Por el Ing. Sergio A. Amaya Santamaría
El Licenciado Juvenal Fuentes paseaba nerviosamente a lo largo de su despacho, todavía le faltaban ocho meses para terminar su gestión como Presidente Municipal del Guayabal, sin embargo, en lo que menos pensaba era en los problemas que tenía pendientes de resolver en las diferentes comunidades del Municipio, Su Secretario Particular tenía instrucciones precisas para no recibir a ninguna persona hasta nueva orden. De momento todos los asuntos relacionados con la administración Municipal estaban siendo canalizados hacia los Regidores, pues el Licenciado estaba dedicado a su ya inminente nominación para Diputado Federal. El estaba seguro ya de ser el “elegido”, pero le hacía falta la comunicación oficial.En esos momentos su nerviosismo era debido precisamente a que, ya estaba por recibir las llamadas telefónicas del operador, del Dirigente Nacional del Partido y del Representante Estatal. Hacía apenas dos días que le habían asegurado que él sería el designado, pero tenía que recibir la “bendición” del Gobernador y del Dirigente Nacional, así como las primeras instrucciones para iniciar su campaña. Ya su gente mas allegada estaba enterada de esta situación y rápidamente habían ido a expresarle su solidaridad y su buena disposición para brindarle su ayuda en “todo-lo-que-usted-necesite-Licenciado”
De pronto sonó el teléfono, estremeciendo al Licenciado co¬mo si hubiera escuchado un cañonazo, abalanzándose a contestarlo de inmediato. La voz de su secretaria sonó monótona:
_Le llama el señor Gobernador, Licenciado.
_Páselo de inmediato, repuso excitado. Instantes después, cambiando el tono de su voz, repuso mientras permanecía de pie, como si tuviera enfrente al funcionario:
_Señor Gobernador, encantado de saludarle, ¿a qué debo tan grande honor?..... Sí, Señor Gobernador, me informaron anteayer y no sabe cuánto le agradezco su apoyo Señor Gobernador.... Claro que sí, Señor Go¬bernador, usted sabe que siempre estaré a sus órdenes…… Sí, Señor Gobernador..... Lo tomaré en cuenta para los discursos, Señor Gobernador.... Como usted me indique Señor Gobernador......Desde luego que le mantendré informado Señor Gobernador…. Si, Señor Gobernador, le reitero mis respetos para su señora esposa Señor Gobernador.
Colgó el auricular y hasta entonces pareció que volvía a respirar, tenía la frente perlada de sudor. Con lo antipático que le es el Gobernador, pensó y no se diga la ballena que tiene por esposa, ¡uffl! lo que tenía que soportar, pero ya llegaría el momento en que podría enderezar un poco la espalda.
El hombre continuó sentado, su nerviosismo lo denotaba jugueteando con un lápiz. Ahora solo le faltaban dos llamadas por recibir, una de ellas estaba casi a su mismo nivel, pero la otra, es decir la de México, era de tanto cuidado como la del Gobernador, pues el Dirigente Nacional del Partido se podía convertir en un enemigo poderoso, por la tanto había necesidad de tratarlo con pinzas y aceptar los lineamientos que fijara para la compaña.
Unos minutos después sonó nuevamente el teléfono, descolgándolo de inmediato.
_Licenciado, _volvió a sonar la voz mecánica de su secretaria,_ le llama el Sr. Camacho, el Dirigente Estatal.
_Comuníqueme señorita, gracias.
_Que tal Camachito, ¿cómo has estado?... vaya, qué bien... pues ya ves hermano, salimos premiados…. Claro, tú sabes que siempre seremos cuates… Desde luego Camachito, por acá te espero…. Sí, ya hablé con el Sr. Gobernador, desde luego que haremos mención de él durante la campaña…. Claro a mi no se me olvida, sin su apoyo la hubiera tenido muy difícil… Oye hermano, ¿cuando me mandas la propaganda?... Vaya, qué bueno, me dará mucho gasto atender a los muchachos… Desde luego que sí, ya estoy elaborando mi solicitud de Licencia, de cualquier manera podremos contar con los vehículos del Municipio, también tengo ofrecimientos de algunos amigos…. No te preocu¬pes Camacho, te espero para que me acompañes al inicio de campaña..... muy bien hermano, nos veremos.
