Por el Ing. Sergio Amaya Santamaria
La vida se va formando
por ciclos a recorrer,
nacemos, vivimos, morimos,
pero este largo camino
al andar nos va nutriendo.
Tenemos ciclos sencillos
como el amor de mujer.
Llega sonriendo, nos flecha,
y como flor deshojada, se va,
como cortada a cuchillo.
Otros ciclos son más duros,
como piedra de molino.
Nos hostigan y nos muelen,
pero al fin también se cierran
y nos sentimos seguros.
¡Vive Dios!, cuánto aprendemos
en cada ciclo que pasa,
pues sea bueno o sea difícil,
siempre deja una enseñanza
y aún perdiendo, ganamos.
Hay ciclos que pediría
se conviertan en eternos
cuando llega una pareja,
con amor y tratos tiernos,
a vivir con alegría.
Así pues; querido amigo
cuando cierre yo mi ciclo
según ese plan divino,
espero haber aprendido
que mucho vale un amigo.
Finalmente a Dios dirijo
esta póstuma oración:
que tu santo hijo me guíe
y mis ojos sean cerrados,
por las manos de mis hijos.
junio de 2006.
Celaya, Guanajuato.
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