De los cambios...

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Por Rodrigo Juárez Ortiz


No compartimos la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, habida cuenta de que cada quien habla de la feria como le fue en ella, lo que implica que cuando se está en plenitud de juventud se hacen cosas a veces inverosímiles y después ya no, independientemente de la edad cronológica de cada quien.

En la especie, estamos viviendo cambios trascendentales en nuestra existencia que verdaderamente asombran y que se manifiestan en todos los ámbitos del mundo de la cultura e, incluso, en el mundo de natura. Se dan eventos antes nunca vistos que son producto del cambio que el ser humano realiza en nuestro planeta.

Solamente por poner un ejemplo, en el terreno de las comunicaciones, ahora se puede enviar un mensaje a cualquier parte del mundo en solo segundos, merced a los adelantos técnicos creados en esa materia cuando en el S. XVI un mensaje desde la capital de la Nueva España a la península ibérica llegaba en un mínimo de tres meses o más.

Hacemos este apuntamiento merced a la idea de que estas transformaciones son de admiración, toda vez que estamos viviendo experiencias antes jamás vividas o experimentadas por los seres humanos. Sin embargo nuestro entorno próximo, en el cual habitamos cotidianamente, también se ha visto transformado, en sus usos y costumbres, a una velocidad vertiginosa en los últimos tiempos.

Partimos desde la época en que se convirtió en un sitio de recreo para nuestros connacionales cambiando la imagen de una aldea de pescadores a un sitio de atracción turística, la cual se desarrolló y alcanzó su plenitud en los años cincuenta, sesenta y setenta, siendo su época de oro por el turismo nacional e internacional de un gran poder adquisitivo que nos visitaba.

Costumbres varias que siguieron cambiando nuestra imagen hasta nuestros días, las cuales han ido transformando a nuestro pueblo, pero ahora hacia una actitud apática, acomodaticia y carente de incentivos para enriquecer el cambio, llegando a extremos de indolencia y resignación, pero también, en algunos casos, de grupos de personas optimistas, creativas, conscientes y pugnando por acceder a una situación mejor.

Es el caso que nos llenó de asombro el saber por los medios que el presidente de un organismo dedicado al transporte, recién declaró: “ que la portación de armas de fuego por parte de los trabajadores del volante, es una llamada de atención para las autoridades de gobierno, y al mismo tiempo es muestra de que están preparados para enfrentar a la delincuencia”. Y añadió: “… que hay un hartazgo de los trabajadores del volante por la situación de las extorsiones y el cobro de piso del que están siendo objeto casi en la mayoría de los sitios de taxis de la ciudad, mientras que las autoridades no hacen nada para erradicar el problema, por lo que ahora si van a defender su vida y sus fuentes de empleo porque la gente está hasta la “madre” de este flagelo”.

Noticia siniestra, toda vez que al margen de que es verdaderamente oprobioso el ser víctimas de la delincuencia organizada o no, el asunto es que ante la evidente ineficacia e ineficiencia de los tres órdenes de gobierno para devolver la paz y la tranquilidad en nuestro entorno, ya la desesperación ha llegado a extremos tales que la gente se arma para defenderse. Increíble. Perece ser que estamos en la época del lejano oeste de los gringos cuando la voz de las armas era la efectiva.

Es decir, estamos frente a un retroceso cultural que nos lleva a la ley del Talión que sostenía el principio de ojo por ojo, diente por diente, vida por vida,o sea, la venganza privada, o lo que es lo mismo hacerse justicia por sí mismo, lo cual es una aberración, una “ calabaza jurídica” en un estado democrático de derecho, lo que equivale a borrar de un plumazo la larguísima trayectoria de la historia del derecho, como un instrumento creado por el hombre, no por la naturaleza, para regular nuestra conducta, para lograr una coexistencia pacífica y de desarrollo de nuestras capacidades, para nuestro bienestar. Eso es insólito. No podemos llegar a esos extremos. No podemos ni debemos tomar la justicia por propia mano, ya que se caerían en los extremos de que orates y desquiciados armados atenten contra nuestra vida como en EUA, pero lo que sí podemos hacer es exigir la limpieza de nuestras órganos de gobierno que estén corrompidos por la delincuencia organizada, llevar ante los tribunales a los corruptos para no permitir la impunidad y exigir a nuestros “próceres” simple y llanamente que apliquen la ley, con una visión jurídica, no “política” para respetar y hacer respetar las instituciones. Eso no es represión. Eso es el imperio de la ley. O usted, ordenado lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

Periplos en red busca crear espacios intelectuales donde los universitarios y académicos expresen sus inquietudes en torno a diferentes temas, motivo por el cual, las opiniones e ideas que expresan los autores no reflejan necesariamente las de Periplos en red , porque son responsabilidad de quienes colaboran para el blog escribiendo sus artículos.



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