Colgó la bocina y se quedó pensativo en su silla, hablando para sí mismo. De verdad que es bien parejo el Camacho, eso de querer prepararme hasta los discursos, claro que así se evita uno el riesgo de las “quemadas”, porque no podemos negar que aunque no tenga un grado Universitario, le halla muy bien a esto de la “polaca’. Es bien “grillo” este cuate. Ahora que esté en México voy a tratar de recomendarlo haría buen papel en otros puestos, tiene verdadero espíritu de grupo.
Poco a poco se fue sintiendo mas tranquilo para esperar la siguiente llamada, una más y se podría ir a comer tranquilamente a casa. Tenía qué platicar con su esposa, pues ella era también importante en su carrera, pasaría a formar parte del grupo de las señoras de “arriba” y siempre había oportunidad de enterarse de cosas importantes. Le pediría que se fuese adelantando para conseguir una buena casa en la Capital, tendría que estar en una buena colonia, pues se vería mal que por las prisas llegara a cualquier colonia proletaria. No señor, eso no le pasaría a él.
Por tercera vez sonó el teléfono y el Licenciado se apresuró a contestar.
_Le llaman del Partido, Licenciado, _informó la voz mecánica de la secretaria.
_Gracias señorita, la tomo.
_Mi querido Doctor, qué gusto saludarlo… Señor, antes que otra cosa, quiero agradecerle la confianza que ha depositado en mi…. No señor, sé que sin usted no lo hubiese logrado, usted ha sido un maestro, un guía en mi carrera…. Sí Doctor, ya hablé con el Sr. Gobernador y con el Sr. Camacho….. Desde luego que seguiré las instrucciones de usted…. Sí Doctor, todo está en calma en el Municipio….. ¿La fábrica de los señores Bermúdez?.... No Doctor, es un problema sin importancia… Desde luego Señor Doctor, ya lo estoy investigando…. Claro Doctor, pero no creo que sea de cuidado para la campaña….. Así lo haré Doctor, le informaré en cuanto tenga resultados de la investigación….. ¿Usted piensa que esto venga del Centro?.... Sí, pueden ser esos “ardidos”, no se resignan a aceptar que el pueblo está con nosotros…. Pierda cuidado Doctor, le llamaré pronto…. Claro que sí Señor Doctor, tomaré muy en cuenta sus valiosas indicaciones…. Pierda cuidado Doctor, le llamaré pronto…. Hasta luego Doctor y le repito mi agradecimiento. Adiós.
El Licenciado colgó el aparato, se quedó pensativo y muy molesto… Estos méndigos “gachupines”, ya fueron con el cuento con el Doctor, por lo menos le dijeron que ya los estoy atendiendo, ¿qué tal si me atarugo tantito?, ahorita lo estaría lamentando.
Gritando por el interfono dio instrucciones a su secretaria.
_¡Señorita!, localice a Gaitán y dígale que se reporte a cualquier hora, aunque sea a mi casa, me voy a comer y nos vemos en la tarde.
El Licenciado salió por una puerta trasera, evitando la sa¬la de recepción, no quería que nadie le importunara con estúpidos problemillas municipales. A partir de ese momento estaba colocado un poco mas arriba de los “simples mortales”.
Subió a su automóvil y enfiló hacia su casa a comunicar a su esposa las buenas noticias.
Era jueves por la noche, como todas las semanas, desde que eran novios, Ramón y Rosita gustaban de ir a la serenata cuando ésta salía de trabajar. La pareja se encontraba sentada en una banca cerca del kiosco. La Banda Municipal tocaba en esos momentos el vals “Sobre las Olas”, que tanta aceptación tenía por tratarse de la obra más conocida de un paisano. Los jóvenes escuchaban embelesados la melodía en tanto Rosita se comía un algodón de azúcar que Ramón le había comprado. Al terminar la melodía, los enamorados se pararon dispuestos a ca¬minar alrededor de la plaza, la que en esos momentos se encontraba muy animada. El primero en hablar fue Ramón.
