Por Sergio A. Amaya S.

II
La investigación


Al verlo llegar, el guardia lo reconoció, pues era frecuente que pasara por ahí.

_Bienvenido, Comandante Solís, ¿busca al Doctor Santoyo? Hace poco que llegó y está en su gabinete.

_Gracias, don Toño, contestó Agustín sin detenerse.

Efectivamente, Santoyo hacía poco tiempo que había llegado y estaba ordenando sus notas de campo, para corroborarlas con la necropsia que iba a realizar.

_Qué pasó, Agustín, ¿ya resolviste el asunto?

_No, hombre, si esto parece estar enredado, mas bien quiero que me auxilies proporcionándome las huellas dactilares para tratar de identificar al sujeto, pues no portaba ninguna identificación. De lo único que estoy seguro es de que el móvil del crimen no fue el robo, pues llevaba bastante dinero encima. Lo que no vi fue su reloj, ¿me puedes decir si lo llevaba?

_En la izquierda no, solamente el raspón en la derecha. Solo que se lo hayan robado al matarlo.

_No lo creo, contestó el Comandante, pues le habrían robado también la cadena de oro con todo y medalla.

_Vamos, pues a empezar, Agustín, dijo el Médico, colocándose la bata de trabajo y unos guantes de látex. Primero lo vamos a desnudar, a ver qué nos puede decir su ropa, la cual se ve de buena calidad.

_Así es, Doctor, lo noté desde un principio, este amigo se fue a meter a la zona equivocada, ¿no te parece?

_Desde luego, afirmó el galeno, habrá qué investigar qué pitos tocaba.

Una vez desnudo el cuerpo, revisaron con cuidado las prendas. El policía notó que la camisa era hecha a la medida y tenía una discreta etiqueta adherida a la parte baja del cuello.

“Camisas Eusebio”
Aguascalientes, Ags.
68732536
Marca registrada.


_Interesante, dijo como para sí mismo el detective, este amiguito tenía posibilidades y gusto por la ropa de buena calidad. Por lo menos ya tengo un lugar por donde empezar a saber el nombre del muchacho.

_¿A qué hora tendremos datos de tu autopsia?, preguntó al Doctor.

_Preliminares, te tendré algo por la tarde. Completas, hasta mañana por la tarde.

_Muy bien, Pepe, me voy a poner a trabajar con esta etiqueta, ya te comentaré lo que vaya sucediendo.

El policía salió, dejando al médico iniciando su trabajo. Por principio de cuentas, tomó huellas dactilares de los diez dedos del occiso. Revisó cuidadosamente todo el cuerpo y notó una pequeño tatuaje sobre la parte alta del omóplato derecho, representaba un curioso dibujo de una calavera roja sobre una flor de lis blanca. Medía dos centímetros de alto por uno y medio de ancho. Tomó unas fotografías; por lo demás, el cuerpo no presentaba marcas ni cicatrices. El tono de piel era blanco rosáceo y muy poco vello corporal, era casi lampiño.

Luego tomó impresiones de su dentadura. Dientes limpios. Dentadura completa, sin señales de caries ni implantes. Poco se podría obtener de ellos, pero habría qué ver. Tendría que obtener muestras de sangre, de substancias contenidas en el estómago y, en fin, determinar la causa real de la muerte. Le esperaban horas de arduo trabajo.

En tanto el Comandante Agustín Solís se dirigía a su oficina, ubicada en un viejo edificio de la avenida San Juan de Letrán. Buscó un estacionamiento en el callejón de Dolores y luego caminó hacia el edificio. El guardia de la entrada lo saludó de forma militar y el detective subió al piso seis, donde estaba su oficina. Al verlo llegar, la Secretaria le habló:

_Comandante Solís, el Jefe me pidió que cuando llegara usted, pasara a buscarlo.

_Gracias, Chelito, ¿está desocupado en este momento?

_Sí, Comandante, puede usted pasar.

El detective se encaminó al despacho del Jefe y dando unos ligeros golpes en la puerta, la abrió y entró.

_Buenos días, mi General, estoy a sus órdenes.

_Gracias, Comandante, me informaron que anoche hubo un 51, ¿de qué se trata?

