Por el Psic. Fernando Reyes Baños


William G. Perry Jr., apoyándose en ideas de Jean Piaget y Lawrence Kohlberg e influenciado por autores como Nevitt Sanford y Roy Health, aportó una teoría sobre el desarrollo intelectual y ético que, aun cuando la validó _salvo con algunas excepciones_ sólo con entrevistas efectuadas en Harvard, resulta interesante revisar por su aplicabilidad con estudiantes de otras latitudes, incluyendo desde luego a los latinoamericanos (Evans, Forney y Guido-DiBrito, 1998).

Haciendo alusión a las “formas” (estructuras que guían cómo la gente ve sus experiencias) y a las posiciones que las personas pueden adoptar con relación a ellas, resulta de interés para quienes se ocupan de Asuntos Estudiantiles el tema de las “palabras clave” con las que Perry representa las diferencias que pueden surgir durante el proceso de creación de sentido y que, en esencia, permiten describir su esquema de trabajo. Estas palabras clave son dualidad, multiplicidad, relativismo y compromiso, las cuales, se revisarán a continuación:

Dualismo. Se caracteriza por un pensamiento dicotómico que posiciona a la persona, categóricamente, en una de dos posiciones: bueno o malo (correcto o incorrecto).

Multiplicidad. Considera los diferentes puntos de vista que puede haber en torno a un asunto, sobre todo cuando la respuesta correcta no se conoce aún, es decir, el sujeto considera que “todas las opiniones pueden ser igualmente valiosas”.

Relativismo. Reconocimiento de que algunas opiniones no tienen el mismo valor. El pensamiento se apoya en evidencias y argumentos para validar la multiplicidad de puntos de vista que puede haber acerca de un mismo asunto. La adhesión a una creencia implica reflexión y crítica por parte del sujeto, ya que no se descartan preguntas que puedan seguir teniéndose sobre la misma.

Compromiso. Desde el relativismo surge el compromiso con una decisión, misma que representa, una postura surgida a partir de las opciones, decisiones y afirmaciones consideradas críticamente desde el punto de vista relativista.

Perry describe tres desviaciones del crecimiento cognitivo: temporizar (temporazing), escape y retiro, resultando la primera de ellas notoriamente interesante porque dicho “tiempo de espera” guarda cierta similitud con el concepto de moratoria, aportado por Erick Erickson (y trabajado también por Josselson), que en el caso de este autor se maneja como un momento que a veces puede ser necesario para el sujeto, pues le permite seguir desarrollándose dentro de una etapa determinada (Evans, Forney y Guido-DiBrito, 1998).

A continuación se brinda un ejemplo sobre la aplicación de la teoría de Perry, con la descripción del desarrollo intelectual y ético de un personaje ficticio de la película La sonrisa de Mona Lisa (Estados Unidos, 2003), Betty Warren, quien a lo largo de la cinta es, quizá, el personaje que cambia de manera más notoria, en parte por la visión crítica, moderna y cuestionadora de su profesora de arte, Katherine Watson, en parte por sus experiencias personales con relación al matrimonio y al papel que las mujeres _según ella misma escribió en cierto momento como editora del periódico escolar de Wellesey_ “nacieron para llenar” en la sociedad estadounidense de los años 50. Si el lector desea saber más sobre La sonrisa de Mona Lisa, ver algunos cortos o incluso ver la película completa, puede fácilmente encontrar esta información a través del buscador de Google.

La teoría de Perry resulta conveniente para describir el desarrollo intelectual y ético de Betty, porque en dicho personaje se aprecia el contraste entre algunas de las “palabras clave” con las que este autor representó las diferencias que surgen durante el proceso de creación de sentido (Evans, Forney y Guido-DiBrito, 1998); además, una teoría con la que se complementa el análisis de Betty es la de Lawrence Kohlberg, quien refiriéndose a las transformaciones que se presentan en la estructura de pensamiento de las personas durante su desarrollo intelectual y moral, prefiguró éstas de acuerdo a un principio fundamental: la justicia, todo lo cual tiene mucho que ver con las características del contexto histórico de 1953 en el que están inmersas Betty y sus amigas, así como los juicios que ellas mismas emiten sobre lo que les sucede (puede consultarse en este mismo blog un artículo sobre la Teoría del desarrollo moral de Kohlberg).