_jCaray!, de veras que son bonitas estas serenatas, fíjate que de chamaco me gustaba venir junto con Lupe, mi amigo y nos pasábamos las horas viendo a la gente. Nunca me imaginé que estaría yo aquí y además acompañado de la mujer más bonita del Guayabal.
_Qué bonitas cosas dices Ramoncito, _contestó la joven mirando a su novio amorosamente,_ lo que pasa es que nosotros los pobres te¬nemos pocas oportunidades de divertirnos y esto, pues es gratis, aquí no se divierte el que no quiere.
_¿Sabes de qué me estoy acordando Rosita?
_De qué pues, contestó intrigada Rosita.
_Pues de que ya faltan dos semanas para la fiesta del barrio, la fiesta de la Virgen. He estado ahorrando unos centavitos para gastarlos ese día, ¿qué te parece?.
_De veras, no me acordaba. Voy a ver si puedo comprar una tela para estrenar un vestido ese día, a mi también me gusta pasear con el hombre más bueno y mas guapo del pueblo.
_Oye Rosita, _dijo Ramón poniéndose serio,_ ¿tú crees que tus papás te den permiso de pasar todo el día conmigo?.
—Yo creo que sí, contestó sonriente la joven, nada más ten¬go que ir con ellos a misa y después me quedaré contigo.
La serenata había terminado, los músicos estaban recogiendo sus instrumentos en tanto que la gente se fue retirando por diferentes rumbos. Los vendedores ambulantes se desgañitaban tratando de vender sus últimos productos.
Ramón y Rosita se dirigieron a la casa de la joven, camina¬ban tranquilos, tomados de la mano, sin darse cuenta de que dos pares de ojos los observaban con atención. Eran Gaitán y Guzmán que por informes recibidos tenían la certeza de que Ramón se encontraba entre la gente que estaba moviendo a los trabajadores. Los agentes se habían propuesto indagar su domicilio y con quien se reunía el joven. Habló Guzmán:
_Cómo la ves Gaitán, si me das permiso agarro a este cabrón con todo y su muñeca y verás que pronto solucionamos este asunto.
_No compadre, _contestó el agente,_ tenemos que trabajar con cuidado, por ahora solo nos interesa saber donde vive la parejita, es bueno saber que tenemos a alguien para apretarlo en caso necesario.
Los jóvenes llegaron a la puerta de la casa de Rosita, sin haberse percatado que los habían seguido y que la pareja se encontraba en la esquina, en espera de que Ramón se fuera a su casa.
En la entrada de la vivienda estaba Don Efrén, el padre de Rosita. Ramón lo saludó solícito.
_Buenas noches Don Efrén, ¿cómo está?
_Buenas Ramón,...aquí, tomando el fresco, ¿cómo les fue a ustedes?
_Muy bien papá, contestó la joven mientras le daba un cari¬ñoso beso a su padre. Nos entretuvimos en la serenata.
_Está bueno Rosita, métete a saludar a tu madre.
_Está bueno papá, adiós Ramoncito, nos vemos mañana.
_Y cuéntame Ramón, _continuó Don Efrén,_ ¿Qué es lo que está pasando en la fábrica?, me he encontrado a varios trabajadores amigos míos y todos parecen inquietos.
_Pues es lo de siempre, _contestó Ramón cauteloso,_ la situación está difícil, no alcanza el dinero para nada.
_Pero me dicen que están circulando unos volantes en que se exigen mejores salarios, ¿tú que sabes de eso?
_Pues lo mismo que los demás, Don Efrén, por ahí aparecieron esos papeles. Yo creo que puede haber problemas si los patrones no hacen algo.
_Pero qué pueden hacer Ramón, ellos también deben tener sus problemas. No, la cosa no es tan sencilla, _dijo meditativo mientras se quitaba el sombrero para rascarse la cabeza_
_Pues sí debe estar difícil, pero ellos tienen la barriga llena y no ven la situación como nosotros.
_No, pues en eso sí tienes razón, pues ojala que pronto se solucione todo, esa fábrica le hace falta al pueblo. Muchas familias dependen de ella y en general se beneficia todo el comercio.
_Bueno Don Efrén, _dijo Ramón despidiéndose,_ yo me retiro, pues mi jefecita ya debe estar con pendiente.
