Sin códigos

3

Por Zaidena


Introducción

Eran las 21.30 hrs., Luisa acomodaba su escritorio, estaba literalmente destruida. Hacía casi dos meses que venían siguiendo un caso y hoy, sus esfuerzos dieron frutos. Habían logrado apresar al falsificador de dólares.

Fue un trabajo desgastante; el detenido parecía un pez en el agua por lo escurridizo, cuando parecía que lo tenían…. Ya no estaba más, pero bueno, el caso se había cerrado; sólo quedaba la satisfacción de haberlo logrado, y este cansancio que le domó el cuerpo a su gusto.

Tenía la mente saturada de operativos, permisos, espías, corridas, trabajos de inteligencia. Sólo quería llegar a su casa.

Ella era la Agente Especial, Detective Luisa Fúnez, había trabajado mucho tiempo en la capital santafesina, en la Seccional 2da.; ahora había sido trasladada a Rosario, y su Departamento asignado era el de Criminalística, aunque a veces se colaboraba con Delitos Federales como en el caso de los dólares falsos.

Su Departamento estaba integrado por el Jefe, Comisario Miguel Morales, un Ayudante, el Detective Mario Espósito, y ella, que era Agente Especial con el cargo de Detective.

Se ocupaban de los casos que les enviaban, pero cuando el caso era muy complejo se unían tres Agentes más, que cumplían las mismas funciones pero con jurisdicción en otro sector de la ciudad.

La misma estaba dividida en ocho sectores, con cuatro especialistas en cada uno. Pero todos trabajaban en el mismo edificio. Ese era su centro de operaciones y una manera de estar comunicados ante cualquier duda o cruzamiento de casos.

Funcionaban en Boulevard Oroño, esquina Rioja, casi en el corazón de Rosario, ciudad hermosa que cada vez la enamoraba más.

Ellos ocupaban un sector del 4to., piso. En los pisos 5to. Y 6to. funcionaban los laboratorios de estudios generales y específicos, y en el 7mo. piso estaba la morgue Judicial.

Luisa era hermosa, casi parecía imposible que fuera tan linda.
Tenía una cabellera muy espesa, de pelo rojizo, que casi siempre lo llevaba en una trenza para poder dominarlo un poco. Cuando iba a trabajar con el cabello suelto, éste le llegaba casi hasta la cintura, era como ver un volcán en erupción.

Sus ojos eran grandes, levemente achinados, de un color grisáceo; una boca sensual y un cuerpo lleno de exquisitas curvas. Era realmente tan perfecta que casi hacía daño mirarla.

Pero también era “especialmente” inteligente, y con una intuición y sagacidad innata. No había detalle que se le escapara. Todos le tenían muchísimo respeto y aprecio.

Vivía sola en un departamento a sólo dos cuadras de ahí. Tenía 31 años, y luego de una relación amorosa que nunca dio a conocer y que no fue nada favorable para ella no se le pudo conocer nada más.

Su compañero de trabajo, Mario, siempre la cargaba diciéndole que no era posible que estuviera sola; ella nunca respondía, sólo reía y a su vez lo cargaba a él y todo terminaba ahí.

Mario tenía una hermosa familia y muchas veces la invitaba a cenar o a almorzar o cuando había algún acontecimiento en su familia, su esposa la apreciaba mucho.



PRIMERO

Luisa llegó a su casa. Se bañó, cenó y rápidamente se acostó, su cuerpo ya no le respondía, eran las 22.30 hrs.

Le parecía que en el departamento de al lado tocaban el timbre con insistencia, no podía despertarse. De pronto se dio cuenta de que era su teléfono. Con los ojos cerrados por lo pesado que sentía los párpados, estiró la mano, tomó el tubo y dijo un ronco… ¡Hola!

__ Luisa, soy Mario, vas a tener que venir, nos llegó un caso a nuestra Sección.

__ ¿Qué hora es? Dijo aún sin reaccionar

__ Las cuatro y cuarto, pero vestíte rápido porque te paso a buscar y vamos al lugar, creen que sólo fue una muerte natural, pero por las dudas veamos el escenario, y vos sabes que en estos casos cada minuto es importantísimo.

