que creías importante dejan de serlo para darle importancia a aquello que nunca consideraste importante!¡Todo se dejaría por estar un segundo más con la persona querida que ha partido!, pero luego que partió, ya nada podemos hacer. Es por eso que aprendí a darle el valor justo a aquello que lo tiene; a no llenarme de broncas porque la vida es hermosa si la vivimos con paz, con alegría. Aprendí a querer a quien me quiere y que no me dañe que alguien no me quiera. Aprendí a dar todo el cariño a quien me lo da, pero también a quien no me lo da, pero lo necesita. Aprendí a extender un brazo y a dar una mano a quien aunque no te lo pida con la voz te das cuenta de que te lo pide con la mirada. Aprendí que toda persona es muy importante en esta vida, que debemos respetarlos a todos, pese a que algunos no nos respeten. Aprendí que nunca se termina de aprender. Que todos los días la vida misma se encarga de enseñarnos que no todo lo vimos, que no todo lo sabemos, que no todo lo oímos. Es por eso que también aprendí que debo seguir aprendiendo. Y que sí debo levantar la mirada hacia esa estrella que tiene tantos pedazos de mi vida, pero que no debo olvidarme de mirar hacia abajo, porque sólo ahí encontraré la humildad y la luz que hará que no me equivoque nunca de caminar por el sendero justo para recorrer los días de esta vida que me ha tocado vivir.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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