Por Sergio A. Amaya S.


El Venado

Onofre estaba ocupado acomodando su mercancía y Doña Joaquina, su mujer, barría cuidadosamente el frente de su casa, haciendo un buen regado para que no se levantara el polvo de los caminantes. Anexa a su tienda, una enramada a base de morillos y hojas de palma daban sombra y descanso a los escasos caminantes que llegaban al pueblo, era como un lugar de encuentro de los comerciantes que deambulaban de pueblo en pueblo, llevando y trayendo noticias y chismes de un sitio a otro. Un viajero con chamarra de cuero y sombrero tejano, venido de Tamaulipas, platicaba sus correrías con otro de vestir mas sencillo, oriundo de un rancho cercano llamado La Pardita, aquel llevaba prendas de vestir de piel, sombreros y botas para vender en su ruta de trabajo y éste había llegado en el primer autobús de la mañana, precisamente para encontrarse con el comerciante, ambos arreglaban su negocio cuando en la loma distante apareció la figura conocida del español, seguido de su fiel mula.

Joaquina fue la primera en verlo… ¡Onofre, viejo, mira, ya viene Luis!, saca su botella de manzanilla para recibirlo como se debe. Onofre vio venir a lo lejos al español y, desde luego, buscó la botella de bebida para agasajar al recién llegado, pues, como gentes amables, daban la bienvenida a sus amigos, mas que clientes, lo cual hacía que todos prefirieran pernoctar en El Venado, antes de llegar a La Concepción.

Luis llegó sonriente a sombrearse al tejabán de la tienda, ya empezaba a caer la tarde y el hombre no había probado alimento, desde esa mañana, en que había almorzado en el campamento del minero.

Joaquina y Onofre salieron a recibirlo con una copa de Manzanilla, servida de una botella que Luis procuraba siempre tener en la tienda, para saborearla en esos días que se llegaba por El Venado. Le acercaron también un plato con rebanadas de jamón serrano, trozos de queso y un aromático chorizo frito. Nada mas de verlos, el español se abalanzó a ellos, como si hiciera días que no probaba alimento.

_Con calma, Luis, -dijo Onofre- parece que no has comido nada desde ayer. ¿De donde vienes?.

_Coño, Onofre, que he salío temprano de los Órganos, pero me he topao con Don Juancho que me ha agazajao como sólo él sabe hacerlo, pero me he demorao un poco mas y ya no perdí tiempo en comer, pues quería pazar la noche aquí, azí que ya verás el hambre que cargo.

_Pues aquí tiene tortillas calientes, -intervino Joaquina- para que de cuenta de ese chorizo que está para chuparse los dedos, mientras yo le preparo algo para que coma en forma.

_Grazias, Joaquina, -agradeció Luis- desde haze algunas horas me vengo zaboreando su comida. Venga, Onofre, acompáñame con una copa de manzanilla.

_Te agradezco, Luis, pero la verdá no me gusta tu manzanilla, mejor me tomo una cervecita para acompañarte. Pero cuéntame, como está Juancho, hace algunas semanas que no sabemos de él, ¿cuándo viene por acá?

_Don Juancho está bien, Onofre, ya vez que no le guzta mucho llegar a los pueblos, pero me encargó que te dijera que la zemana que viene pazará por su despensa; yo creo que ya va rumbo a su casa, pues la temporada está por terminar. Por zierto, ¿que has sabido de Los Gavilanes?, se cree que el Tigrillo y parte de su banda andan por estos lugares, pues ya sabéis que para la fiesta vienen muchos comerciantes y estos sinvergüenzas ziempre tratan de aprovecharze.

_Ayer pasó la Partida, -dijo Onofre- me comentaron que le apresaron a dos hombres y disque les dieron la “ley fuga”. Yo no estoy de acuerdo con eso, pero en el caso de estos rufianes, como que no me parece tan mal. No me lo dijeron así pues, pero por lo que platicó el Teniente, los detenidos trataron de escapar y los persiguieron y en la balacera, pues les tocó a aquellos.

_Pues los “Juanes” deben andar con cuidado, comentó un arriero que alcanzó a escuchar el comentario- pues el Tigrillo es muy corajudo y va a querer cobrarse el agravio.

