Por Rüdiger Konrad Schied Gross
Estudiante de Psicología
El aborto es un tema de mucha controversia en México. Los debates en torno a este asunto casi siempre están matizados por las emociones de los involucrados. Se trata de un asunto delicado porque compromete, al mismo tiempo, a muchos grupos e intereses contrapuestos.
Empecemos por definir qué entendemos por aborto. El diccionario de la Real Academia Española afirma que, un aborto es la “Interrupción del embarazo por causas naturales o deliberadamente provocadas. Puede constituir eventualmente un delito”.El argumento más utilizado en contra del aborto es que el feto es ya una persona. Es por esta razón, afirman los grupos pro-vida (no refiriéndome al Comité Nacional Provida, sino a cualquier grupo que está en contra del aborto), que a los 18 días de embarazo su corazón ya bombea sangre, a las siete semanas su cerebro produce sus propias ondas (criterio legal que establece si uno está vivo o muerto) al mismo tiempo que ya tiene ojos, lengua y labios; y a las diez semanas tiene todo lo que tiene un feto mayor, aunque sólo mida tres pulgadas o una onza de peso.
Los argumentos más utilizados por los grupos pro-elección o a favor del aborto son a) Que el feto no es una persona y b) Que la mujer tiene total derecho de controlar su cuerpo, y por lo mismo, de decidir si continúa o termina su embarazo.
La pugna que hasta ahora ha caracterizado cualquier debate en torno a este asunto parece infranqueable. Muchos son los argumentos a favor y en contra que de pronto afloran en medio de la polémica. Algunos más científicos que otros. Sin embargo, y a riesgo de parecer ilógico con el comentario que a continuación diré, sostengo que todos los argumentos que se contraponen no tienen mucho que ver con la decisión de legalizar o no el aborto en este país. Me parece mucho más importante atender al valor que le damos a cada uno de ellos para determinar su importancia en la toma de decisión. Esa valoración depende, casi enteramente, de la cultura y la sociedad que sirve de contexto a la decisión que se toma.
Yo personalmente, vengo de una sociedad en la que desde hace muchísimo tiempo el aborto está legalizado y la decisión depende únicamente de la mujer. La única regla que deben cumplir las mujeres que deciden abortar en Alemania es tener una asesoría con un doctor o trabajador social, que tiene como finalidad brindarles información acerca de todos los posibles riesgos implicados en la intervención, la ayuda que le brindará el Estado (económica, de adopción, etc.) y las posibles consecuencias psicológicas y físicas de tener o no al bebé. Después se les da un papel, con el que pueden presentarse en cualquier clínica especializada para que, si así lo deciden, sean intervenidas, corriendo el costo de la operación a cuenta del seguro de salud, el cual dicho sea de paso, en Alemania resulta obligatorio para todos los ciudadanos. Este procedimiento me parece muy bueno y los resultados muy provechosos. Hay pocos niños que nacen y no son queridos (con todas las malas consecuencias que implica eso), casi no hay niños de la calle, hay muy pocas madres que mueren dando a luz, no hay abortos ilegales (y por lo mismo no hay porque preocuparse de todos los riesgos y consecuencias que involucran ese tipo de prácticas) y no hay rechazo de la sociedad (salvo, quizá, de algunos fanáticos religiosos). En fin, para mi cultura y mi sociedad es una solución perfecta y funcional. El problema es que cada sociedad y cultura tiene diferentes valores y puntos de vista y por eso cada una otorga diferentes valores a los argumentos que usa para resolver éste o cualquier otro tipo de asuntos. Aquí en México se da mucho valor a las creencias religiosas, así como a la moral y a las reglas que se derivan de la religión. Que la fé tenga mucho valor y que la religión tenga mucho poder a mí me parece muy malo y peligroso, pero no soy miembro de esta cultura y sociedad y no la juzgo. Cada país, región o sociedad tiene sus propias reglas, valores y aspectos morales, y los únicos capaces de promover y producir un cambio real en tales cuestiones, son los mismos miembros de esas formaciones sociales.
Para mí es claro que sólo una mujer, que al fin de cuentas es la persona que “da a luz”, es quien puede decidir si es capaz o no de producir una nueva vida, independientemente de los argumentos que se esgriman, de parte de un grupo o de otro, para que lo haga o no. Su cuerpo es el productor. Ella es quien por nueve meses estará embarazada, y por lo mismo, quien tendrá todo el riesgo y la responsabilidad. Decir que una mujer es suficientemente hábil y responsable para tener hijos y negar al mismo tiempo que es suficientemente hábil y responsable para saber cuando no tener hijos me parece más que contradictorio, me parece ilógico e hipócrita.
En México, como en casi todos los países del mundo, la mayoría de los habitantes son mujeres, y si en los años venideros ellas quieren de verdad contar con el derecho de abortar, probablemente podrían lograrlo. Cada formación social tiene las reglas, costumbres y valores que merece porque la misma gente que las forma influye para que tales grupos sean de una determinada forma; de manera similar, las formaciones sociales que resultan, con su particular contexto social, político, económico, etc., influyen en la formación de los individuos para perpetuar indefinidamente un cierto estilo de vida. Aunque yo espere, por muchísimas razones, que sí se legalice el aborto en México, la decisión final dependerá de las mujeres y la sociedad en la que viven. Para mí, resulta claro y obvio que los pros de legalizar el aborto aventajan por mucho a los contras.
Pero mi opinión es la resultante de que yo le esté dando más valor a los argumentos que me parecen más humanos, inteligentes, avanzados y democráticos, pero quien tiene que verlo de la misma manera son ustedes, y como ya dije, tengo una opinión pero no juzgo.
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