Por Zaidena
Bajó al comedor. No había mucha gente, sólo algún lugareño y alguno que otro viajante. Se sentó cerca de una ventana que daba a la vereda. El aroma que inundaba el Restó era agradable, dulzón, profundo.
En la mesa que estaba a su lado un hombre taciturno, con el rostro surcado por las arrugas que sólo producen los años y los sinsabores de la vida, tomaba parsimoniosamente un plato de sopa.
Mario llamó al mozo. Éste le ofreció el plato del día, “Dorado a la parrilla con guarnición de papas y ensalada mixta “.
__ Está bien, tráigalo.
__ ¿Y de beber?
__Tráigame un Santa Isabel tinto, un sifón y cubitos.
__ ¡Cómo no! Ya le hago marchar el pedido.
Mientras esperaba la comida hacía un pantallazo general del lugar. A los diez minutos, llegó el mozo con “una picadita” para ir tirando y, mientras le servía el vino, le hizo la pregunta inevitable:
__ ¿De vacaciones? ¿De negocios?
__ En realidad estoy trabajando, pero es un trabajo muy especial, soy policía, del Departamento VIII de la Policía de la Provincia de Santa Fe, con asiento en la localidad de Melincué, en el Departamento General López, y vengo a averiguar datos de una persona que hace muchos años vivió acá.
__ ¡Aja! …. ¿Y a quién busca si es que puede saberse?
__ Si….si… no es ningún secreto, busco a algún familiar de la Sra. Dolores Noguera, que ya hace veinticinco años se fue de este lugar.
__ Noguera… Noguera… Acá hay mucha gente con ese apellido, pero casi todos viven en la otra zona. Pero claro, si hace 25 años que se fue yo no puedo acordarme porque en ese momento tenía 5 años. Pero no se preocupe, mañana pregunte a algún lugareño y estoy seguro que le contará con pelos señales. Acá es así, todo el mundo conoce la vida del otro. Bueno voy a buscarle el pescado porque si sigo hablando se va a venir solo a la mesa.
Mario rió de la ocurrencia y agradeció en mente que le trajera el pescado, estaba muerto de hambre. Mientras tanto comenzó a atacar de lleno a la picadita.
El señor de la mesa de al lado lo miró fijo y le dijo:
__ Perdone mi intromisión, pero no pude evitar escuchar que está buscando a “la “Dolores Noguera”, ¿qué hizo?, ¿a quién mató ahora?
__ ¡Perdón! ¿Qué dice? ¿Cómo que “a quién mató ahora”? ¿A quién mató antes?
__Yo no soy quien para contestarle, pero hágame caso, mañana no vaya a preguntar a sus familiares, vaya a la Comisaría, nadie mejor que ellos para contarle.
Dijo eso, se levantó, pagó en el mostrador y con la misma rapidez, se fue.
__ ¡Mozo! ¡Mozo! Gritó Mario
__ Sí ¿qué pasó?
__ ¿Quién era el hombre que estaba sentado en esa mesa?
__ No sabría decirle, lo tengo visto, pero no sé quién es. ¿Por qué? ¿Pasó algo? ¿Lo molestó?
__ No, no… Todo está bien. ¡Gracias!
Mario tomó el celular, marcó el número de Villamil y le contó lo sucedido.
Eran las 8.15 horas y ya estaba listo; bañado, desayunado y caminando hacia la comisaría. El Agente que estaba en la sala de guardia lo atendió. Mario se presentó, le mostró su credencial y pidió hablar con el comisario o con el titular de la comisaría. Lo hicieron pasar a una oficina contigua y le dijo:
__ Espere por favor, el comisario ya viene.
A los cinco minutos, se oyó una voz ronca, de fumador nato, que venía dando órdenes por un pasillo, de pronto apareció en la puerta entrando como una tromba el comisario.
__Perdón, perdón por la tardanza, usted debe de ser el detective Cuevas; soy el comisario Domingo Muñoz y estoy a sus órdenes. ¿Qué lo trae por acá?
Mario le contó todo al comisario, mate por medio, ya que a los segundos de estar sentado frente a su escritorio apareció otro agente con un equipo de mate.
__ Acá vivimos a mate __dijo el comisario riendo__ ¿Usted gusta detective?
__ Por supuesto, lo acompaño __le contestó Mario__ Por lo que le comenté anteriormente es que vengo a preguntar sobre Dolores Noguera, pero ese es el único dato que tengo. Anoche, mientras cenaba, un masculino sentado cerca de mí escuchó que le preguntaba al mozo por ella y me dijo “¿Qué hizo?, ¿a quién mató ahora?”, pero no pude preguntarle más porque se fue rápidamente y el mozo no lo conocía.
