De la insurrección…

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Se están sentando los pródromos para la celebración, a nivel nacional, del Bicentenario de la insurrección de Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. El pasado 20 de noviembre de 2007 se celebró el 97 aniversario del inicio de un movimiento que devino en la primera revolución social del siglo XX, anterior a la de Rusia que fue en1917 y a la de Weimar que fue en 1918 (que culminó también en su Constitución) y que muchos contemporáneos, ni recuerdan ni mucho menos saben por el abuso que se hizo, demagógicamente del tema.

Se ha escrito muchísimo, en grado superlativo súper regular, sobre la revolución mexicana que costó entre un millón y medio y tres millones de mexicanos, entre muertos, desaparecidos y exiliados en un universo de 15 millones de habitantes en el país.

Hay que recordar que cuando Francisco I. Madero convocó a la nación a través del Plan de San Luís a tomar las armas el 20 de noviembre de 1910, lo único que pretendía era que se respetara el voto popular, que se terminara con la eternización en el poder, a partir de las reelecciones fraudulentas de Porfirio Díaz, así como el cacicazgo que ejercían los jefes políticos de las entidades, sostenidos por el cuerpo de rurales y el ejercito federal.

Todos recordamos el triunfo de las elecciones por parte de Madero, la huida de Porfirio Díaz a Paris en donde murió 4 años después, así como la traición de Victoriano Huerta quien, en complicidad con el embajador de Estados Unidos en México propiciaron la caída, encarcelamiento y asesinato de Madero y su vicepresidente Pino Suárez.

Sin embargo, el hecho de querer obligar a licenciar sus tropas a Zapata y a Villa, no operó, cuenta habida de que no se dio cumplimiento a la solicitud de la reivindicación de sus tierras a los campesinos que habían sido despojados de las mismas.

Recordemos también que entonces Venustiano Carranza, de las clases en el poder (gobernador de Coahuila), no tan rico como Madero, creó el Primer Ejercito Constitucionalista, basado en el Plan de Guadalupe, para atacar al usurpador Victoriano Huerta, cosa que logró con el apoyo fundamental de Francisco Villa, Álvaro Obregón, Pablo González y Emiliano Zapata, pero al triunfo de Carranza, Villa y Zapata no reconocieron su hegemonía y comenzó la lucha por el poder, formándose dos alas entre Carranza, apoyado por Obregón quienes huyeron a Veracruz ante el embate de la otra facción integrada por Villa y Zapata.

Y a pesar de la Convención de Aguas Calientes que nombró presidente al general Eulalio Gutiérrez, éste no fue reconocido por estos últimos y quedaron escindidos ya como facciosos y no como revolucionarios.

Se da así el caso de que Álvaro Obregón se convierte en presidente de la República después de haber sido asesinados los caudillos Carranza en Tlaxcalaltongo, Villa en Parral y Zapata en Chinameca, y a su asesinato se erige como Jefe Máximo de la Revolución Plutarco Elías Calles, quien convierte, después del inicio estrictamente político que pretendía Madero y la revuelta armada que provocó la lucha de facciones, en instituciones al movimiento armado, creando un partido político, el PNR, para aglutinar a todas las fuerzas políticas y militares que componían en ese momento a la sociedad mexicana.

Desde entonces, los políticos, sus jilgueros, los académicos, los líderes sindicales, los profesionistas, los estudiantes, y toda una gama de estudiosos han reseñado y hecho la crónica de este movimiento que cundió, ante la sorpresa y estupor de Madero, de una manera inimaginable y la razón fue, obviamente, la gran disparidad que existía entre una clase muy rica y poderosa pero pequeña y una gran masa de miserables, esclavizados en las haciendas y los obrajes como lo describe el periodista John Kenneth Turner, en su libro México Bárbaro (obra que me he permitido aconsejar su lectura a todos mis alumnos desde que imparto clases a nivel licenciatura).

Resulta, en consecuencia, muy preocupante el hecho de que en la actualidad, a pesar de los grandes adelantos que hubo durante todo este tiempo en el logro y creación de muchas de nuestras instituciones, que ante los mas de 100 millones de habitantes que existimos en México, estamos hablando de 60 millones, aproximadamente, de pobres y mas de 20 millones en pobreza extrema, eufemismo para designar la miseria. En cambio, tenemos un grupo de élite que detenta la mayor concentración de riqueza. Quien no tiene nada que perder, lo arriesga todo. Antes las clases medias estaban mediatizadas, pero ahora se han depauperado. Las comisiones delictivas han proliferado, así como el crimen organizado. La clase política ha perdido credibilidad ante el electorado. ¿Qué sigue? Debemos reaccionar con objetividad, conciencia, con ética y responsabilidad, tanto gobernantes como gobernados ante tanta disparidad en lo económico y en lo social y no olvidemos que esos muertos y desaparecidos tuvieron como corolario la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Algo para recordar, cumplir y hacer cumplir. O usted, consciente lector, ¿Qué opina?

1 Comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Fernando:

Lamentablemente, hemos tenido que comprender, a fuerza de golpes y decepciones, que la Historia es cíclica. Que el ser humano tiene una memoria endeble, basada en una actitud conformista y que arriesga poco cuando se trata de asuntos políticos.

El ciudadano común, avasallado por las calamidades de una vida cotidiana en nuestro país (mismas que has descrito), poco puede hacer, como no sea levantar la voz.

Pero a diferencia de los tiempos en que Madero hizo lo mismo, esa voz ahora se difumina ante la avalancha de información surgida por todos los medios masivos de comunicación, incluído este.

No creo que sea necesaria otra Revolución, pero sí afirmo que en la medida que como mexicanos nos dejemos de lado a nosotros mismos en los ámbitos culturales (y hablo tanto de educación académica como general), estaremos condenados por nuestra indolencia y por los abusos de quienes, sabiendo que una masa ignorante es más fácil de manejar, mantengan nuestros cerebros adormilados por medios informativos que lo que más comentan y emiten son notas idiotizantes.

Hemos perdido mucho de ese ímpetu que como nación, nos impulsó antaño a figurar en los mejores rubros mundiales. Te lo digo porque viviendo en el extranjero desde hace 8 años, veo el reflejo mexicano debilitarse y perderse entre noticias de lo peor que tenemos. Es triste.

Se decía que la pluma es mas poderosa que la espada. Ojalá fuese real en nuestro caso y que nuestras palabras calaran hondo en las conciencias para rescatar lo rescatable, defender lo defendible, valorizar lo que vale la pena de nuestra esencia mexicana y crecer nuevamente, basados en los conceptos de lo que debemos y lo que no debemos hacer como país.

Tarea de locos, pero no imposible.
Quiero suponer eso.



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