Por la Psic. Laura Elizabeth Martínez Hernández
El domingo 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pasan los años, y en nuestro país sigue siendo una realidad que tanto en la calle como en casa, la mujer siga siendo vulnerable ante las actitudes de dominio y control del sistema patriarcal, en base al cual, se educa y promueve en algunas familias mexicanas.
Como datos históricos cabe mencionar que, el 20 de diciembre de 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (A/RES/48/104) y que desde el 17 de diciembre de 1999, a través de la resolución 54/134, dicha Asamblea ha declarado el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, invitando a los gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales a que organicen para ese día actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto al problema de la violencia contra la mujer. Desde 1981, las militantes en favor del derecho de la mujer observan el 25 de noviembre como el día contra la violencia. La fecha fue elegida como conmemoración del brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo (1930-1961).Es precisamente en el año de 1999 que llego del Distrito Federal al Estado de Guerrero para presentar, junto con mi compañera y amiga la Mtra. Paulina Leyva y Lasso, un proyecto al Gobierno del Estado para abrir un Centro de Apoyo Interdisciplinario a Víctimas de Violencia intrafamiliar y Sexual (CAIV); proyecto que al ser aprobado, logró la apertura de dos CAIV, uno en Chilpancingo y otro en Acapulco, a través de la Secretaría de la Mujer, a cargo de la Profesora María Inés Huerta, y con el apoyo del DIF Estatal y de la Procuraduría General de Justicia del Estado.
La apertura del CAIV es respaldada en apoyo a la aprobación, en abril de 1999, de la Ley de Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar del Estado de Guerrero, y la posterior apertura de los Ministerios Públicos Especializados en Violencia Intrafamiliar y Sexual por parte de la PGJ Guerrero.
Después de mi experiencia de casi 8 años de trabajo como terapeuta de víctimas de violencia intrafamiliar y sexual en el Distrito Federal, fue todo un reto llegar a Guerrero para abrir un espacio en el cual se brindara una atención integral a una problemática que sigue permeando en muchas familias mexicanas: la violencia contra la mujer. Por lo tanto, el reto estaba en conjuntar un equipo de personal capacitado y sensibilizado, capaz de atender de forma cálida, profesional y con alternativas reales para las víctimas que solicitaran atención.
Dirigir durante un año dicho centro me llevó a hacer conciencia de una realidad que sigue vigente en mi país, ya que siguen existiendo usos y costumbres que predominan y son tolerados, haciéndose presentes prácticas de abuso como la compra de mujeres, los arreglos de matrimonio sin el consentimiento de la mujer, el abuso físico y sexual de padres y padrastros hacia "las mujeres de su propiedad", siendo que en Guerrero se habla de costumbres prevalecientes en comunidades de la Sierra y en particular en algunos pueblos indígenas.
Sin embargo, dicha realidad rebasa la posibilidad de que en las ciudades (en la civilización) sea más moderado el uso de la violencia como medio para resolver los conflictos. La posición adoptada por la mujer citadina de conductas defensivas y agresivas para con el varón, en defensa de sus derechos, llega a ponerla en alto riesgo de ser lastimada al responder también de manera agresiva y encontrarse con la realidad de su desventaja a nivel de fuerza física con el varón, presentándose un alto número de casos que terminan en el hospital, en el cementerio, o en su defecto la cárcel, al llegar al límite de matar al victimario.
Vivir este 25 de noviembre, Día de la No Violencia contra la Mujer, es recordar a mujeres tales como aquella que llegó en riesgo de muerte al CAIV, siendo hospitalizada pero sin querer denunciar al marido, y 3 meses después regresar casi en los huesos, solicitando "ahora sí demandar al marido" porque seguía maltratándola, pero también porque empezaba a maltratar a los hijos.
Como olvidar aquella chica adolescente, indígena, hablando escasamente español, quien asustada pidió auxilio a unos vecinos porque su padre abusaba de ella y huyó al enterarse de que sería vendida a un señor de su pueblo; como olvidar la búsqueda de las instituciones que pudieran apoyarla y darle asilo, el uso que estas tuvieron que hacer de toda estrategia y de actitud empática para que permitiera la revisión médica y poder así recopilar evidencia para soportar la investigación y el seguimiento posterior al tomar el caso el DIF municipal.
Estos dos casos son ejemplos de cientos, de miles de casos que siguen siendo reportados en los CAIV, en los hospitales, en los ministerios públicos especializados, en el DIF estatal y municipal, quizá en las escuelas, además de la loable labor de organizaciones no gubernamentales que encaminan sus esfuerzos para brindar espacios de asesoría legal, psicológica y la formación de grupos de autoayuda y capacitación para las mujeres que así lo requieran.
Decir que en México contamos con una educación basada en la equidad de género, donde prevalece el respeto a la igualdad de derechos desde el reconocimiento de las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres, sigue siendo un objetivo para quienes estamos comprometidos a tomar conciencia de que la violencia hacia la mujer sigue siendo una cruda realidad.
Además de los foros de discusión, de las marchas para decir "No a la violencia", de las propuestas de ley a los congresos estatales y federal, el compromiso mayor está en la casa de cada uno de nosotros, en poner atención en la forma en la cual estamos educando a nuestros hijos, en la construcción de nuestras relaciones de pareja, en la integración de los equipos de trabajo con igualdad de derechos entre hombres y mujeres, conjuntando así los esfuerzos que, día con día, garanticen la posibilidad del cambio. Con cada granito de arena se podrá mantener la confianza de eliminar progresivamente los patrones de sometimiento patriarcal que siguen haciendo presencia en muchas familias.
Di no a la violencia, rompe el silencio.
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