_Bien, muchacho, _contestó el hombre,_ vete a tu casa y salúdame a tu madre. Buenas noches.
Ramón volvió sobre sus pasos para continuar camino a su ca¬sa. Los agentes se ocultaron en el quicio de una puerta para no ser vistos por el joven, en cuanto dobló la esquina continuaron su vigilancia. Cuando el joven entró a la vecindad, los agentes se llegaron hasta la puerta para estar seguros de cual era su vivienda. Una vez cumplido su cometido, los hombres regresaron al centro del pueblo, todavía tendrían tiempo de tomarse unas cervezas en el Casino, en tanto era hora de llevar al Licenciado a su casa.
De pronto sonó el teléfono, estremeciendo al Licenciado co¬mo si hubiera escuchado un cañonazo, abalanzándose a contestarlo de inmediato. La voz de su secretaria sonó monótona:
_Le llama el señor Gobernador, Licenciado.
_Páselo de inmediato, repuso excitado. Instantes después, cambiando el tono de su voz, repuso mientras permanecía de pie, como si tuviera enfrente al funcionario:
_Señor Gobernador, encantado de saludarle, ¿a qué debo tan grande honor?..... Sí, Señor Gobernador, me informaron anteayer y no sabe cuánto le agradezco su apoyo Señor Gobernador.... Claro que sí, Señor Go¬bernador, usted sabe que siempre estaré a sus órdenes…… Sí, Señor Gobernador..... Lo tomaré en cuenta para los discursos, Señor Gobernador.... Como usted me indique Señor Gobernador......Desde luego que le mantendré informado Señor Gobernador…. Si, Señor Gobernador, le reitero mis respetos para su señora esposa Señor Gobernador.
Colgó el auricular y hasta entonces pareció que volvía a respirar, tenía la frente perlada de sudor. Con lo antipático que le es el Gobernador, pensó y no se diga la ballena que tiene por esposa, ¡uffl! lo que tenía que soportar, pero ya llegaría el momento en que podría enderezar un poco la espalda.
El hombre continuó sentado, su nerviosismo lo denotaba jugueteando con un lápiz. Ahora solo le faltaban dos llamadas por recibir, una de ellas estaba casi a su mismo nivel, pero la otra, es decir la de México, era de tanto cuidado como la del Gobernador, pues el Dirigente Nacional del Partido se podía convertir en un enemigo poderoso, por la tanto había necesidad de tratarlo con pinzas y aceptar los lineamientos que fijara para la compaña.
Unos minutos después sonó nuevamente el teléfono, descolgándolo de inmediato.
_Licenciado, _volvió a sonar la voz mecánica de su secretaria,_ le llama el Sr. Camacho, el Dirigente Estatal.
_Comuníqueme señorita, gracias.
_Que tal Camachito, ¿cómo has estado?... vaya, qué bien... pues ya ves hermano, salimos premiados…. Claro, tú sabes que siempre seremos cuates… Desde luego Camachito, por acá te espero…. Sí, ya hablé con el Sr. Gobernador, desde luego que haremos mención de él durante la campaña…. Claro a mi no se me olvida, sin su apoyo la hubiera tenido muy difícil… Oye hermano, ¿cuando me mandas la propaganda?... Vaya, qué bueno, me dará mucho gasto atender a los muchachos… Desde luego que sí, ya estoy elaborando mi solicitud de Licencia, de cualquier manera podremos contar con los vehículos del Municipio, también tengo ofrecimientos de algunos amigos…. No te preocu¬pes Camacho, te espero para que me acompañes al inicio de campaña..... muy bien hermano, nos veremos.
Colgó la bocina y se quedó pensativo en su silla, hablando para sí mismo. De verdad que es bien parejo el Camacho, eso de querer prepararme hasta los discursos, claro que así se evita uno el riesgo de las “quemadas”, porque no podemos negar que aunque no tenga un grado Universitario, le halla muy bien a esto de la “polaca’. Es bien “grillo” este cuate. Ahora que esté en México voy a tratar de recomendarlo haría buen papel en otros puestos, tiene verdadero espíritu de grupo.
