La maquina perfecta II

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Por Fernando Reyes Baños



Continuando con las problemáticas que producen en los varones sufrimiento psíquico y/o daño a sí mismos, que Bonino (2000) denominó “malestares masculinos”, revisaremos a continuación más de estos trastornos, a saber:

Hipermasculinidades. Se refiere a patologías que se manifiestan en una expresión excesiva de la masculinidad. Ejemplos de ésta son los excesos en el consumo de alcohol o drogas. En cierta ocasión, recuerdo, conversando con un varón más o menos joven, salió a flote el tema del cigarro; obviamente, él era una persona que fumaba con regularidad y, justo en ese momento, lo estaba haciendo a sus anchas. Llegó un punto en el que fue necesario definir la postura de ambos al respecto. Yo declaré, obviamente porque nunca me ha dado por fumar, mi desaprobación con respecto a aspirar y espirar humo de tabaco con alguna regularidad, arguyendo que esta práctica era dañina para la salud. Mi interlocutor contestó que él conocía a personas que habían fumado toda la vida y estaban bien. Podría discutirse mucho sobre esta respuesta, de acuerdo. Todavía habría sido necesario investigar más sobre cuántas personas exactamente estaba implicando en su comentario y cuántas personas, en contraste, no la pasaban tan bien en algún momento de sus vidas a causa del cigarro, pero lo importante aquí es el significado tras bambalinas de la postura que defendía: “soy hombre y basta con al menos un fumador que no haya tenido problemas para que yo, que no soy un ‘debilucho’, ‘afeminado’ o ‘quejumbroso’, lo haga, no me importa la leyenda de las cajetillas, esas cosas no afectan a los hombres de verdad”. Lo mismo aplicaría, claro, para cualquier otra situación que ponga a prueba la hipermasculinidad… ¡Haya o no casos a los cuales remitirse! Sobra decir que respeto mucho a los fumadores y que, claro, espero siempre que ellos o ellas respeten a los que no fumamos o que no somos aficionados a respirar humo de tabaco.

Trastornos derivados de orientaciones sexuales no tradicionales. De éste se derivan cuadros fóbicos y ansiosos que se presentan como reacción ante la no aceptación de orientaciones sexuales no heterosexuales. Simbólicamente, los afectados por este trastorno identificarían la masculinidad con el sol y la feminidad con la luna. La diferencia entre ambos polos sería como el día y la noche: abismal, es decir, como si ambos aspectos fueran complementarios, sí, pero totalmente distintos entre sí, como dos ríos cuyo caudal fluyera a la par, pero separados siempre por un espacio infranqueable. El papel de hombres y mujeres en la sociedad respondería a modelos claramente identificados con la concepción que tradicionalmente se ha construido para lo masculino y lo femenino: “como ha sido desde antaño, como debe ser para todos y como siempre deberá ser”, sin cabida para ninguna expresión que se contraponga a la heteronormatividad, siendo cualquier variante tachada como rara y cualquiera que se exprese de otra forma etiquetado de “anormal”, “árbol torcido” o hasta “enfermo”. Cabe señalar que, en ciertos ámbitos, por ejemplo, el religioso (y hasta el educativo, cuando la religión trastoca espacios sociales más allá de sus límites), este trastorno es incluso promovido como si justificara una verdad merecedora de algún reconocimiento, propagando en la mayoría de los casos lamentablemente, comportamientos discriminatorios, prejuicios e intolerancia.


Referencias:

- Bonino, L. (2000). Varones, género y salud mental: desconstruyendo la "normalidad" masculina. En À. Carabí y M.Segarra (eds.). Nuevas masculinidades (pp- 41 - 64). Barcelona: Icaria editorial S. A.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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