Por Sergio A. Amaya S.

José María

Las relaciones del Estado Mexicano con la Iglesia Católica están en su punto mas álgido, entre 1925 y 1926 salen del país 183 sacerdotes extranjeros y son cerrados 74 conventos. Ante esto la Iglesia mexicana decide oponerse activamente al Estado.

El gobierno de Calles intentaba crear una iglesia nacional. El 21 de febrero de 1925, se crea con apoyo de la CROM la Iglesia Católica Apostólica Mexicana (ICAM), encabezada por el sacerdote renegado Joaquín Pérez; este hecho origina un claro enfrentamiento entre las dos fuerzas. Si tomamos en cuenta que mas del 95% de la población del País es católica, la respuesta a tal provocación no se iba a hacer esperar, particularmente en los Estados del Centro del País: Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas, Querétaro, Estado de México y Michoacán, fueron los Estados mas destacados en la lucha denominada “Cristera”, por el hecho de que los combatientes se colocaban en el pecho una imagen de Cristo y en el sombrero una de la Virgen de Guadalupe y al grito de “Viva Cristo Rey”, se lanzaban en contra el Ejército Federal, armados, casi siempre, con aperos de labranza, mas que con armas de fuego, si acaso unas cuantas escopetas güiloteras que no hacían mas daño en las tropas federales. El mes de Agosto de 1926, en vista de que no había garantías para ejercer su religión, la Iglesia Católica comunicó a sus fieles que a partir de ese día todos los Templos, Capillas y Oratorios, tanto particulares, como públicos, permanecerían cerrados, por lo que se suspendían todas las ceremonias y misas que usualmente se celebraban. Se dice que un día antes, hasta altas horas de la noche, se celebraron bodas y bautizos en gran cantidad, previendo que pasaría mucho tiempo sin poder recibir tales sacramentos.

Afortunadamente para José María, no tuvo participación en estos hechos de guerra fratricida, pues él ya se encontraba en el retiro en Zacatecas. Los inicios de la guerra los pasó intentando levantar su propiedad, para tranquilidad de su familia. Después de unos años inciertos, levantando los abandonados campos, cercando los potreros y las parcelas, reparando las viviendas y construyendo las diferentes dependencias, los socios José María Franco y Cándido Santoyo, levantaron las primeras cosechas de maíz, habían tenido una buena temporada de lluvias y la cosecha había sido buena; pudieron llenar los graneros y tuvieron buena semilla para sembrar en la próxima temporada, así también, les permitió tener el maíz para el gasto de sus casas y de la peonada. Tuvieron varios años de buenas cosechas y eso les permitió vender parte del grano para comprar el primer semental y tres yeguas jóvenes; los habían conseguido a buen precio con un criador que abastecía al Ejército, desde luego por mediación de su buen amigo el General Cervantes.

Nueve años les llevó a los socios el poder tener una pequeña manada pastando en el potrero, por la falta de agua corriente, los agostaderos no soportaban muchas cabezas por hectárea, por lo que tenían tres potreros, uno en servicio y dos en diferente grado de recuperación, no podían tener muchos animales, pero los que tenían estaban bien alimentados, aunque parte del alimento lo tenían que acarrear.

Tenían un pequeño establo con diez vacas lecheras, lo que les daba el alimento para la casa y un poco de fabricación de queso; así mismo, la zahúrda les proporcionaba carne y manteca suficiente para que no tuvieran que adquirir en el mercado. En esos nueve años, José María y Enedina habían procreado tres hijos, un hombre y dos mujeres. El muchacho se llamaba José, como el padre y las hijas, María y Esther, quienes eran los ojos de su padre.