Según la teoría de Perry, Betty tiene un pensamiento dualista, es decir, tiende a ver el mundo de manera dicotómica: todo es o bueno o malo, o correcto o incorrecto, o negro o blanco (expresiones que contienen como conectiva una disyunción excluyente desde el punto de vista de la lógica simbólica), creyendo además que las autoridades (incluidas personas y libros) tienen siempre respuestas correctas para todo. Por lo que ocurre en la película, el concepto de disonancia cognoscitiva merece una mención especial, porque al momento de producirse ésta se da el tránsito hacía la multiplicidad, ocurriendo entonces, por ejemplo, que los expertos no siempre tienen todas las respuestas correctas, lo que genera incertidumbre y desequilibrio, y la posibilidad para que se introduzca un sentido que corresponda a los pensadores dualistas. A continuación, se analiza con más detalle lo que ocurre en el caso de Betty:

• En la presentación inicial de la maestra Betty reacciona, con actitud desafiante, en defensiva del programa al cual se ciñen todos en el grupo. Posteriormente, ante un elemento “fuera del programa”: la pintura de Soutine, busca entenderlo de acuerdo a los parámetros que ha estudiado, cuestionando lo que “no está de acuerdo al programa”: “El arte _afirma_ no es arte hasta que alguien dice que lo es”. ¿Quién podría decir que la pintura de “cadáver” es buena o no? Según Betty, un “conocedor”, una autoridad en la materia.

• Para Betty todo lo que parezca ajeno al matrimonio parece estar fuera de lugar, porque desvía a las mujeres de su función social, misma que se refuerza por figuras de autoridad, por ejemplo, la maestra reprende al grupo en una clase con estas palabras: “dentro de unos años su única responsabilidad será cuidar a sus esposos y a sus hijos… la calificación que debe importarles es la de él…”. Una situación similar ocurre más tarde con su mamá, quien le dice: "una buena esposa deja que su esposo piense que todo es idea suya aunque no lo sea”. Acorde con esta posición dualista, Betty rechaza enérgicamente la decisión de Joan de estudiar Derecho; para ella, el máximo de toda mujer es cumplir con la función social de casarse, así que le dice esperanzada: “…estás tan cerca de tener todo lo que siempre has querido”, a pesar de que en la práctica no parece "ser tan bueno" (su nuevo esposo se ausenta con frecuencia), pero como todavía no ocurre en ella ninguna disonancia cognoscitiva, sigue atacando lo que le parece "subversivo", por ejemplo, ausentarse de clases por haberse casado sin esperar ninguna clase de sanción de los maestros, lo que la coloca en una posición diferente a quienes a cierta edad aún no se han casado, por ejemplo, su maestra; para ella, los que no se casan son "aventureros" (y quienes se divorcian no son buenos).

• La disonancia cognoscitiva que produce la transición de Betty a la multiplicidad ocurre de la siguiente manera: después de que su esposo se ausenta varias veces, Betty finalmente descubre el engaño de que es objeto, incidente que desequilibra su visión dicotómica del mundo, colmándola de incertidumbre; en busca de respuestas, habla con su madre, que hasta entonces había figurado como una experta y también como una figura de autoridad, quien, entre otras cosas, le dice: "los trapos sucios no se lavan en público" y que “lo importante es no decírselo a nadie", refiriéndose, obviamente, al problema que le está comentando, a lo que Betty responde que "las cosas no son como parecen", frase con la cual, admite ante sí misma que los expertos y figuras de autoridad no tienen todas las respuestas.

