Del dialogo…

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Todos sabemos, entendemos o, en el mejor de los casos, creemos que el diálogo es una forma de comunicación entre los seres humanos, es decir, lo entendemos como coloquio, conversación o plática entre dos o más personas; como un debate entre personas, grupos o ideologías de opiniones distintas y aparentemente irreconciliables, en busca de comprensión mutua; en suma, la manera de expresar nuestros puntos de vista y confrontarlos con nuestros interlocutores, para arribar a conclusiones que permitan el acuerdo necesario para seguir caminando en la construcción de los propósitos idóneos, para el beneficio de todos los que integramos a nuestra colectividad.

De esta guisa, en toda relación humana es menester dialogar, hablar, intercambiar opiniones y puntos de vista para encontrar consensos y lograr acuerdos en los propósitos comunes, así como lograr la distensión en aquellos casos de posible confrontación. En pocas y concisas palabras, hablando se entiende la gente, como dicen en mi pueblo.

Surgen entonces cuestionamientos muy elementales: ¿Qué pasa o qué debe hacerse cuando el diálogo no fructifica de acuerdo a lo deseado? ¿Qué sucede cuando las posiciones son tan extremas o intolerantes, en su caso, que no es posible llegar a acuerdos? Las respuestas tienen diferentes vertientes y ello depende de la óptica o perspectiva con que se les mire.

En efecto, si se trata de relaciones entre particulares, es decir, entre personas jurídicas entendidas como centros de imputación normativa y éstas se dan en un nivel de coordinación, ello no afecta sino solamente a las partes, pero si se da en una relación de supraordinación, o sea la que se da entre gobernantes y gobernados, entonces los acuerdos o desacuerdos sí van a afectar no sólo a las partes, sino a toda la comunidad en general.

Siempre hemos privilegiado el diálogo como una manera inteligente, prudente, responsable y efectiva (las más de las veces), para dirimir controversias y llegar a acuerdos que beneficien a las partes en un conflicto en donde siempre debe adoptarse una postura de distensión y no extrema o cerrada ante las propuestas de la contraparte, es decir, estar dispuestos a ceder, en alguna medida, en nuestras posiciones y ante las contrapropuestas, pero siempre en el ánimo de resolver las diferencias, no en ceder para ser avasallados por nuestra contraparte.

Es el caso, sin embargo, que habida cuenta de la sobrepoblación que padecemos, de la inmensa proliferación de pobres y miserables, en su caso, de la minoría que detenta el poder económico, merced a la inicua, voraz e inequitativa distribución de la riqueza económica, aunado a las políticas voraces de la llamada globalización (que sólo beneficia a las grandes empresas transnacionales), es que las masas se están organizando para exigir toda una serie de prestaciones, derechos, incluso prebendas y privilegios que creen les corresponden, a través de marchas, manifestaciones, apoderamiento de las principales avenidas de las también principales ciudades, bloqueos e, incluso, ataques incendiarios, robos, secuestros de unidades de transporte público, plantones que impiden el acceso a las oficinas gubernamentales, lo que conlleva a tomar como rehenes al resto de la población que padece estas exigencias.

El problema es, en síntesis, que al no haber el diálogo idóneo, con las personas autorizadas o competentes (no intermediarios), ni haber un adecuado manejo y equitativo de la cosa pública, los problemas se agrandan y se complican cada vez más, poniéndose en peligro la paz y estabilidad de la sociedad, con el consabido riesgo que implica el que las cosas sigan creciendo hasta que no haya forma de solución alguna.

El problema es que la ciudad, el puerto y la bahía de Acapulco es el lugar preferido para este tipo de manifestaciones, y que si bien tienen derecho los manifestantes para hacerlo, también es cierto que la ley indica la manera de hacerlo y en la especie no se ha dado.

Todos los días se obstruye la Av. Costera Miguel Alemán o la Av. Cuauhtémoc, si no son los normalistas (apoyados por sus congéneres de otras partes del país) son los transportistas, o alumnos de escuelas primarias y secundarias, los sindicatos de trabajadores o los campesinos, en fin, todo el mundo se siente con derecho para hacerlo, pero el diálogo, ¿Está dando resultados? ¿Se ha avanzado en la solución de los conflictos o se va a tensar la cuerda hasta que se reviente? ¿Y la ley y el orden? ¿Y los derechos del resto de la ciudadanía están resguardados y ésta está protegida?

¿O no hay solución? Ya se está en la urgencia de apuntar soluciones. No hay que permitir que los problemas se agranden. Siempre estuvo, está y estará el imperio de la ley. O usted, expectante lector, ¿Qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

Periplos en red busca crear espacios intelectuales donde los universitarios y académicos expresen sus inquietudes en torno a diferentes temas, motivo por el cual, las opiniones e ideas que expresan los autores no reflejan necesariamente las de Periplos en red , porque son responsabilidad de quienes colaboran para el blog escribiendo sus artículos.



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