De la apatía...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


Este concepto de apatía, en lenguaje filosófico, lo entendemos como la ausencia de afectos y pasiones. Es, por tanto, la paralización de la espontaneidad de la vida moral e intelectual. Sin embargo, en forma coloquial le podemos encontrar diversas connotaciones, las cuales resultan muy indiciarias por lo que respecta al tema que nos ocupa.

En efecto, los momentos por los que está pasando nuestro pueblo, nuestra sociedad actual, están preñados de miedo, de zozobra, de angustia, de inseguridad, de incertidumbre y cuyas consecuencias se dejan sentir en neurosis, psicosis, angustias, pánico y, por ende, se traducen en: apatía, dejadez, falta de vigor o energía, en sinónimo de abulia, abandono, desidia, desgano, indolencia, insensibilidad, indiferencia, inercia, languidez, marasmo y todos aquellos sinónimos que se le ocurran al respecto.

Hemos, como pueblo, padecido impositivamente, conquista, catequización, imperios, centralismo, arbitrariedad, tiranía, autocracia, despotismo, nepotismo y su cauda de absolutismo, corrupción, abusos, demagogia y su consecuente incertidumbre, desconfianza, temor y apatía.

Cotidianamente nos enteramos de la fragilidad de nuestro entorno por lo que respecta a seguridad y otros renglones como la falta de inversión y su necesaria escasez en la creación de empleos, con el resultado de la gran emigración de nuestros paisanos y su secuela de discriminación, vejaciones e, incluso, asesinatos, de parte de los xenofobos y racistas estadounidenses y ahora con mejor nivel académico que antes ( egresados de universidades y tecnológicos); la ignorancia supina de nuestros profesores normalistas y su consecuente incapacidad para enseñar a nuestros educandos, propiciando un bajísimo nivel cultural en éstos, a sabiendas que la prosperidad y desarrollo de los pueblos está en su nivel de educación; la contratación por parte de las mafias delincuenciales, de un segmento importante de nuestra juventud, la cual, consciente de una muerte prematura e inmediata, se avocan a delinquir y a vivir su existencia de una manera intensa, aun cuando rapsódica y fugaz (de ahí la proliferación de adeptos por la Santa Muerte, con la creencia de una vida eterna llena de satisfacciones y la creación de verdaderos mausoleos para sus restos mortales); la incapacidad probada de las autoridades encargadas de la prevención y persecución de las actividades delictivas; la corrupción galopante imperante y, en especial, en los cuerpos encargados de perseguir a la delincuencia, organizada o no, aunado todo ello a la evidente incapacidad de los mandos gubernamentales para planear y ejecutar las acciones tendentes a la solución de todos estos conflictos y sus desastrosas consecuencias.

El problema es ¿qué hacer? ¿quién podrá salvarnos? O mejor dicho ¿qué podemos o debemos hacer como grupo y cada quien en su esfera de posibilidades, para romper este círculo vicioso y hacer un círculo virtuoso que nos permita la participación responsable, decidida, eficaz, eficiente y con los mejores resultados posibles.

El asunto parece ser que nadie tiene ya madera de héroe. El pensamiento egoísta y mezquino de un conglomerado importante de nuestra sociedad no confía ni cree en nuestra grandeza como pueblo y, por ende, no sienten y tampoco piensan en tomar la iniciativa y participar en una verdadera acción que nos reivindique derechos, muchos de los cuales ya hemos, fácticamente, perdido.

Y el pensamiento altruista, con desprendimiento y de verdadera y auténtica solidaridad social, se ve empequeñecido ante el embate de la violencia, la corrupción (una vez más) y se siente indefenso por ser consciente de la apatía del resto de la sociedad.

La revolución no es una solución factible ni razonable. No es una posibilidad ni siquiera remota, por inoperante dadas las circunstancias, tanto de la cercanía de nuestros vecinos del norte, como por la composición del mundo en que habitamos.

Ergo, el camino que tenemos y debemos usar, hasta la saciedad, es el camino del reforzamiento de nuestras instituciones; la creación de cuerpos normativos que ataquen de fondo los problemas ( los cuales no se resuelven con el aumento en las penalidades), pero mas importante es disminuir, si no acabar, con la oprobiosa, nauseabunda y parasitaria corrupción. De ahí que elijamos políticos, de a de veras, no “grillos” en las próximas elecciones. O usted, decidido lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

Periplos en red busca crear espacios intelectuales donde los universitarios y académicos expresen sus inquietudes en torno a diferentes temas, motivo por el cual, las opiniones e ideas que expresan los autores no reflejan necesariamente las de Periplos en red , porque son responsabilidad de quienes colaboran para el blog escribiendo sus artículos.



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