Enedina tenía buena mano para las plantas y había logrado una buena hortaliza, de la que obtenía tomate rojo, cebollas, calabaza, tomate de cáscara, cilantro, chiles de distintas variedades, en fin, lo necesario para los diarios alimentos de la familia. Todo ello había llevado al matrimonio a lograr una buena estabilidad económica. José María era un hombre serio, trabajador y buen amigo; no era bebedor, pero en ocasiones lo invitaban sus amigos a las carreras parejeras o a las peleas de gallos y no despreciaba una cerveza o una copa de mezcal, en esas ocasiones siempre lo acompañaba su inseparable amigo y socio, Cándido Santoyo, quien se encargaba de cuidarle las espaldas, aunque no se sabía que José María tuviera enemigos.

A lo único que era reacio José María, era a las cuestiones religiosas, tal vez porque desde muy joven anduvo solo y no hubo quien le fuese inculcando las cuestiones relativas a la fe. Pero eso no era motivo para que el hombre no fuese considerado una buena persona, siempre dispuesto a ayudar al desvalido. Todo ello lo fue llevando a convertirse, sin él proponérselo, casi en un juez moral en los alrededores de Estación Camacho, pues no había conflicto que no le llevaran para intentar resolverlo. Todo ello fue propiciando que ciertas autoridades se dieran cuenta de la importancia que podría representar el exmilitar en el ambiente social. Una tarde en que José María se encontraba descansando en el portal de su casa, llegó un grupo de hombres a visitarlo, desde luego llamaron la atención y Santoyo de inmediato tomó a un grupo de sus allegados y, de manera discreta, se apostaron en las cercanías de la casa, en tanto que él mismo se apersonaba frente a su amigo, quien al verlo le hizo una seña casi imperceptible, pero que le indicaba que estuviera alerta sin hacer ningún movimiento.

José María se levantó a recibirlos, con la misma cortesía que dispensaba a cualquier visitante que llegara a su casa.

_Bienvenidos, señores, les saludó José María, esta es su casa y estoy pa servirles, esto está lejos como pa que se hayan perdido.

_Así es, mi Capitán Franco, semos una comisión enviada por el Señor Gobernador pa palabriar con usté.

_Pos ustedes dirán, señores, pero pásense a sombrearse y a descansar, enhorita les sirven un poco de agua pa que se refresquen. ¡A ver, Chona!, llamó a una mujer que le ayudaba a su esposa, sírveles un agua fresca a los señores, que han de venir fatigaos.

_Gracias, mi Capitán contestó el mismo hombre, que bien parecía que era un revolucionario. No venimos a darle molestias, solo le traimos una razón del Señor Gobernador pa ver si quere usté ir a vesitarlo la próxima semana.

_Desde luego que sí, contestó resuelto José María, ¿pero se puede saber pa qué seré bueno?

_Ha de disculpar la respuesta, mi Capitán, dijo quitándose el sombrero, pero pos el patrón no nos da razón, solo dijo que si usté aceptaba, lo buscara el día jueves en Zacatecas, que a la hora que usté llegara sería bien recebido.

_Ta bueno muchachos, pos díganle al Señor que desde luego acepto su invitación y que estaré sin falta el día jueves. Ahora, háganme el favor, tomen un poco de agua, espero que les guste el agua de tuna, pero es la temporada y no hay que desperdiciarla, ¿no cren?

Ya mas tranquilos, los hombres de la comitiva se sirvieron la refrescante bebida, misma que les regresó los ánimos perdidos en la cabalgata con el sol de la tarde. Cuando los hombres salieron, Santoyo descansó a su gente y fue a reunirse con su amigo para enterarse del asunto.

_Qué pasó mi Jefe, pos que querían esos. ¿tenemos algún problema?

_No, Santoyo, espero que no, pero el señor Gobernador me invita a visitarlo el día jueves en Zacatecas y pos no me puedo negar, así es que te preparas con unos cuantos hombres de confianza y nos vamos desde el miércoles, nos iremos en el camioncillo, ya vez que se hacen varias horas, pa estar temprano en la casa de gobierno.