Onofre se volvió a ver al recién llegado, a quien por cierto no conocía y, desconfiado, cruzó una mirada con Luis, pues bien podría ser un mensajero de Los Gavilanes. El español entendió el mensaje y con una inclinación de cabeza se levantó y se dirigió a la cocina de Joaquina, para ver cómo iba su comida.

_Qué le sirvo amigo, ¿de donde viene? –preguntó Onofre con fría cortesía-

_Vengo de Saltillo –respondió el arriero- y llevo una carga de pieles curtidas pal 14. Es un viaje muy largo y no dejo pasar la ocasión de detenerme en los pueblos, pa enterarme de las noticias y pa descansar y dejar descansar a mis bestias, viajo con tres arrieros ayudantes, nomás que se quedaron con los animales en la orilla del pueblo, pa saber a onde poder llevarlos a descargar y darles una buena comida. ¿Usté sabe dónde?.

_Si sigue aquí derecho, -respondió Onofre- al final del pueblo hay un establo y junto un corral grande, donde acostumbran llevar sus animales los caminantes que van de paso y pa dormir, pos el campo es grande, no tendrán problema en hacer una buena lumbre pa calentar sus alimentos, si algo les falta, esta tienda está bien surtida.

El arriero dio las gracias, pagó la cerveza que había consumido y regresó a la entrada del pueblo, donde supuestamente lo esperaban sus arrieros con los animales.

Luis regresó al lado de Onofre para enterarse. _Qué pazó, Onofre, ¿quien es el amigo eze? Preguntó en tanto miraba hacia donde se había retirado el visitante.

_No lo sé, Luis, pero no me da buena espina, no le vi tipo de arriero, traía las botas limpias y las manos medio suaves. No creo que sea arriero, habrá que estar pendientes; yo creo que solo se acercó a ver si había señales de la Partida. Como quiera voy a mandar un mensajero, los soldados no deben andar lejos, pues apenas ayer estuvieron aquí. Diciendo y haciendo, Onofre despachó a un chamaco para no despertar sospechas, para que le dijera a los soldados que estén al pendiente y no se alejen mucho del pueblo. Ya mas tranquilo, Onofre volvió a sus actividades.

Cuando Luis se quedaba en el Pueblo, el matrimonio de tenderos le permitían descargar su mercancía en su casa y sus animales pernoctaban en el corral; el español dormía en un catre que ponían en el alero de la casa, así es que después de comer se despidió de Onofre y Joaquina y se retiró a descansar, ya al día siguiente se enteraría del resto de la historia, antes de continuar su viaje a La Concepción.

Ya de madrugada, Onofre escuchó cascos de caballos, lo que era poco usual, pues los arrieros y caminantes no se aventuraban en la madrugada, pues temían los asaltos de las gavillas. Sin hacer ruido, Onofre se acercó al ventanuco de su vivienda y entreabrió los postigos, notando la presencia de hombres armados; en silencio se dirigió hacia donde dormía Luis, el español, poniéndolo al tanto de lo que sucedía en la calle, éste se levantó y se vistió, aunque ninguno de los dos eran gente de armas, Onofre, igual que todos los vecinos, siempre tenía en casa un par de 30/30 y unas pistolas 0.38 tipo revólver: De inmediato se apostaron estratégicamente, con la consigna de no delatar su presencia, a menos que fuese inevitable. Los amigos confiaban en que la Partida Militar hubiese recibido el aviso y se encontrara en las cercanías.

En el exterior, los bandoleros cruzaban el pueblo lo mas en silencio que el cabalgar les permitía, se veía que iban de paso, al salir del pueblo, pasando la nopalera de la última casa, una voz les marcó el alto, a lo que ellos respondieron a balazos. De inmediato se desató una balacera, manteniendo a los vecinos dentro de sus casas, pero alertas a cualquier movimiento extraño en sus propiedades. Se escuchaban gritos y arengas de ambos bandos y la balacera no cesaba. De vez en cuando se escuchaba un quejido al ser herido alguien, pero no parecía que terminara nunca. Los soldados estaban esperando a la gavilla ocultos entre el monte, en tanto que los malhechores se parapetaron cerca de las casas; lo que no se dieron cuenta es que poco a poco fueron llegando soldados por la retaguardia, de modo que en algún momento les cerraron el paso, pudiendo solamente salir hacia el sur. Cuando sintieron que estaban siendo superados, montaron en sus caballos y salieron en estampida en esa dirección; en la escapada cayeron todavía tres o cuatro de los hombres del Tigrillo, siendo perseguidos por los soldados.

