Por Sergio A. Amaya S.

V
Vidal Escobar

Al día siguiente, después de un desayuno ligero en el mismo hotel, los dos hombres se dirigieron a la fábrica de camisas, luego de identificarse ante la Secretaria, los anunciaron con el señor Eusebio Francheli, propietario y diseñador de su marca, quien los recibió con cierto recelo.

_A sus órdenes señores, ¿en qué puedo servirles?

_Don Eusebio, inició Agustín, usted habló con el Detective Juvenal y le indicó el nombre de una persona que ustedes identifican por un número impreso en la etiqueta de las camisas que le diseñan, dicho nombre es Vidal Alcocer, bien, ahora quiero pedirle, si me hace favor, que vea esta fotografía y me diga si es la persona a quien ustedes le confeccionan sus camisas.

El empresario tomó la fotografía y la miró con detenimiento, con cierta repulsión, pues era una fotografía policiaca, sin ningún retoque.

_Sí, estoy seguro, es el señor Escobar, pero no puede estar muerto, ayer estuvo en la tienda a recoger unas camisas que se le acaban de hacer y la foto tiene una fecha de hace cinco días, supongo que es la fecha en que la tomaron.

_Efectivamente, hace cinco días asesinaron a esta persona en la Ciudad de México, por lo que no debe ser la misma que vino ayer. ¿quiere volver a revisar la fotografía?

El señor Francheli volvió a mirar la fotografía y ratificó la identificación, aseverando:

_No puedo estar equivocado. Es la misma persona, aunque no me explico el hecho de que ayer estuvo en esta tienda, si, como usted dice, lo asesinaron hace cinco días.

_Pues es algo que tenemos que averiguar. ¿Por favor, me da la dirección de su cliente?

Don Eusebio buscó en un libro de direcciones y apuntó unos datos en una hoja de papel: Calle de la Rosa # 25, Fraccionamiento Floresta.

_Esta es la dirección, es un fraccionamiento muy exclusivo que se encuentra a la salida hacia Rincón de Romos. Unos tres kilómetros alejado de la ciudad. Lamento no tener un número telefónico, pero las líneas aún no llegan a esa zona.

_Le agradecemos la ayuda que nos ha proporcionado, si fuese necesario para esta investigación, es probable que volvamos a visitarlo.

Los detectives salieron de la empresa y se dirigieron a buscar su automóvil, que se encontraba en el estacionamiento del hotel. Iban comentando.

_Caramba, Comandante, esto se pone mas misterioso a cada paso, ¿no le parece?

_Tienes razón Juvenal, pues resulta que el muerto que tenemos en la morgue, vino el día de ayer a recoger sus camisas. Pero pronto saldremos de dudas. Lo que me tiene intrigado es el asunto del reloj que no llevaba el difunto. Por cierto, Juvenal, ¿qué averiguaste de los Patrulleros que encontraron el cuerpo?

_Pude averiguar que son el Policía J. Guadalupe Razo y el Cabo Hermenegildo Sosa, ese día estaban de servicio en esa zona. No pude hablar con ellos porque era su día franco, pero cuando volvamos los voy a buscar y los llevaré a la Comandancia, ¿le parece bien, Comandante?

_Claro, claro, Juvenal, ya echaremos una platicadita con esos compañeros. En cuanto lleguemos, me buscas toda la información que se tenga de esa pareja. Vamos descartando cualquier posibilidad.

Los hombres llegaron al estacionamiento del hotel y abordaron el Chevrolet, que relucía de limpio, pues estaba recién lavado. Luego de preguntar por la forma de llegar a la salida a Rincón de Romos, salieron del estacionamiento y siguiendo las instrucciones tomaron una avenida rumbo al Norte. A poco las construcciones empezaron a ser mas escasas, hasta que se vieron en la carretera, entre grandes sembradíos de sorgo; en algunos campos ya se encontraban grandes máquinas cosechadoras y el trabajo era febril, levantando toneladas del grano rojo. Siguiendo unas flechas que indicaban la forma de llegar al fraccionamiento, en poco tiempo se vieron ante una enorme reja cerrada, al acercar el auto, fueron recibidos por unos Agentes de Seguridad, quienes les preguntaron a quien buscaban; al informarles que al señor Vidal Alcocer y mostrar sus placas de identificación, los hombres les franquearon la puerta y les indicaron como llegar a la residencia del señor Escobar.

La residencia era una construcción espléndida, de línea modernista. Grandes ventanales daban a un jardín esmeradamente cuidado, setos con flores de diversas clases llenaban de colorido la vista. Un gran vestíbulo daba acceso a la casa y, sobre cantera, un escudo de armas tallado en la piedra. Un escudo partido en dos, en el primero, tres flores de liz, en el segundo, un racimo de uvas. Un sirviente, vestido con elegancia, salió a recibir a los visitantes. El Comandante Solís entregó su tarjeta y fueron conducido a un recibidor sobrio y elegante, con buen gusto. A poco hizo su entrada un hombre de unos treinta y cinco años, ¡es el muerto!, exclama Juvenal el verlo llegar. El comandante le hace un gesto que reprueba su exclamación.

_Buenas tardes, caballeros, ¿en qué puedo servirles?

_Señor Escobar, inicia turbado el Detective, como está usted enterado, somos Agentes investigadores del Servicio Secreto del Distrito Federal y la razón de nuestra presencia en su casa es que hallamos asesinado a una persona que vestía una camisa que fue confeccionada para usted. Le tiende la fotografía.