_Un hombre de unos treinta y cinco, bien vestido, apuñalado, pero sin haber sido robado, lo encontraron en la colonia Pensil, algo inusual para el tipo de ropa que portaba. Traía llaves de un auto, pero no se encontró éste por los alrededores. Ahora vengo del Legista y la única pista hasta el momento, es una etiqueta de una camisa hecha a medida, voy a empezar con eso.

_Manténgame informado, pues estos muertitos suelen levantar polvo, como siempre, nada de información a la prensa, hasta que yo lo autorice. Puede retirarse.

_A la orden, mi General, estaré en mi oficina, si me necesita.

Diciendo lo anterior, el detective salió del despacho y se encaminó a su oficina. Sus compañeros se encontraban ocupados en sus propios asuntos, pues eran días de cierta actividad política y pocos elementos, entre ellos él mismo, estaban destinados a delitos del fueron común. Afortunadamente no lo habían destinado a cuestiones políticas, pues eran bastante desalmados con los detenidos, casi siempre jóvenes estudiantes y líderes políticos.

Fuera de su oficina, había tres escritorios ocupados por sus ayudantes, tres jóvenes detectives a quienes adiestraba en la investigación, como habían hecho con él en tiempos pasados.

_A ver, muchachos, pasen a mi oficina, por favor.

Los tres jóvenes pasaron y se acomodaron en un sillón de piel negra que había en la oficina, el Comandante se sentó en una silla, frente a ellos.

_¿Cómo van en sus investigaciones?. Dime tú, Juvenal..

_Pues yo ya he terminado, solamente me falta acabar el informe para mi General. El robo ha sido aclarado a cabalidad y el responsable ya está en la Preventiva.

_Y tú, Gustavo, ¿cómo va el asunto de la anciana balaceada?

_Tenemos a un sospechoso, pero las pruebas con que contamos son muy débiles, seguimos investigando. Sobre su escritorio debe tener mi último informe.

_El caso que investigas, Arturo, ¿es el fraude a un banco, verdad?

_Así es, Comandante, tenemos un detenido, pero aunque hay evidencias, no hemos concretado las pruebas y el sujeto no confiesa.

_Bueno, en estas circunstancias, Juvenal me ayudará en este caso, así es que necesito que me investigues lo referente a esta etiqueta y averigües el nombre de la persona a quien le hicieron esta camisa. Le entregó a su ayudante la bolsa en que había depositado la camisa del occiso.

_Bien, a trabajar todos. Juvenal, debemos averiguar pronto el nombre y la dirección del sujeto, si tienes alguna duda, búscame o ve a ver al Doctor Santoyo, quien hoy por la tarde nos dará resultados preliminares. En tanto, iré a investigar otras pistas. Nos reuniremos hoy por la noche.

Sin decir mas, Agustín salió de su despacho, avisó a la Secretaria que saldría a hacer algunas investigaciones, pero estaría pendiente del radio. Salió del edificio y se fue en busca de su auto y salió al tráfico que a esa hora se intensificaba. Buscando calles alternas, llegó a la Avenida Reforma y tomó rumbo a las Lomas. En el bolsillo llevaba una fotografía del difunto y esperaba le sirviera para ir desenrollando la madeja.

Subió al elegante fraccionamiento por la Avenida de las Palmas y no tuvo dificultad en hallar la distribuidora de autos Ford. Estacionó su auto y penetró a la sala de exhibición, donde admiró un hermoso Maverik color rojo. Le gustaba ese auto, pues además de tener una buena línea, contaba con un potente motor de ocho cilindros, lo que lo hacía bastante rápido. Se acercó a la oficina del Gerente y preguntó por él.

_Buenas tardes, señorita, deseo hablar con el Gerente, soy el Comandante Solís, del Servicio Secreto.

Asustada, sin decir palabra, la joven entró a la oficina y salió acompañada por un hombre maduro, de cabello entrecano y muy bien vestido. Quien se presentó a sí mismo.

_Buenas tardes, Señor Solís, soy el Lic, Garmendia, Gerente de esta tienda, ¿en qué puedo servirle?

_Gracias, Licenciado Garmendia, ¿podemos hablar en su oficina?