Lo mismo le comunicó José María a su mujer, pues ella estaba enterada de todos los movimientos de su marido. La mujer se preocupó, pues pensaba que podrían volver a llamar a su marido a filas, sabía que seguían las gavillas en los alrededores de Zacatecas y eso sí le preocupaba, pues si había tenido la suerte de salir ileso de la bola, quien sabe si esa misma suerte le repetiría, por las dudas, la mujer fue a prender una veladora al Santo Niño de Atocha, de la que era ferviente devota.

Como estaba previsto, el Gobernador lo recibió en cuanto fue anunciado, dando grandes muestras de satisfacción por la llegada del visitante.

_Capitán Franco, dijo al saludarlo efusivamente, tenía muchas ganas de conocerlo, solamente se hablan cosas buenas de usted en el Norte del Estado.

_Favor que me hacen, señor Gobernador, solamente estoy dedicado al cuidado de mi propiedad y de mi familia.

_Bueno, es algo mas lo que se cuenta de usted, señor Capitán, acotó el político. Y precisamente por ese “extra” que usted no menciona, es por lo que me permití invitarlo. Déjeme explicarle un poco y luego lo platicamos, ¿le parece bien?. El Gobernador pulsó un botón y de inmediato apareció su Secretario.

_A sus órdenes señor, dijo comedido.

_Por favor, sírvanos café y algo para picar y que no nos molesten. No estaré para nadie. ¿entendido?

_Desde luego, señor Gobernador, dijo el empleado, saliendo sigiloso, casi sin hacer ruido.

Poco después un empleado del servicio dejó sobre la mesa de juntas una charola con una jarra de café, tazas y trozos de queso y galletas. Luego salió con el mismo cuidado que al entrar.

_Bueno, creo que ahora sí, ya estaremos tranquilos para platicar sin interrupciones. Tal vez usted no esté enterado, pues sé que ha estado separado de las cuestiones políticas, lo cual también es algo de apreciar. El señor Presidente Calles, siempre en busca de la tranquilidad de la Nación, después de tantos años de lucha y a efecto de poder encausar los postulados de la Revolución, considera que es necesario aglutinar a las fuerzas sociales, a fin de que todos caminemos en el mismo sentido, dejando atrás las rencillas y las envidias; por tal razón nos ha pedido a los Gobernadores y Administradores de los Territorios, que busquemos a las gentes que la sociedad señale como personas relevantes por sus actuaciones, tanto durante la lucha armada, como en la época de paz. El objeto de esto es el proponer a tales personas que se conviertan en representantes reales del Presidente y de los Gobernadores, ¿me entiende usted, Capitán?

_Bueno, señor Gobernador, contestó un tanto amoscado José María, entenderle, entenderle, pos sí, onde no caigo es yo que pitos puedo tocar en ese asunto, como le digo, yo solamente me dedico a mi familia y a mi propiedá.

_Je, je, je, sonrió el político, déjeme terminar de explicarle. Una forma de que el país salga adelante, es de que haya una política preocupada en eso y que haya continuidad. Hay mucha inquietud entre los políticos. Los Generales sienten que ellos merecen su cuota de poder y tal vez tengan razón, por ello mi General Calles está ideando la manera de que cada uno tenga una respuesta, pero dentro de un contexto global. ¿Que cómo se haría eso?, muy sencillo, formando parte de un Grupo Político que sería encabezado por mi General, ese Grupo, que aún no tiene un nombre, pero que debe ser representativo de la lucha que el pueblo llevó a cabo y que se encargaría de ir nombrando Gobernadores, Administradores, Alcaldes, Diputados, Senadores, en fin, Servidores Públicos y, en su momento, hasta el substituto del Presidente, pues por la Constitución del 17 no puede durar mas de cuatro años y no tiene reelección. Debemos tener en cuenta que después de la lucha armada, en el aspecto político y administrativo de la Nación, todo está por hacerse y revisarse. Creo que es el momento oportuno para acabar con tantos conflictos, chicos y grandes que se dan de vez en cuando.

