De la intolerancia...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


La tolerancia, todos sabemos, es el respeto a la libertad de los demás, a sus formas de pensar, de actuar, o a sus opiniones políticas o religiosas. Por extensión se refiere a aceptar, a admitir ideas u opiniones distintas a las propias.

La intolerancia deviene, entonces , en actuar totalmente contrario a este postulado, es decir, a no aceptar posturas o posiciones políticas, religiosas o de cualquier índole por el estilo, a no tolerar la apertura de mente, de criterio, implica pues la imposición de las ideas propias a costa de la libertad de pensamiento y acción de los demás.

La historia de la humanidad puede dar múltiples casos de intolerancia, sobre todo religiosa, en virtud de la cual se han cometido los más grandes crímenes y genocidio, en contra de aquellos que no comulgan con un credo determinado o tampoco con una posición ideológica o política, por mencionar solamente lo obvio.

Ello viene acompañado de la censura, que no es otra cosa que el examen que hace un gobierno de los libros, periódicos, obras de teatro, películas, etc., antes de permitir su difusión. También significa el acto de reprobar en los demás, su conducta, acciones, y otros.

De ahí que el censor sea, en sus orígenes romanos, aquél que  entre otras características, tenía el oficio de la censura y a quien le correspondía tal cargo.

Pero también tenemos a la crítica, la cual entendemos como la parte de la lógica  encargada de estudiar los criterios de verdad, sin perjuicio de que también, en su connotación vulgar o coloquial, se entiende a la crítica como la acción de censurar, o sea hacer notar los defectos de una persona o cosa, cuando que lo correcto de la crítica es que siempre debe ser propositiva, no la censura per se.

Este antecedente viene a colación porque recién, la Asamblea Nacional de Francia, acaba de decretar la prohibición del uso de la burka, en público, so pena de multar con la cantidad de 150 euros a aquella mujer que la infrinja (se trata de una prenda de vestir que cubre totalmente a las mujeres de la cabeza a los pies, dejando libre solo el área de los ojos para poder ver).
  
Esto, desde luego, ha causado un alboroto total en la población musulmana de Francia, cuenta habida de que son precisamente las mujeres musulmanas quienes la usan, en seguimiento a los postulados de su religión y, por ende, de sus usos y costumbres. Desde luego que la reacción no se hizo esperar y ya manifestaron su inconformidad por esto que consideran una arbitrariedad, y ya están llevando el asunto a la Comisión de Derechos Humanos respectiva. Sólo en Bélgica existe una normatividad similar.

Todos sabemos que, lamentablemente, la mujer ha sufrido, desde tiempo inmemorial, de los excesos de la llamada supremacía masculina. Por fortuna, esta actitud tan arraigada en nuestro tiempo, todavía, poco a poco se ha ido diluyendo aun cuando falta muchísimo por hacer. Pero es el caso que en la mayoría de las sociedades primitivas, en Asia, en África, en la población indígena de América, es práctica generalizada el tratamiento brutal, agresivo, denigrante y hostil hacia la mujer, v. gr.: en algunas zonas del país los padres venden a sus hijas, como si fueran mercancía, en pleno siglo XXI.

Se aduce, entonces, el respeto a los usos y costumbres de los pueblos, como en nuestro Art. 2º. Constitucional. Apartado B, frac. II que les permite: “…aplicar sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus conflictos internos ( pero condicionado), sujetándose a los principios generales de esta Constitución, respetando las garantías individuales, los derechos humanos y, de manera relevante, la dignidad e integridad de las mujeres…”
  
 En la óptica occidental, el trato que reciben las mujeres musulmanas es denigrante, desde el corte del clítoris que sufren de niñas para que no tengan placer durante el intercurso sexual, hasta el uso de la burka, por ejemplo, así como una serie de prohibiciones que limitan, a nuestros ojos, el ejercicio y disfrute de sus mas elementales derechos por ser simplemente seres humanos.

Sin embargo ellas aducen que así son sus usos y costumbres, pero en nuestra modesta opinión, no debe prevalecer todo aquello que vaya en contra de la dignidad, integridad y valores universales de la persona humana, aquello que les impida realizar, a plenitud, su calidad y potencialidad como seres humanos. No entendería, entonces, que un esclavo en su país, al entrar al nuestro, rechazara la garantía de nuestro Art. 1º. Constitucional que prohíbe la esclavitud. O usted, libre pensador, lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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