Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz
En la vida de los hombres y en la de las naciones, de repente se dan golpes de timón que enderezan las acciones y siempre en la perspectiva y finalidad de mejorar el rumbo.
En México, como en otras partes del mundo, también la conducción de la cosa pública ha sufrido golpes de timón, algunos de los cuales han sido desastrosos (como la actual decena trágica) y otros verdaderamente enriquecedores para nuestra vida institucional. Sin embargo la memoria histórica de los pueblos, con el simple transcurrir del tiempo y merced al desinterés de gobernantes y gobernados, poco a poco va perdiendo presencia y las nuevas generaciones desconocen eventos trascendentales de nuestra historia por la falta de permanencia y constancia en el cultivo del recuerdo de tan importantes eventos.
Es el caso que el día de anteayer, 1º de marzo, se celebró la Promulgación del Plan de Ayutla, que se inició en esa fecha pero del año de 1854. Triste y lamentablemente tal evento de singular relevancia para la vida de nuestra república, fue objeto de una gris ceremonia en dicha población del actual estado de Guerrero y, por extensión, se colige que en el resto del país.
Tal vez se deba, en parte, al abandono de la educación cívica de nuestros escolapios, por un lado y por el otro, a las permanentes acciones de las fuerzas más reaccionarias de nuestro país, para que se vayan borrando de nuestra memoria histórica, tan relevantes efemérides. Recordemos que después de la Independencia, se desató una guerra sin cuartel de parte de los beneficiarios de todos los privilegios que detentaron durante el virreinato y que no querían perder, (conservadores y centralistas) en contra de los liberales y federalistas, quienes pugnaban por un país mas libre y participativo.
Recordemos, también, que en 1851, a Mariano Arista le tocó sofocar una rebelión de los conservadores quienes bajo el Plan del Hospicio pretendían, una vez mas, cambiar la forma de gobierno de federal a centralista. Sus pretensiones continuaron y considerando que de pronto se dieron las condiciones para su triunfo, trajeron al sempiterno Antonio López de Santa Anna para lo que fue su último período de gobierno.
La dictadura, que no otra cosa, de Santa Anna inició en 1853, el cual se hizo llamar “Su Alteza Serenísima”, así como acuñó un lema que aplicaba a sus opositores: “encierro, destierro o entierro”.
De esta guisa se inició una represión implacable en contra de los liberales, así como decretó unas cargas impositivas totalmente desmesuradas cuando, concomitantemente, derrochaba en ceremonias oficiales los fondos públicos.
Como gota que derramó el vaso, en su afán de controlar al estado de Guerrero, destituyó a Ignacio Comonfort (encargado de la aduana de Acapulco), enviando contingentes militares y navales y haciendo cambios en los jefes de estas armas. Muy pronto en su Hacienda de La Providencia el general Juan Álvarez preparaba un levantamiento armado en febrero de 1854, con Ignacio Comonfort, Tomás Moreno y el Gral. Eligio Romero y que se proclamó en Ayutla por el Coronel Florencio Villarreal el 1º. de marzo. Se exigía, en éste, el desconocimiento de Santa Anna como presidente, y la formación de una Junta para nombrar a un presidente Interino, que convocara a elecciones para reestablecer el sistema federal. El levantamiento tuvo adeptos en la mayoría del país y el dictador fue derrotado en todas partes por lo que en 16 de agosto de 1855 abandonó nuestra patria.
Esta acción sentó los pródromos de una de las etapas más gloriosas, relevantes y trascendentales de nuestra historia: La Reforma y sus Leyes.
En efecto, el asiento de los poderes federales se tuvo en Cuernavaca el 1º, de octubre de 1855, la Junta designó a Álvarez como presidente Interino, el cual convocó a un congreso constituyente para elaborar una nueva Constitución que culminó en la de 1857 la cual, con sus reformas, es la actual promulgada en 1917. Así mismo promulgó la Ley Juárez, redactada por el Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García quien fungía como ministro de Justicia e Instrucción Pública, la cual proponía la impartición equitativa de justicia y suprimía los privilegios eclesiásticos y militares, lo cual provocó, desde entonces, el odio permanente de los curas, pero le dio al país mejores y mayores perspectivas de superación y progreso. No olvidemos las lecciones de nuestra historia y de nuestros próceres, que devienen en nuestros parámetros válidos para seguir adelante. O usted, comprometido lector, ¿qué opina?