_Pos todo eso ta muy bien, señor Gobernador, pero pos yo qué puedo hacer, con tantos Generales que quedaron y yo siendo un simple Capitán.

_¡Ah!, pero eso no será problema, el Señor Presidente ya tiene estudiado su expediente militar, por cierto muy meritorio y tiene pensado que usted, por su actuar durante la guerra y por su alta calidad de hombre de armas y en base a recomendaciones de militares que le han conocido, tanto de nuestro bando, como de los diferentes que usted enfrentó, quienes hablan de su honor de militar y su valentía en el combate, todo ello le indica al señor Presidente que usted merece un grado mas alto que el de Capitán, por lo que, si usted acepta unirse a nuestro movimiento, recibirá, merecidamente, el grado de General Brigadier. ¿Qué le parece.?

_Caray, señor Gobernador, me deja usté con la boca abierta, pos onde me iba yo a mirar como General. Bueno, así la cosa cambea y qué tengo qué hacer.

_Bueno, mi “general” Franco, dijo malicioso el astuto político, si usted se une a este proyecto, le podemos garantizar la Presidencia Municipal de concepción del Oro o de Mazapil, son regiones que usted conoce muy bien y la gente le tiene confianza, no le será difícil controlar a las pequeñas gavillas que operan en aquellas regiones y, desde luego, contará con todo el apoyo mío y del Sr. General Calles. ¿Qué dice usted?

_Bueno, pos usté sabe que soy disciplinao, como buen militar. Cuentan conmigo, pero yo tengo gente de mi confianza que necesito cerca de mi, ¿tendré libertad para elegir a mis colaboradores?.

_Pues claro que sí, contestó satisfecho el político, usted tiene plena libertad, solo quiero recordarle que podríamos tener otros compromisos menores que tendremos que satisfacer, pero siempre será de común acuerdo. Bien, si todo está aclarado y entendido, estaremos en comunicación; por lo pronto que sea su propia casa su oficina política, debe tener algún espacio donde no se cause molestias a la familia, ¿no es así?

_Desde luego, señor Gobernador, yo me encargo de preparar eso y veré que me pongan un telégrafo para estar comunicado con usted.

_Me parece muy bien, José María, pronto tendrá noticias referentes a su ascenso, délo por hecho. Por medio de un propio le haré llegar las instrucciones que vayamos recibiendo de la Capital; por lo pronto, vaya usted formando un grupo de gente confiable que será la célula del grupo en su región, esto se va a poner muy bueno y con ello no vamos a tener necesidad de echar mas bala. Una cosa mas, José María, esto se debe hacer con mucha discreción, para que no se alborote la “gallera”, tú me entiendes; hay muchos aspirantes, pero no son de los nuestros. Así que escoge muy bien a tu gente para no ir a recibir alguna sorpresa. Respecto al telégrafo, yo me ocupo de eso, tú nada mas consigue al telegrafista, la semana que viene te van a hacer la conexión y te llevan el aparato.

Juancho notó el “tuteo”, pero no le molestó.

_Ta bueno señor Gobernador, dijo José María despidiéndose, si no hay otra cosa, me gustaría retirarme, pos tengo muchas cosas qué hacer y ya me anda por estar en mi terreno pa empezar las pláticas con mi gente. Se van a poner bien contentos.

Con la anuencia del Gobernador, José María salió de la casa de gobierno, ya era pasado el medio día y no había probado mas que los trozos de queso que picó con el Gobernador. Cándido y sus gentes estaban sentados en la banqueta, recargados contra la pared, cuando salió su jefe, todos se levantaron, dispuestos a recibir sus órdenes.

_Qué pasó muchachos, ya nos anda de hambre, ¿verdá?

_Sí mi jefe, dijo alguno, ya nos trozamos, pero aquí’stamos, a la orden…

_Mira Santoyo, dijo José María a su Asistente, en tanto le daba unos billetes de banco, dale dinero a los muchachos pa que se vayan a comer al mercao y diles que cuando terminen se vayan pal jardín, que allá nos esperen, tú y yo nos vamos a comer a un restorancito que está aquí adelante, necesito platicar contigo.

