De la esperanza…

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz



Este 27 de Octubre se celebra un aniversario más de la erección del Estado de Guerrero, habida cuenta de que en la sesión de la Cámara de Diputados del 27 de Octubre de 1849, se dio cuenta de la aprobación del Senado de “declarar erigido en la Federación Mexicana un nuevo Estado con el nombre de Guerrero”. Decreto que fue sancionado en la misma fecha por el general José Joaquín de Herrera, titular del Poder Ejecutivo Federal. Decreto de erección de nuestro Estado que fue publicado en el Periódico Oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos en el número correspondiente al miércoles 5 de diciembre del propio año de 1849, con lo cual tenemos que, desde hace 158 años mantenemos nuestro estatus de un actual Estado Libre y Soberano de los Estados Unidos Mexicanos.

Ríos de tinta se han escrito sobre este Estado y acerca de la evolución de sus instituciones, pero también ríos de sangre se han vertido por parte de sus habitantes, en la consecución de los valores que permiten a los seres humanos, luchar con denuedo e, incluso a costa de sus bienes, de su integridad corporal y de su vida misma, por el bien jurídico mas apetecido que es: la libertad.

Así, encontramos la participación de nuestro pueblo en las luchas libertarias por la Independencia de México; luchas denodadas contra el efímero imperio de Iturbide, por conseguir la Constitución primero en el Congreso Constituyente de Chilpancingo de 1813, que culminó con la Constitución de Apatzingán en 1814; su participación fundamental en la Constitución de 1824, sin perjuicio de la entrega total de los habitantes de esta entidad suriana en el Plan de Ayutla para derrocar al tirano Santa Anna; movimiento que provocó la convocatoria al Congreso Constituyente de 1856, cuyo resultado sensacional fue la Constitución de 1857, que a su vez prohijó esa gloriosa página jurídico-política en que consistieron las Leyes de Reforma, paradigma monumental de la división entre la Iglesia y el Estado y que, lamentablemente, los últimos regímenes de extrema derecha en nuestro país, pretenden revivir con los excesos, canógias, privilegios y favoritismos de quienes detentan el poder económico y político, al igual que el clero católico que en estos casos, siempre se ha visto insaciable.

Si observamos con detenimiento, en nuestro Estado se dieron también luchas fraticidas para consumar la creación de la Constitución Federal de 1917, primera Constitución social del siglo XX, en donde se elevaron a rango constitucional los derechos de los obreros y los campesinos.

Es obvio que, como hemos dicho una vez más, la historia de México no es otra más que la historia de sus Constituciones y para que nuestro país deambule por el terreno de la institucionalidad, es menester que exista un régimen jurídico cuyo soporte sea su Constitución, la cual ha sido consecuencia de la evolución histórica jurídico-política de nuestro pueblo y en donde éste ha sido siempre un factor determinante.

Ante eso, vale la pena saber si ese esfuerzo heroico dado por ínclitos guerrerenses para la vida institucional de nuestro país, ha sido aprovechado adecuadamente por nuestro pueblo. La respuesta es: ¡No!

En efecto, de una manera rapsódica, si observamos nuestra realidad actual, nos encontramos con las consecuencias del padecimiento de un caciquismo execrable, que ha perdurado ad nauseam y que nace desde los primeros caciques, quienes además de explotadores le agregaban el tono paternal a sus actuaciones, hasta el caciquismo impregnado de latrocinio sin medida de los tiempos actuales, a partir de gobernantes corruptos y población cómplice, salvo las honrosas excepciones de siempre.

¿Merece nuestro pueblo estar naufragando en la incompetencia, ignorancia, inseguridad, drogadicción, violencia, analfabetismo, miseria extrema, improductividad en el campo y en la industria, ineficiencia e ineficacia en la prestación de servicios, en la corrupción execrable, en el desatino político, en la insalubridad?, lacras todas estas que, a pesar de los esfuerzos de algunos gobernantes y gobernados, no estamos en aptitud y, consecuentemente, en actitud de superarlo partiendo del principio de que además, el 68.5 % de nuestros nacionales no creemos en los demás, o sea, hay una gran desconfianza según revela un estudio reciente de la ONU.

Todas las evidencias nos reportan una falta total, absoluta, de ética, moralidad, individual y colectiva, de solidaridad social. Cada quien actúa para sí mismo. Aun así, seguimos creyendo en el género humano, en su capacidad para resarcirse y para prodigarse hacia los demás. Eso es lo correcto. ¡Actuemos ya! O usted, esperanzado lector, ¿Qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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