__ Mire detective yo no estaba en ese entonces, como supondrá, pero acompáñeme a la sala de archivos, que si hubo un caso, ahí estará seguro.
__ Sí, vamos. Lo sigo.
Cientos de archivos estaban prolijamente ubicados. Cada caso tenía una caja donde estaba su carátula y su número de expediente; todas apiladas respetando el abecedario.
Muchas cajas tenían carátulas que iniciaban con “N”, buscaron afanosamente, pero no encontraron nada. El comisario dijo:
__ Vamos al sótano, como ha pasado tanto tiempo posiblemente se haya bajado la caja.
Bajaron, y luego de buscar arduamente la encontraron; los autos caratulados decían: “NOGUERA, Dolores s/ HOMICIDIO “- (Expte. Nro. 365/1980).
__ ¡Acá está! Exclamó el comisario.
Subieron con la caja. El Comisario le dijo:
__ Ahí está mi despacho, póngase cómodo; yo debo salir pero cualquier cosa que necesite le pide al agente Olmos, que estará a su disposición. ¡Suerte!
__ Gracias comisario, empezaré a trabajar ya.
Estuvo todo el día leyendo el expediente; sólo dejó unos diez minutos para comer un sándwich que le trajo el agente, al que agradeció sumamente.
Anotó cuidadosamente todo lo que le pareció interesante; fotocopió otros escritos. Con todo ello, sumado al “Resuelvo” final formó una interesante carpeta. Ya eran las 20.30 horas. Estaba por salir cuando apareció el comisario, que de ninguna manera lo dejó ir. Habían preparado un asado completo para agasajarlo.
No pudo decir que no. Fue al hotel, se bañó, habló con Villamil. Le dijo que volvería al día siguiente con datos muy interesantes. Hecho esto se fue a cenar con sus colegas.
Durmió profundamente, pero antes de las seis ya estaba volviendo; ni siquiera desayunó, lo haría en la autopista Santa Fe – Rosario.
Eran las doce cuando estaba estacionando el auto en el aparcamiento policial. Tomó sus apuntes, su carpeta, y entró raudo. Fue derecho a la oficina del comisario.
__ Acá estás. Bueno, ¿qué nos traes?
__ Lo invito a almorzar jefe, ahí le cuento, realmente estoy muerto de hambre.
__ Está bien… está bien… vayamos a almorzar.
Bajó al comedor. No había mucha gente, sólo algún lugareño y alguno que otro viajante. Se sentó cerca de una ventana que daba a la vereda. El aroma que inundaba el Restó era agradable, dulzón, profundo.
En la mesa que estaba a su lado un hombre taciturno, con el rostro surcado por las arrugas que sólo producen los años y los sinsabores de la vida, tomaba parsimoniosamente un plato de sopa.
Mario llamó al mozo. Éste le ofreció el plato del día, “Dorado a la parrilla con guarnición de papas y ensalada mixta “.
__ Está bien, tráigalo.
__ ¿Y de beber?
__Tráigame un Santa Isabel tinto, un sifón y cubitos.
__ ¡Cómo no! Ya le hago marchar el pedido.
Mientras esperaba la comida hacía un pantallazo general del lugar. A los diez minutos, llegó el mozo con “una picadita” para ir tirando y, mientras le servía el vino, le hizo la pregunta inevitable:
__ ¿De vacaciones? ¿De negocios?
__ En realidad estoy trabajando, pero es un trabajo muy especial, soy policía, del Departamento VIII de la Policía de la Provincia de Santa Fe, con asiento en la localidad de Melincué, en el Departamento General López, y vengo a averiguar datos de una persona que hace muchos años vivió acá.
__ ¡Aja! …. ¿Y a quién busca si es que puede saberse?
__ Si….si… no es ningún secreto, busco a algún familiar de la Sra. Dolores Noguera, que ya hace veinticinco años se fue de este lugar.
__ Noguera… Noguera… Acá hay mucha gente con ese apellido, pero casi todos viven en la otra zona. Pero claro, si hace 25 años que se fue yo no puedo acordarme porque en ese momento tenía 5 años. Pero no se preocupe, mañana pregunte a algún lugareño y estoy seguro que le contará con pelos señales. Acá es así, todo el mundo conoce la vida del otro. Bueno voy a buscarle el pescado porque si sigo hablando se va a venir solo a la mesa.
Mario rió de la ocurrencia y agradeció en mente que le trajera el pescado, estaba muerto de hambre. Mientras tanto comenzó a atacar de lleno a la picadita.
El señor de la mesa de al lado lo miró fijo y le dijo:
__ Perdone mi intromisión, pero no pude evitar escuchar que está buscando a “la “Dolores Noguera”, ¿qué hizo?, ¿a quién mató ahora?