Después de mandar a su gente a comer, los amigos se dirigieron al establecimiento donde comerían ellos mismos, José María eligió una mesa del fondo, alejada del paso de personas que pudieran escuchar la conversación. De inmediato fueron atendidos por diligentes meseras, dando cuenta de sendos platos de barbacoa con tortillas de maíz; una vez satisfechos, José María relató a Santoyo la razón de su visita y la decisión que había tomado, desde luego que contaba con él para que le fuera organizando a la gente. José María le hizo ver que eso era bueno, pues con ello se pensaba terminar con los alzamientos que ocasionalmente ocurrían, encabezados por exrrevolucionarios inconformes con el resultado de sus esfuerzos, que no siempre iban de acuerdo a las necesidades del pueblo. Eso, además, les daría mayor tranquilidad para seguir adelante con su criadero de caballos, pues al no haber conflictos armados, no había motivo para el decomiso de caballerías, pues los soldados estaban en sus cuarteles y los criaderos del Ejército eran suficientes para cubrir su demanda.

_ Santoyo, te voy a’cer la misma recomienda que mi’hicieron, tenemos que ser muy sosiegos; la gente que elijas deberá ser muy discreta, pos no quieren que se alborote la gente, esto va ser bueno para todos, pero hay que ayudar al Jefe Calles.

_De’so no tengas pendiente, José María, (con esa confianza lo trataba cuando estaban solos) tengo unos valedores que son de una pieza, muy entrones y muy machos, ellos nos pueden controlar a la gente pues, pa que no se vaya a deshocicar alguno.

_Bueno, ta bien. Otra cosa, tenemos dos cuartos que no se están utilizando, donde íbamos a guardar las sillas de montar, quiero que pongas a unos peones a limpiarlas; hay que darles una pintada y las vamos a amueblar, van a ser nuestras oficinas; luego quiero que veas al telegrafista que teníamos en la Compañía, creo se llamaba Refugio, vive en Camacho. Dile que necesito verlo.

_Claro que sí, es buen cuate el Cuco, yo creo que sí va a jalar con nosotros. Qué, ¿vas a poner telégrafo?

_Desde luego, Santoyo, vamos a estar comunicados con el Gobernador, para estar enterados de todo lo que se necesite.

José María y su gente volvieron al rancho, todo siguió igual que siempre, con la salvedad que continuamente se veía gente que iba y venía del rancho a Camacho y otros que venían de Mazapil, de Concepción del Oro y de las comunidades de los alrededores; de vez en cuando José María salía a Zacatecas, a la Concha y Mazapil, siempre acompañado de su fiel amigo Santoyo y de cuatro o cinco “Ayudantes”

Así fue pasando el tiempo de preparación para llevar a cabo los planes del General Calles, cuyo mandato terminaría en 1928. Aún faltaban mas de dos años y el trabajo por parte de José María y sus correligionarios era intenso, el Gobernador de Zacatecas tenía puestas muchas esperanzas en el trabajo del militar, quien a principios de 1926 recibió el Acuerdo Presidencial por el cual se le confería el grado de General de Brigada, en pago a los altos servicios prestados a la Nación. Un grupo de distinguidos militares enviados por el Sr. Gobernador, se trasladó hasta la finca de José María a entregarle el acuerdo y a llevarle un uniforme de gala, regalo personal del General Calles. José María se cambió de ropa y se presentó en su oficina, ante la mirada amorosa de su esposa e hijos y el cariño y fidelidad de su gente, en medio de un nutrido aplauso. Las estrellas y el águila relucían sobre sus hombreras. Orgulloso posó para la fotografía oficial que le enviarían al Sr. Presidente Calles, cuya fotografía de cuerpo entero ocupaba el sitio de honor en la pared de la oficina.





El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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