Poco a poco se fue sintiendo mas tranquilo para esperar la siguiente llamada, una más y se podría ir a comer tranquilamente a casa. Tenía qué platicar con su esposa, pues ella era también importante en su carrera, pasaría a formar parte del grupo de las señoras de “arriba” y siempre había oportunidad de enterarse de cosas importantes. Le pediría que se fuese adelantando para conseguir una buena casa en la Capital, tendría que estar en una buena colonia, pues se vería mal que por las prisas llegara a cualquier colonia proletaria. No señor, eso no le pasaría a él.
Por tercera vez sonó el teléfono y el Licenciado se apresuró a contestar.
_Le llaman del Partido, Licenciado, _informó la voz mecánica de la secretaria.
_Gracias señorita, la tomo.
_Mi querido Doctor, qué gusto saludarlo… Señor, antes que otra cosa, quiero agradecerle la confianza que ha depositado en mi…. No señor, sé que sin usted no lo hubiese logrado, usted ha sido un maestro, un guía en mi carrera…. Sí Doctor, ya hablé con el Sr. Gobernador y con el Sr. Camacho….. Desde luego que seguiré las instrucciones de usted…. Sí Doctor, todo está en calma en el Municipio….. ¿La fábrica de los señores Bermúdez?.... No Doctor, es un problema sin importancia… Desde luego Señor Doctor, ya lo estoy investigando…. Claro Doctor, pero no creo que sea de cuidado para la campaña….. Así lo haré Doctor, le informaré en cuanto tenga resultados de la investigación….. ¿Usted piensa que esto venga del Centro?.... Sí, pueden ser esos “ardidos”, no se resignan a aceptar que el pueblo está con nosotros…. Pierda cuidado Doctor, le llamaré pronto…. Claro que sí Señor Doctor, tomaré muy en cuenta sus valiosas indicaciones…. Pierda cuidado Doctor, le llamaré pronto…. Hasta luego Doctor y le repito mi agradecimiento. Adiós.
El Licenciado colgó el aparato, se quedó pensativo y muy molesto… Estos méndigos “gachupines”, ya fueron con el cuento con el Doctor, por lo menos le dijeron que ya los estoy atendiendo, ¿qué tal si me atarugo tantito?, ahorita lo estaría lamentando.
Gritando por el interfono dio instrucciones a su secretaria.
_¡Señorita!, localice a Gaitán y dígale que se reporte a cualquier hora, aunque sea a mi casa, me voy a comer y nos vemos en la tarde.
El Licenciado salió por una puerta trasera, evitando la sa¬la de recepción, no quería que nadie le importunara con estúpidos problemillas municipales. A partir de ese momento estaba colocado un poco mas arriba de los “simples mortales”.
Subió a su automóvil y enfiló hacia su casa a comunicar a su esposa las buenas noticias.
Era jueves por la noche, como todas las semanas, desde que eran novios, Ramón y Rosita gustaban de ir a la serenata cuando ésta salía de trabajar. La pareja se encontraba sentada en una banca cerca del kiosco. La Banda Municipal tocaba en esos momentos el vals “Sobre las Olas”, que tanta aceptación tenía por tratarse de la obra más conocida de un paisano. Los jóvenes escuchaban embelesados la melodía en tanto Rosita se comía un algodón de azúcar que Ramón le había comprado. Al terminar la melodía, los enamorados se pararon dispuestos a ca¬minar alrededor de la plaza, la que en esos momentos se encontraba muy animada. El primero en hablar fue Ramón.
_jCaray!, de veras que son bonitas estas serenatas, fíjate que de chamaco me gustaba venir junto con Lupe, mi amigo y nos pasábamos las horas viendo a la gente. Nunca me imaginé que estaría yo aquí y además acompañado de la mujer más bonita del Guayabal.
_Qué bonitas cosas dices Ramoncito, _contestó la joven mirando a su novio amorosamente,_ lo que pasa es que nosotros los pobres te¬nemos pocas oportunidades de divertirnos y esto, pues es gratis, aquí no se divierte el que no quiere.
_¿Sabes de qué me estoy acordando Rosita?
_De qué pues, contestó intrigada Rosita.
_Pues de que ya faltan dos semanas para la fiesta del barrio, la fiesta de la Virgen. He estado ahorrando unos centavitos para gastarlos ese día, ¿qué te parece?.
