Del desorden…

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz

La clase política mexicana, en estos momentos, está viviendo experiencias diferentes, aún cuando las diferencias no signifiquen necesariamente etapas de superación o de logros, tanto en la lucha por acceder al poder como en el ejercicio de dicho poder cuando se logra alcanzarlo.

Los medios nos reflejan, cotidianamente, las actividades de los políticos en donde prevalecen, por sobre todas las cosas, el interés personal o de grupo de quienes detentan el poder, así como se puede decir lo propio de quienes aspiran a detentarlo. Pero lejos están de efectivamente trasladar sus esfuerzos a una verdadera y auténtica reivindicación social o a una actividad que redunde en un mejor equilibrio no tanto entre las fuerzas del poder como en la distribución de la riqueza en un país tan rico como el nuestro en recursos naturales, pero depauperado al extremo por la inequitativa repartición de la riqueza, que se genera a partir de la dualidad entre el capital y el trabajo.

Surge entonces la idea de que quienes aspiran o luchan por acceder al poder político, ello debe de hacerse sin parar mientes en los métodos o en los procedimientos para lograrlo. Han mantenido en constante actualización la idea de que “el fin justifica los medios” en la más pura concepción del renacentista Nicolás Maquiavelo.

Se han olvidado, en consecuencia, de la parte esencial que significa la ética en la política y tanto se han despegado de esta idea que a cualquier persona que se le mencione la ética como elemento de la política, lo menos que puede provocar es una sonrisa de sorna, si no una carcajada destemplada de burla. Es decir, creen que la ética no tiene nada que ver con la política, lo cual evidencia la degradación de esta última, así como su equivocada concepción en lo que podría denominarse “política vista a la mexicana”.

El maestro Juan Manuel Terán Mata nos dice en su libro de Filosofía del Derecho, que “La diferencia entre Política y Ética no es de género a especie; la Política no existe separada de la Ética, sino que es un capítulo de ella (…) la Ética es definida como la ciencia de la voluntad y de las acciones; examina la estructura de la voluntad y de la conducta (sólo que) como la voluntad tiene diversas formas de manifestación (en lo jurídico, en lo religioso, etc.) entonces, dentro del conocimiento de la Ética es necesario enjuiciar lo que tiene de especial cada tipo o modo de acción”.

De esta suerte, “…debe hacerse la aplicación de los principios éticos de lo que es común al ethos, al campo jurídico social; y así surge la Ética como Política, porque surge ese capítulo desglosado de un conjunto armónico”. En otras palabras: “La política es aquel capitulo de la Ética que se ocupa de los fines de la sociedad y de la organización jurídica estatal”.

Los conceptos anteriores nos llevan a concluir la necesidad lógica de la actividad ética dentro de la política y tal parece que la clase política nacional no considera estos elementos como parámetros válidos de su quehacer en consecución de administrar la cosa pública. La praxis cotidiana evidencia la falta total de ética en el actuar de los protagonistas y de los participantes en los procesos electorales, salvo las honrosas excepciones de siempre. Eso resulta obvio a partir de su actuación dentro de los órganos del poder en donde hay un denominador común que es el no acatar la ley, el no regirse por el orden jurídico establecido, por lo cual se lleva a situaciones de facto que le llaman “soluciones políticas” a cuestiones que son de estricto derecho. Es decir, no se respetan las normas estatutarias de los partidos y, en su caso, no se respetan las normas jurídicas vigentes que regulan el ejercicio del poder, como la preparación de los procesos y de los protagonistas para su acceso al mismo.

Lo anterior, al margen de las ideologías políticas que alimentan tanto a los que detentan el poder, como a los que aspiran a ello, en donde los extremos se juntan para crear un totum revolutum que se refleja en la ineficiencia e ineficacia, dentro del ejercicio del poder, como al sentarse los pódromos de las campañas electorales y el desarrollo de las mismas.

La falta pues, de respeto a la ley, es consecuencia de la falta de ética en el ejercicio de la política, que ya quedamos que aquí le llaman “política” a una serie de maniobras de todo jaez, aunque no sean las debidas, todas por acceder al poder y en la especie se traduce en malos gobiernos, en pueblos depauperados, y lo que es peor, en ciudadanos apáticos y refractarios a todo aquello que signifique actividad política. Debemos enmendarlo. Nuestro país lo vale. O usted, ético lector, ¿Qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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