Por María Ascensión Rivera Serván
Las palabras se disparan como dardos envenenados y se clavan, en un sorprendido corazón. Jamás esperó que un ser, de su misma sangre pudiera tejer, tamaña urdimbre perversa y cruel. De la mano de los celos y la envidia, se guía, conduciendo sin fin una historia, haciéndola su victoria y llega a una familia a la que también hiere. Verdades que se convierten en mentiras, cuyo solo centro son, atrapar el protagonismo y quizás también todo el cariño, del que careció de niña. Y en ese, su interior olvidado ya todo lo que recibió, crecieron la ira y el rencor. | Los deseos de ser la primera, la única, la mejor reconocida, la más querida, hacen de sus sueños una quimera, ya que la vida a cada cual lo devuelve, a su verdadero lugar. Te será entregado el fruto de tu siembra, antes de atravesar la puerta, y tendrás, hermana, que rendir cuentas y pagar el tributo por tus querellas. Ríos de rabia se derramaron en tan solo un instante, en duelo el dolor y el odio, armas con las que me torturaste. Y aunque desees seguir estando ciega, yo continuaré aquí, ¡esperando! a que ¡amarme, puedas! |
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