_De veras, no me acordaba. Voy a ver si puedo comprar una tela para estrenar un vestido ese día, a mi también me gusta pasear con el hombre más bueno y mas guapo del pueblo.
_Oye Rosita, _dijo Ramón poniéndose serio,_ ¿tú crees que tus papás te den permiso de pasar todo el día conmigo?.
—Yo creo que sí, contestó sonriente la joven, nada más ten¬go que ir con ellos a misa y después me quedaré contigo.
La serenata había terminado, los músicos estaban recogiendo sus instrumentos en tanto que la gente se fue retirando por diferentes rumbos. Los vendedores ambulantes se desgañitaban tratando de vender sus últimos productos.
Ramón y Rosita se dirigieron a la casa de la joven, camina¬ban tranquilos, tomados de la mano, sin darse cuenta de que dos pares de ojos los observaban con atención. Eran Gaitán y Guzmán que por informes recibidos tenían la certeza de que Ramón se encontraba entre la gente que estaba moviendo a los trabajadores. Los agentes se habían propuesto indagar su domicilio y con quien se reunía el joven. Habló Guzmán:
_Cómo la ves Gaitán, si me das permiso agarro a este cabrón con todo y su muñeca y verás que pronto solucionamos este asunto.
_No compadre, _contestó el agente,_ tenemos que trabajar con cuidado, por ahora solo nos interesa saber donde vive la parejita, es bueno saber que tenemos a alguien para apretarlo en caso necesario.
Los jóvenes llegaron a la puerta de la casa de Rosita, sin haberse percatado que los habían seguido y que la pareja se encontraba en la esquina, en espera de que Ramón se fuera a su casa.
En la entrada de la vivienda estaba Don Efrén, el padre de Rosita. Ramón lo saludó solícito.
_Buenas noches Don Efrén, ¿cómo está?
_Buenas Ramón,...aquí, tomando el fresco, ¿cómo les fue a ustedes?
_Muy bien papá, contestó la joven mientras le daba un cari¬ñoso beso a su padre. Nos entretuvimos en la serenata.
_Está bueno Rosita, métete a saludar a tu madre.
_Está bueno papá, adiós Ramoncito, nos vemos mañana.
_Y cuéntame Ramón, _continuó Don Efrén,_ ¿Qué es lo que está pasando en la fábrica?, me he encontrado a varios trabajadores amigos míos y todos parecen inquietos.
_Pues es lo de siempre, _contestó Ramón cauteloso,_ la situación está difícil, no alcanza el dinero para nada.
_Pero me dicen que están circulando unos volantes en que se exigen mejores salarios, ¿tú que sabes de eso?
_Pues lo mismo que los demás, Don Efrén, por ahí aparecieron esos papeles. Yo creo que puede haber problemas si los patrones no hacen algo.
_Pero qué pueden hacer Ramón, ellos también deben tener sus problemas. No, la cosa no es tan sencilla, _dijo meditativo mientras se quitaba el sombrero para rascarse la cabeza_
_Pues sí debe estar difícil, pero ellos tienen la barriga llena y no ven la situación como nosotros.
_No, pues en eso sí tienes razón, pues ojala que pronto se solucione todo, esa fábrica le hace falta al pueblo. Muchas familias dependen de ella y en general se beneficia todo el comercio.
_Bueno Don Efrén, _dijo Ramón despidiéndose,_ yo me retiro, pues mi jefecita ya debe estar con pendiente.
_Bien, muchacho, _contestó el hombre,_ vete a tu casa y salúdame a tu madre. Buenas noches.
Ramón volvió sobre sus pasos para continuar camino a su ca¬sa. Los agentes se ocultaron en el quicio de una puerta para no ser vistos por el joven, en cuanto dobló la esquina continuaron su vigilancia. Cuando el joven entró a la vecindad, los agentes se llegaron hasta la puerta para estar seguros de cual era su vivienda. Una vez cumplido su cometido, los hombres regresaron al centro del pueblo, todavía tendrían tiempo de tomarse unas cervezas en el Casino, en tanto era hora de llevar al Licenciado a su casa.
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