__ Sí, dale, vení a buscarme.

Habían pasado sólo quince minutos y ya estaba esperando en el hall del edificio. Ya en el auto, tomaron Boulevard Oroño hasta Av. Pellegrini y siguieron hasta Presidente Roca, justo enfrente de una pizzería y sobre la vereda, divisaron un cuerpo cubierto con un nylon negro. No bien llegaron se dirigieron a los policías que estaban custodiando la escena.

__ ¿Algún dato? Preguntó Luisa

__ Sí _dijo un agente_ según el documento se llamaba Javier Aranda, tenía 60 años y, aparentemente, era Jefe del Sector Bioquímico del Laboratorio Medicinal AUME S.A. Ubicamos a un amigo por un número telefónico que tenía, ya tendría que estar llegando. Nos dijo el amigo que el occiso era casado y que tenía dos hijos de 33 y de 36 años. Ya nos dirá más cuando llegue.

__ ¿Y sus pertenencias? Preguntó Mario.

__ Nada le faltaba __le dijo el agente__, su billetera estaba intacta y dentro de ella tenía doscientos dólares que ya figuran en el registro que hicimos; evidentemente, el móvil no fue el robo, salvo que en el momento de robarle alguien lo o los hubiera visto, se asustaran y se fueran, o simplemente estamos ante un infartado, cosa muy probable debido a ese color azulado que está tomando, ¿no le parece?

__ Puede ser __dijo Luisa__, pero me parece muy rápido para que tome este color. Ya veremos. Nosotros vamos a la Central, ya tomamos todas las fotos necesarias, cuando llegue la morguera usted vaya custodiándola, voy a indicar autopsia, acá hay algo que no me cierra.

__ ¿Por qué? __le insinuó Mario__ ¿Qué es lo que dice tu instinto?

__ No, no quiero apresurarme, pero no lo veo del todo claro. ¡Fíjate cómo está vestido! Trabaja en un Laboratorio importante, es casi imposible que no tenga auto. Por la forma y la ubicación de su cuerpo venía caminando… ¿A esta hora? ¿Vestido así?... Pero bueno, ya veremos, es sólo que me pica la nariz, y cuando eso sucede las cosas siempre se nos complican.

Mario se largó a reír.

__ ¡Tenés razón! __dijo__ tu nariz es el termómetro de los asesinos. Ambos rieron mientras subían al auto para ir hasta la central.

En el viaje Luisa llamó al Comisario en Jefe, Miguel Morales y lo puso al tanto de todo.

__ Está bien __dijo__ procedan como siempre, estoy en el celular.

Llegaron a la Sede, estaban sólo los empleados de guardia. Ambos fueron a sus lugares de trabajo no sin antes avisar que si llegaba un masculino diciendo ser amigo del muerto, lo hicieran pasar inmediatamente. Luisa le dijo a Mario que buscara en la computadora si el occiso tenía antecedentes o si estaba ingresado en el Sistema.

Todo resultó negativo. Habían pasado apenas quince minutos cuando Luisa retiró el fax con la orden del Juez de turno para retirar al cadáver del lugar donde lo encontraron. Llamó a un Agente por su número interno y lo envió al lugar del hecho con el fax. Ya pronto lo traerían, pensó. Preguntó al último piso quién estaba de guardia en autopsias, le dijeron que estaba el Doctor Iván Alev. Habló con él y le pidió que cuando trajeran el cuerpo le hiciera una exhaustiva y minuciosa autopsia.

El Doctor, riendo, le dijo que se quedara tranquila, que él siempre, y como ella sabía, trabajaba así, pero que hoy se esmeraría más, tras lo cual se largó a reír con una risa cargada de nicotina y de dolores ajenos. Su voz, al igual que su andar, era sereno, cansino, lleno de tiempos y de vivencias tristes, su continuo contacto con la muerte lo había vuelto taciturno, con ojos de mirada lánguida, con risas cortas, casi tímidas, como quien pide permiso para reír. Era una persona tan querida y respetada que el sólo hecho de que estuviera al frente de una autopsia era de por sí solo una garantía.