Cuando finalmente cesó la balacera, los vecinos fueron encendiendo algunas luces, para que los soldados se dieran cuenta que eran vecinos quienes empezaban a salir, para enterarse del suceso y brindar la ayuda que los soldados requirieran.

Aún con las armas en la mano, los vecinos se fueron acercando al lugar del tiroteo, había alrededor de diez hombres en el suelo, algunos se quejaban y otros ya estaban muertos. Por parte de los soldados habían sufrido la muerte de un Cabo y tres soldados presentaban heridas en diversas partes, de inmediato los vecinos los trasladaron a sus casas para que recibieran los auxilios de parte del personal de Sanidad que les acompañaba. Entre los heridos se encontraba el Teniente Gómez, quien estaba al mando de la Partida, su herida no era grave, pero le impedía moverse, ya no decir montar a caballo. Había recibido el tiro cerca de la rodilla derecha y se la habían inmovilizado para evitar alguna complicación, en caso de que el hueso estuviese astillado. Un Sargento de Transmisiones ya se había trepado al poste telegráfico y estaba pasando un Parte de Novedades y solicitando la ambulancia para trasladar a los heridos.

Como a las ocho de la mañana llegó un convoy de tres camiones y dos ambulancias. Los soldados rodearon el pueblo y el personal Médico se hizo cargo de los heridos de ambos bandos. Los muertos fueron envueltos en petates y transportados en los camiones al Cuartel que los militares tenían en La Concha. Los heridos fueron transportados por ferrocarril a la ciudad de Saltillo, donde se encontraba el Hospital Militar mas cercano. Por la tarde el pueblo se enteraba que en la persecución había caído muerto el Tigrillo y uno de sus lugartenientes, así como dos mas de su banda; con esto se esperaba que la gavilla de asaltantes hubiese terminado sus días de fechorías en los alrededores de Mazapil y La Concha. Como en diversas partes del País, estos hechos daban lugar a la composición de corridos y semanas mas tarde ya se escuchaba a cancioneros ambulantes llevando la noticia cantada de pueblo en pueblo:

Voy a contar el corrido
de lo que pasó al Tigrillo,
que murió echando bala,
montado en brioso rosillo.

Fue cruzando en El Venado
donde lo encontró la tropa,
peleó fuerte el condenado,
el polvo cubrió su ropa.

Esta vieja costumbre, heredada de los conquistadores españoles, era una reminiscencia de los antiguos juglares; era además la forma de enterarse de esos acontecimientos, sobre todo en aquellos lugares mas alejados del movimiento regular, pues no había mas medios de comunicación.

Pasaron varios días para que Luis siguiera su camino rumbo a La Concha, pues aún se sentía cierta inquietud, pues pensaban que los remanentes de la banda pudiese tomar venganza contra la gente de El Venado, pues sentían que ellos los habían delatado. Si acaso hubo alguna intención, la presencia constante de un piquete de solados debió haberles disuadido y ya sin su líder, con toda seguridad que se regresaron a sus casas en Coahuila, dejando en paz el Norte de Zacatecas.

A la semana siguiente, como había avisado, Juancho llegó a El Venado a recoger su despensa, desde luego que ya estaba enterado, pues no faltaban arrieros y caminantes que le hicieron llegar la noticia, de manera que solamente llegó a confirmarla con sus buenos amigos. El viejo minero se quedaba en el pueblo solo el tiempo necesario, luego abordaba su vieja camioneta, para perderse en el desierto durante varias semanas. Cómo añoraba sus viajes cabalgando en su fiel caballo, seguido por su incansable acémila, pero ya no estaba para esos trotes, sus viejos huesos ya se resentían.

Ya se escuchaban las noticias de que llegaría un nuevo Presidente, pues Ruiz Cortines estaba por terminar su período, ya se sabía que el “bueno” era el Lic, Adolfo López Mateos, por lo demás, a poca gente le interesaba ir a votar, pues de antemano se sabía que el ganador siempre era el del PRI. El País estaba en calma y la economía era buena; había trabajo y el dinero circulaba, pero todo esto a Juancho ya le tenía sin cuidado.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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