_Por supuesto, pase usted, por favor. ¿Le ofrecemos algo, un café?

_Gracias, Licenciado, pero no quiero quitarle mucho tiempo. Estoy investigando la muerte de una persona que no hemos identificado y entre sus pertenencias traía una tarjeta de esta Empresa. Esta es la fotografía, disculpe usted que sea tan cruda, pero así es nuestro trabajo.

El Licenciado Garmendia miró la fotografía con cierta repulsa, pero con detenimiento y luego de un momento respondió.

_Desde luego le puedo asegurar que no es cliente de esta casa, es probable que haya pasado a preguntar acerca de algún auto y recibido esta tarjeta de alguno de nuestros vendedores. De momento solamente están dos, que hacen la guardia el día de hoy; el resto, otras cinco personas, se reportan hasta mañana temprano. Permítame llamar a los vendedores, para que nos digan si de casualidad atendieron a esta persona.

El funcionario llamó por el interfono, dando instrucciones a la secretaria para que llamara a los señores Elizondo y Farías.

En pocos minutos, ambos vendedores pasaron a la oficina del Gerente.

_A sus órdenes, Licenciado. Buenas tardes señor. Saludaron al Comandante.

_Señores, el caballero es Comandante del Servicio Secreto y desea saber si alguno de ustedes atendió recientemente a la persona de esta fotografía.

Los dos hombres, temerosos, miraron la fotografía, sin dar muestras de haberlo reconocido.

_No señores, habló Elizondo, no conocemos a esta persona, tal vez alguno de los compañeros….

_Gracias, señores, pueden volver a sus actividades.

Los dos hombres salieron presurosos, como queriendo alejarse del detective lo mas rápido posible.

Agustín dejó una copia de la fotografía del hombre asesinado y su propia tarjeta, para que, en cuanto tuvieran alguna respuesta, le llamaran. Salió del establecimiento y abordó su auto, dispuesto a investigar la otra tarjeta, de una agencia de publicidad. Esta negociación se encontraba en el Sur de la ciudad, sobre la Avenida de los Insurgentes, por la numeración, consideraba que estaba cerca al Parque hundido. Bajó nuevamente por la Avenida de las Palmas y se incorporó a la circulación del Periférico, que ya empezaba a verse muy concurrida por la tarde. Pasó la zona de la Feria de Chapultepec y tomó el desvío hacia el Viaducto Miguel Alemán; poco después dejó esta vía saliendo por Xola, para tomar la Insurgentes rumbo al Sur. Pasó frente a lo que eternamente se construía y que planeaban fuese el Hotel de México. Siguió adelante hasta el Parque hundido y, efectivamente, frente a dicho parque había un edificio pintado con vivos rojos, que era la sede de la Agencia de Publicidad que buscaba. Ante la falta de estacionamiento, dejó el Chevrolet estacionado sobre una banqueta y depositó una placa del Servicio Secreto sobre el tablero, a la vista de cualquier elemento de Tránsito.

En el vestíbulo del edificio fue atendido por una amable y guapa recepcionista, quien al enterarse de cual era la intención del detective, lo condujo a la presencia del Gerente de la Empresa. Un hombre muy elegante, de mediana edad que ya presentaba algunas canas sobre las orejas y que lo atendió con toda cortesía.

_Dígame, señor Solís, ¿en qué podemos servirle?

Al igual que en la agencia de autos, Agustín mostró la fotografía del occiso y pudo ver cómo un tenue velo de asombro se cruzó por los ojos del Ejecutivo, no obstante, dijo no conocerlo.

_¿Está usted seguro, señor Robles? –que tal era su nombre-, es muy importante esclarecer el nombre del occiso y cualquier persona que esconda información, podría considerarse sospechosa del homicidio.

No obstante, apretando los labios con determinación, Robles volvió a negar el conocer a tal persona.

_Bien, no le quito mas tiempo, señor Robles, yo espero no tener necesidad de volverlo a molestar. Buenas tardes.

El detective salió, convencido de que Robles le ocultaba algo. Salió sintiendo a sus espaldas la mirada del funcionario, por lo que no quiso detenerse a preguntar a la Recepcionista, a fin de no comprometerla.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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