El Guardia de turno le avisó que había llegado la persona esperada. La hicieron pasar inmediatamente.

Su nombre era José Onofre. Estaba sumamente apesadumbrado. Les contó que su amigo se llamaba Javier Aranda, que hacía sólo una semana que había cumplido los 60 años, casado con Dorita Melián, una mujer excelente, muy buena esposa y madre. Que tenía dos hijos, Juan Javier de 36 años, casado, médico, y Renato, de 33 años, soltero, Kinesiólogo.

Siguió contando que Javier hacía más o menos 39 años que trabajaba en el laboratorio AUME S.A. Dijo que entró ahí cuando aún era un estudiante de bioquímica y la Empresa estaba manejada por el suegro del actual dueño, quien había sido el fundador de la misma. No tenía mucho más que decir comentó, sólo que Javier había dedicado toda su vida al trabajo, que era un “muy buen tipo”, íntegro, honesto, leal, padre y amigo de sus hijos, marido y compañero de su esposa; que la amistad de ellos era de toda la vida pues habían nacido casa por medio y con días de diferencia así que hicieron toda la escolaridad primaria y media juntos; que a pesar de estudiar carreras diferentes, ya que él era Contador Público, la vida nunca los había separado y continuaron esa amistad engrosada con el tiempo por la simpatía y afecto de sus hijos y esposas.

__ ¿Usted cree que alguien haya querido matarlo? Preguntó Luisa a quemarropa.

__ ¡Por favor! __contestó José__ ¡De ninguna manera! Javier no tenía enemigos, al contrario, cualquiera habría querido conocerlo y admirarlo.

__ ¿Algún problema laboral? Insistió Luisa.

__ ¡No! ¡Para nada! Él estaba como Jefe Laboratorista, pero todos lo respetaban porque él respetaba a todos. Pero… ¿Qué pasa detective? ¿Usted está insinuando que hubo un homicidio?

__ No, no, para nada, todavía no se le a hecho la autopsia, pero nosotros nos manejamos así, tratamos de ganarle al tiempo, en principio creemos que se trata de un infarto, no hay otro móvil visible, sus pertenencias estaban intactas, de manera que descartamos el robo, pero le pregunto, ya que era su amigo, ¿por qué venía caminando a esa hora? ¿No tenía auto?

__ Sí, sí, tiene auto, lo que pasa es que llevaba una vida muy sedentaria entonces su médico le indicó caminar, y como no tenía mucho tiempo de hacerlo, su hijo lo llevaba en auto al trabajo por las mañanas y el volvía caminando, sólo por eso.

__ Está bien __dijo Luisa__ nos ha aclarado bastante el panorama. Le damos las gracias por su molestia y más aún en un momento como éste donde la pérdida de un amigo es terrible, le pedimos como último favor que reconozca al cuerpo, es un mero formulismo. Al usted reconocerlo, mañana se lo entregamos a los familiares y luego sí, podrá retirarse dejándonos su teléfono previamente por si necesitamos ubicarlo.

Ya solos nuevamente, y luego de corroborar que Aranda no tenía ninguna clase de antecedentes, ni que estaba en el sistema, resolvieron ir a dormir ya que el resultado de la autopsia recién estaría para las nueve de la mañana aproximadamente. Quedaron de acuerdo en encontrarse ahí a las 8.30 hrs., y luego ir hasta el Laboratorio sólo a ver su ámbito de trabajo.

__ Me parece que la cosa viene fácil. Dijo Mario.

__ Parecería, ¿no? __dijo Luisa__ Veremos qué resulta.

Se saludaron y cada uno partió raudo para su casa, ya eran las seis y media de la mañana y realmente estaban muy cansados.

3 Comentarios:

zaid dijo...

Espero les guste esta mini novela cuyos capitulos se iran publicando semanalmente
zaidena

Guillermo E. TibaldO dijo...

jejeje

Obvio que me gusta

Yo lo he leido el otro dia..

jeje

cariñoss Zaid =)

Guille..

Anónimo dijo...

me perdi con las imagenes!!! que mal gusto, tanto de fotos como de intento de literatura.



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