En la vida de los hombres y en la de las naciones, de repente se dan golpes de timón que enderezan las acciones y siempre en la perspectiva y finalidad de mejorar el rumbo.
En México, como en otras partes del mundo, también la conducción de la cosa pública ha sufrido golpes de timón, algunos de los cuales han sido desastrosos (como la actual decena trágica) y otros verdaderamente enriquecedores para nuestra vida institucional. Sin embargo la memoria histórica de los pueblos, con el simple transcurrir del tiempo y merced al desinterés de gobernantes y gobernados, poco a poco va perdiendo presencia y las nuevas generaciones desconocen eventos trascendentales de nuestra historia por la falta de permanencia y constancia en el cultivo del recuerdo de tan importantes eventos.
Es el caso que el día de anteayer, 1º de marzo, se celebró la Promulgación del Plan de Ayutla, que se inició en esa fecha pero del año de 1854. Triste y lamentablemente tal evento de singular relevancia para la vida de nuestra república, fue objeto de una gris ceremonia en dicha población del actual estado de Guerrero y, por extensión, se colige que en el resto del país.
Tal vez se deba, en parte, al abandono de la educación cívica de nuestros escolapios, por un lado y por el otro, a las permanentes acciones de las fuerzas más reaccionarias de nuestro país, para que se vayan borrando de nuestra memoria histórica, tan relevantes efemérides. Recordemos que después de la Independencia, se desató una guerra sin cuartel de parte de los beneficiarios de todos los privilegios que detentaron durante el virreinato y que no querían perder, (conservadores y centralistas) en contra de los liberales y federalistas, quienes pugnaban por un país mas libre y participativo.
Recordemos, también, que en 1851, a Mariano Arista le tocó sofocar una rebelión de los conservadores quienes bajo el Plan del Hospicio pretendían, una vez mas, cambiar la forma de gobierno de federal a centralista. Sus pretensiones continuaron y considerando que de pronto se dieron las condiciones para su triunfo, trajeron al sempiterno Antonio López de Santa Anna para lo que fue su último período de gobierno.
La dictadura, que no otra cosa, de Santa Anna inició en 1853, el cual se hizo llamar “Su Alteza Serenísima”, así como acuñó un lema que aplicaba a sus opositores: “encierro, destierro o entierro”.
De esta guisa se inició una represión implacable en contra de los liberales, así como decretó unas cargas impositivas totalmente desmesuradas cuando, concomitantemente, derrochaba en ceremonias oficiales los fondos públicos.
Como gota que derramó el vaso, en su afán de controlar al estado de Guerrero, destituyó a Ignacio Comonfort (encargado de la aduana de Acapulco), enviando contingentes militares y navales y haciendo cambios en los jefes de estas armas. Muy pronto en su Hacienda de La Providencia el general Juan Álvarez preparaba un levantamiento armado en febrero de 1854, con Ignacio Comonfort, Tomás Moreno y el Gral. Eligio Romero y que se proclamó en Ayutla por el Coronel Florencio Villarreal el 1º. de marzo. Se exigía, en éste, el desconocimiento de Santa Anna como presidente, y la formación de una Junta para nombrar a un presidente Interino, que convocara a elecciones para reestablecer el sistema federal. El levantamiento tuvo adeptos en la mayoría del país y el dictador fue derrotado en todas partes por lo que en 16 de agosto de 1855 abandonó nuestra patria.
Esta acción sentó los pródromos de una de las etapas más gloriosas, relevantes y trascendentales de nuestra historia: La Reforma y sus Leyes.
En efecto, el asiento de los poderes federales se tuvo en Cuernavaca el 1º, de octubre de 1855, la Junta designó a Álvarez como presidente Interino, el cual convocó a un congreso constituyente para elaborar una nueva Constitución que culminó en la de 1857 la cual, con sus reformas, es la actual promulgada en 1917. Así mismo promulgó la Ley Juárez, redactada por el Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García quien fungía como ministro de Justicia e Instrucción Pública, la cual proponía la impartición equitativa de justicia y suprimía los privilegios eclesiásticos y militares, lo cual provocó, desde entonces, el odio permanente de los curas, pero le dio al país mejores y mayores perspectivas de superación y progreso. No olvidemos las lecciones de nuestra historia y de nuestros próceres, que devienen en nuestros parámetros válidos para seguir adelante. O usted, comprometido lector, ¿qué opina?
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