__ ¡Perdón! ¿Qué dice? ¿Cómo que “a quién mató ahora”? ¿A quién mató antes?
__Yo no soy quien para contestarle, pero hágame caso, mañana no vaya a preguntar a sus familiares, vaya a la Comisaría, nadie mejor que ellos para contarle.
Dijo eso, se levantó, pagó en el mostrador y con la misma rapidez, se fue.
__ ¡Mozo! ¡Mozo! Gritó Mario
__ Sí ¿qué pasó?
__ ¿Quién era el hombre que estaba sentado en esa mesa?
__ No sabría decirle, lo tengo visto, pero no sé quién es. ¿Por qué? ¿Pasó algo? ¿Lo molestó?
__ No, no… Todo está bien. ¡Gracias!
Mario tomó el celular, marcó el número de Villamil y le contó lo sucedido.
Eran las 8.15 horas y ya estaba listo; bañado, desayunado y caminando hacia la comisaría. El Agente que estaba en la sala de guardia lo atendió. Mario se presentó, le mostró su credencial y pidió hablar con el comisario o con el titular de la comisaría. Lo hicieron pasar a una oficina contigua y le dijo:
__ Espere por favor, el comisario ya viene.
A los cinco minutos, se oyó una voz ronca, de fumador nato, que venía dando órdenes por un pasillo, de pronto apareció en la puerta entrando como una tromba el comisario.
__Perdón, perdón por la tardanza, usted debe de ser el detective Cuevas; soy el comisario Domingo Muñoz y estoy a sus órdenes. ¿Qué lo trae por acá?
Mario le contó todo al comisario, mate por medio, ya que a los segundos de estar sentado frente a su escritorio apareció otro agente con un equipo de mate.
__ Acá vivimos a mate __dijo el comisario riendo__ ¿Usted gusta detective?
__ Por supuesto, lo acompaño __le contestó Mario__ Por lo que le comenté anteriormente es que vengo a preguntar sobre Dolores Noguera, pero ese es el único dato que tengo. Anoche, mientras cenaba, un masculino sentado cerca de mí escuchó que le preguntaba al mozo por ella y me dijo “¿Qué hizo?, ¿a quién mató ahora?”, pero no pude preguntarle más porque se fue rápidamente y el mozo no lo conocía.
__ Mire detective yo no estaba en ese entonces, como supondrá, pero acompáñeme a la sala de archivos, que si hubo un caso, ahí estará seguro.
__ Sí, vamos. Lo sigo.
Cientos de archivos estaban prolijamente ubicados. Cada caso tenía una caja donde estaba su carátula y su número de expediente; todas apiladas respetando el abecedario.
Muchas cajas tenían carátulas que iniciaban con “N”, buscaron afanosamente, pero no encontraron nada. El comisario dijo:
__ Vamos al sótano, como ha pasado tanto tiempo posiblemente se haya bajado la caja.
Bajaron, y luego de buscar arduamente la encontraron; los autos caratulados decían: “NOGUERA, Dolores s/ HOMICIDIO “- (Expte. Nro. 365/1980).
__ ¡Acá está! Exclamó el comisario.
Subieron con la caja. El Comisario le dijo:
__ Ahí está mi despacho, póngase cómodo; yo debo salir pero cualquier cosa que necesite le pide al agente Olmos, que estará a su disposición. ¡Suerte!
__ Gracias comisario, empezaré a trabajar ya.
Estuvo todo el día leyendo el expediente; sólo dejó unos diez minutos para comer un sándwich que le trajo el agente, al que agradeció sumamente.
Anotó cuidadosamente todo lo que le pareció interesante; fotocopió otros escritos. Con todo ello, sumado al “Resuelvo” final formó una interesante carpeta. Ya eran las 20.30 horas. Estaba por salir cuando apareció el comisario, que de ninguna manera lo dejó ir. Habían preparado un asado completo para agasajarlo.
No pudo decir que no. Fue al hotel, se bañó, habló con Villamil. Le dijo que volvería al día siguiente con datos muy interesantes. Hecho esto se fue a cenar con sus colegas.
Durmió profundamente, pero antes de las seis ya estaba volviendo; ni siquiera desayunó, lo haría en la autopista Santa Fe – Rosario.
Eran las doce cuando estaba estacionando el auto en el aparcamiento policial. Tomó sus apuntes, su carpeta, y entró raudo. Fue derecho a la oficina del comisario.
__ Acá estás. Bueno, ¿qué nos traes?
__ Lo invito a almorzar jefe, ahí le cuento, realmente estoy muerto de hambre.
__ Está bien… está bien… vayamos a almorzar.
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