De los derechos humanos...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Recordemos que la tolerancia es considerada como el respeto a la libertad de los demás, a sus formas de pensar, de actuar o a sus opiniones políticas o religiosas y, a contrario sensu, la intolerancia implica carecer por completo de dicha característica, es decir, de la tolerancia, sin perjuicio de que ello implica, aguantar, admitir, resistir, pero sin recibir daño.

Es el caso que el día de mañana, viernes 10 de diciembre, se celebra el Día Mundial de los Derechos Humanos, como consecuencia de que la Organización de las Naciones Unidas ( O.N.U.) en 1948, después y como consecuencia de las atrocidades cometidas en la II Guerra Mundial, aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DH), que marca las reglas y apunta recomendaciones para que todos los países protejan los DH de las personas que habitan en ellos, disponiendo que el respeto a los DH sea la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

La idea, desde luego resulta sensacional. Desde el advenimiento de la Revolución francesa ya el ser humano realizó la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, haciendo la distinción entre los derechos fundamentales que a todo individuo le corresponden, por el simple hecho de ser hombre y los derechos políticos que le confieren sus características de ciudadano. Es decir, iusnaturalismo puro. Sin embargo, partiendo del principio de que el Derecho es una creación humana, producto de la cultura, no de natura, ha otorgado en su normatividad, los derechos fundamentales de todo ser humano, situación que en nuestra Constitución Política se consagra en su Art. Io. y en todo el capítulo de las Garantías Individuales, sin perjuicio del otorgamiento de otros derechos tuitivos para proteger otras características de los individuos que estén en el ámbito espacial de validez de nuestras normas jurídicas.

A pesar de que el propósito de la ONU es considerar que los DH son los derechos esenciales que las personas deben gozar para vivir como seres humanos, con el pleno disfrute de sus derechos, quienes merecen la oportunidad de lograr el crecimiento y desarrollo de sus capacidades , mas allá de la atención de sus necesidades básicas y de su supervivencia, resulta que la intolerancia humana, en diferentes renglones, no permiten esa idea ecuménica, universal, del tratamiento de aceptación de otras personas que por un sin fin de razones no sean iguales que ellas.

Esta Declaración Universal nos señala que “… todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y que no pueden ser objeto de discriminación por su nacionalidad, origen étnico, raza, sexo, religión, opinión política, riqueza o posición económica.”

Así tenemos que algunos de los derechos consignados son: Protección contra la esclavitud, protección contra la tortura, protección de igualdad ante la ley, estar libre de detención arbitraria y el derecho a un juicio justo, libertad de pensamiento, de opinión, de religión y de expresión, derecho a la educación, derecho aun nivel de vida adecuado, así como a la salud, vivienda y alimentación suficiente, así como derecho al trabajo y la afiliación a sindicatos.

Tristemente debemos reconocer que estos ideales de tolerancia muy difícilmente se logran, díganlo si no las actitudes discriminatorias que se dan en USA en contra de nuestros nacionales, los latinos, los negros y asiáticos, en fin, con sus grados, por supuesto o en Alemania en contra de los turcos, en España y Marruecos en contra de los saharauies, en Israel contra los palestinos, en Inglaterra contra los musulmanes, pero lo mas grave es que en nuestro propio país, en México, hay discriminación, lo aceptemos o no, ya que se discrimina a los indígenas, a los naturales de estas tierras que les fueron arrebatadas cruelmente por la Conquista, así como a los practicantes de otras religiones que no sea la católica, por la intolerancia de esta última; a las personas con capacidades diferentes; a los pacientes de enfermedades , por ahora, incurables por la medicina alópata; a los pobres, por el simple hecho de serlo; a quienes tienen características físicas diferentes; a quienes piensan diferente a la masa ignara; en fin, en contra de la mujer y los niños, ya que vivimos en una sociedad sexista, llena de prejuicios, atavismos, oportunista y, sobre todo, intolerante.

En consecuencia, en los albores del siglo XXI, en la esperanza de una renovación del ser humano, confiamos en que el prodigar amor a nuestros semejantes, el practicar la tolerancia y otorgar el perdón, de corazón, carente de mezquindades, es como podremos aspirar a una mejor convivencia y gozar de una auténtica paz espiritual que nos permita vernos a los ojos, sin prepotencia y sin temores, de parte de nadie. Es una tendencia universal que empieza a darse y que hay que proseguir. O usted, tolerante lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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