Por el Ing. Sergio Amaya Santamaría

Cuando al amor hacemos referencia,
evocamos sin pensar al ser amado,
aquel que, tiernamente, nos llena su presencia;
que mirando hacia el frente, camina a nuestro lado.
Pero hay otro amor que el tiempo ha olvidado,
es el amor filial a nuestros padres,
amor puro y desinteresado,
el padre, un héroe y ella la abnegada madre.
Cuando Dios nos premia con hermanos,
damos otro amor, puro y fraterno,
el cual nos distingue a los humanos,
pues es un don del Dios eterno.
Luego vienen los años de amistades
y Dios nos da en la vida otros hermanos,
a quienes damos amores fraternales,
si sabemos cuidarles, florecerán en nuestras manos.
Viene luego un amor, rico y paterno,
que damos a los hijos sin medida,
fieles a natura y a lo Eterno
de amar a nuestros hijos y a la vida.
Enero 14, 2008,
Naucalpan, Estado de México
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