De acuerdo a la teoría de Kohlberg (2010) este personaje se encuentra en la Etapa 3, denominada “expectativas, relaciones y conformidad interpersonal” (mutualidad), que corresponde al Nivel II, “Moral Convencional”. Los aspectos implicados en esta etapa se manifiestan del siguiente modo en Betty:

• Para Betty “lo justo es vivir de acuerdo con lo que las personas cercanas a uno mismo esperan”, por ejemplo, su madre (para quien no sólo es importante que ella viva de acuerdo a lo que espera la sociedad, sino también a lo que ella dice y planea), su prometido (quien pasa a ser casi inmediatamente su esposo _e inmediatamente infiel_), sus amigas (a quienes hace parte de su gran evento como un adelanto de lo que les espera también a ellas) y hasta sus maestros (nunca se imaginó que recibiría una sanción por faltar a clases por motivo de su boda, aunque quizá cabría que lo esperara de la maestra “que aún no se había casado”).

• Acepta el papel de buena hija al casarse, al cumplir con las expectativas de quienes la rodean y se corona cuando modela para ser fotografiada como la buena ama de casa que aspira ser.

• Ser bueno significa tener buenos motivos y preocuparse por los demás, por eso se altera cuando los demás hacen cosas que considera perjudiciales para la buena imagen que está esforzándose por alcanzar, en este sentido, guarda el orden establecido y denuncia lo que no está de acuerdo a las expectativas que la sociedad tiene para ella y sus compañeras, por ejemplo, denuncia en un artículo del periódico escolar a la enfermera porque cree que lo que hizo, facilitarle a una estudiante un preservativo, representa un “crimen” que amerita la máxima sanción, porque va en contra de lo que la mujer debe ser; en eso radica también la relación de confianza que tiene con sus amigas: es parte de su buena imagen, es parte de lo que esperan quienes la rodean y, cuando ocurre un evento que desestabiliza las cosas tal y como deben funcionar, por ejemplo, la presencia de “la maestra entrometida” en la reunión de sus compañeras, reacciona de forma agresiva.

Es evidente que la importancia de presentar un análisis como éste, que partiendo de las teorías de Perry y Kohlberg sirvió para describir el desarrollo intelectual y ético de un personaje ficticio extraído de la película dirigida por Mike Newell en el 2003, se relaciona inexorablemente con la invitación, para quienes estudiar a sus estudiantes representa un asunto prioritario de sus actividades profesionales, a profundizar su conocimiento sobre las teorías del desarrollo y a usarlas en beneficio de los estudiantes con los que trabajan cotidianamente; por supuesto que en la vida real no resulta tan fácil ver las experiencias más significativas de los estudiantes como si se tratase de una película, por lo que hará falta diseñar, investigar o adaptar una serie de mecanismos que faciliten el diagnóstico más preciso acerca de la situación que predomina en la vida de los estudiantes, así como pautas para intervenir de manera estratégica en su desarrollo integral que, antes de concebirse como desligado del aspecto académico, vaya a la par de éste.

Como palabras finales para este artículo, merece especial atención la forma como Alejandro Leal (s. i.) relaciona el título de esta película con el significativo trasfondo con el cual se implica:

Y qué mejor metáfora de la condición femenina de aquellos días que el título mismo del filme: La sonrisa de Mona Lisa, que de inmediato nos remite a la célebre pintura de Leonardo da Vinci, cuya imagen de frugal gesto nos hace preguntar si de verdad la sonrisa de esa mujer sería producto de la felicidad o un mero gesto de conformidad, tal y como ahora nos preguntamos si las mujeres de Wellesey eran felices con su realidad o sólo se dejaban llevar por la inercia del statu quo.


Referencias

Evans, N. J., Forney, D. S. y Guido-DiBrito, F. (1998). Student Development in college. United States: Jossey-Bass.

Leal, A. (s. i.). La sonrisa de Mona Lisa – Mona Lisa Smile. Consulta realizada el 14 de junio de 2010, en http://www.tucineportal.com/contenido/monalisa.htm.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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