El señor Escobar mira la foto y su rostro se demuda, una sombra de dolor cruza por su rostro y se sienta, abatido por la pena. Con un ademán invita a los visitantes a tomar asiento. Después de unos minutos, responde.

_Es mi hermano, somos gemelos. Su nombre es Germán, es triste que haya acabado de esa manera, pero su vida disipada, lo encaminó a ella. Como se habrán dado cuenta, somos vitivinicultores de varias generaciones. Nuestros bisabuelos trajeron los primeros pies desde la zona de La Rioja, en España. Crecimos rodeados de lujos, pero también de obligaciones, pues la dirección de los negocios siempre debe estar en manos de la familia; no obstante, Germán siempre fue rebelde a esa exigencia. A él le gustaban las fiestas, las aventuras y la buena vida. No me extraña que haya traído una camisa hecha a mi medida, pues éramos exactamente iguales en todo el físico, pero pensábamos diferente. Esta casa es la casa familiar, aunque cada generación ha ido haciendo las modificaciones necesarias para darle el toque personal de cada cual, por lo tanto, Germán tiene aquí una habitación, la cual ocupaba en sus ocasionales visitas.

-Señor Escobar, ¿será posible que nos permita revisar las pertenencias de su hermano?, tal vez encontremos algunos indicios que nos encaminen a encontrar a quien lo asesinó. ¿Sabe usted a qué se dedicaba?

_En realidad mi hermano no tenía necesidad de trabajar, pues mis padres dejaron un fideicomiso, en donde se estipula que a cada uno se nos entreguen cincuenta mil pesos mensuales de por vida. Por lo que mi hermano podía darse la gran vida, sin tener qué trabajar y es lo que hacía.

_Pero pasen, por favor, los conduciré a la habitación de mi hermano.

Hizo un gesto al sirviente, que estaba discretamente alejado, para no escuchar la conversación, pero atento a cualquier orden de su patrón. El silencioso hombre se adelantó a nosotros, para abrirnos la puerta,

La habitación era amplia, con una gran cama “King Zise”, un gran ventanal daba una vista de un cuidado campo de golf, pues la casa estaba enclavada en un exclusivo Club de Golf. El amueblado era lujoso, un juego de sala tapizado en terciopelo gris; un equipo de sonido de alta fidelidad y un librero bien surtido. Una cómoda con seis cajones.

El anfitrión se sentó en uno de los sillones, observando lo que hacían los Investigadores, quienes se colocaron guantes de látex para no ir a dejar sus huellas, en caso de ser necesario recoger indicios para la investigación. Abrieron los cajones, que se deslizaban con suavidad. En una caja de madera fina había una colección de mancuernillas y pisacorbatas de oro, algunas piezas complementadas con piedras preciosas, rojas, verdes y azules. En otra caja, una colección de relojes de diversas marcas: Patek Philippe, Rolex, Bulova, Vacheron & Constantin, Tissot. Realmente había una fortuna en relojes y joyas. En el fondo de esa caja, Juvenal encontró algo que le mostró al Comandante, era una especie de medallón con un grabado policromo, sobre un campo negro, una ramo de flor de liz blanco y encima, en color rojo, una calavera. El Comandante extrajo la fotografía del tatuaje encontrado en el cuerpo del occiso y le mostró ambos objetos al señor Escobar.

_¿Reconoce usted este emblema? La foto fue tomada al cuerpo de su difunto hermano, lo tiene tatuado en el omóplato derecho y aquí encontramos este medallón con los mismos motivos.

_Me sorprende lo poco que conocía de los gustos de mi hermano. En la familia siempre hemos tenido la idea de que los tatuajes se los hacen solamente los criminales y los presidiarios. Nunca sospeché que Germán tuviera uno en su cuerpo…. y estos motivos. Ignoro qué representan.

Los policías continuaron revisando las pertenencias del difunto. Buscaban alguna libreta de direcciones o algún nombre que les pudiera dar un indicio del círculo en que se movía; algo que les indicara qué estaba haciendo una persona de su círculo social, en esa zona tan peligrosa. Buscando entre los cajones de ropa del closet, Agustín notó que uno de los entrepaños estaba flojo, retiró los objetos que habían sobre él y lo levantó, descubriendo un cajón de poca profundidad, donde se encontraban diversos papeles. Había tres facturas de autos, todos de lujo, un Porche Carrera, un Carman Ghia y un Buick convertible. El Porche y el Buick estaban estacionados en la cochera, así es que tomamos las características del Carman Ghia para buscar en la Ciudad de México y saber donde empezó el último tramo en la vida de Germán Escobar.

Además de los autos, encontramos la tarjeta de un tatuador de México, por lo que tomamos los datos para hacerle una visita. Finalmente, en el fondo del cajón se encontraba una dirección sobre una hoja de papel con el grabado de la flor de liz y la calavera. La búsqueda había valido la pena.

Nos despedimos del dueño de la casa y hermano gemelo del difunto, comprometiéndonos a tenerlo informado del rumbo que fuera tomando la investigación. Nos acompañó hasta la puerta y se quedó mirando, hasta que salimos de su propiedad. Su rostro demostraba una gran tristeza; sin duda una parte de él había muerto junto con su hermano.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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