Por Sergio A. Amaya S.


José María

José María estaba muy ocupado con su campaña para conformar el grupo político que encabezaría el Presidente Calles, quien dejaría el puesto el año siguiente. Había gran efervescencia en todo el País, particularmente por un grupo de disidentes que encabezaba el General Francisco Serrano, quien no había estado de acuerdo con el General Calles para la homologación de los mandos. A mediados de 1927, Serrano inició formalmente su campaña política para contender en las elecciones presidenciales del año siguiente; se le adhirieron varios grupos, entre otros, el Partido Socialista de Yucatán, el Centro Antirreeleccionista, la Alianza de Partidos Antirreeleccionistas de los Estados, lo que le empezó a dar importancia a nivel nacional, algo que el Presidente Calles no tenía contemplado, pues ya había convencido al General Álvaro Obregón de que buscase la reelección; para conseguir eso, había logrado la modificación al texto Constitucional, a fin de permitir la reelección.

En medio de ese hervidero político, José María se desempeñaba de acuerdo a lo que esperaba el Gobernador de Zacatecas, siendo importante que tuvieran el control político de la ciudadanía del Norte del Estado. Dentro de sus recorridos políticos, José María llegó al poblado El Venado, sitio muy pequeño, pero de importancia regional, dado que en él paraban los comerciantes que venían del rumbo de San Luis Potosí, camino a Concepción del Oro, Mazapil y el Norte del País; por tal motivo, se tuvo buen cuidado de incluir el polvoriento pueblo en una etapa importante de la campaña política. Fueron convocados los personajes importantes del pueblo, encabezados por el Profesor Artemio Gutiérrez, hombre muy querido por la comunidad, así también, invitaron a Onofre García, propietario de la tienda mas próspera del lugar y al señor Andrés Benítez, honrado fabricante de muebles de madera y peluquero del pueblo, quien por sus actividades, era conocido por la totalidad de los jefes de familia de El Venado. Para esperar dignamente al Señor General Franco, los ciudadanos de El Venado se cooperaron para hacerle una comida, a fin de que no olvidara al pueblo cuando estuviera en el poder. Don Artemio se encargó de que sus estudiantes estuvieran limpios, con ropas arregladas y habían ensayado el Himno Nacional, para cantarlo cuando llegara el renombrado General y político.

Don Artemio tenía mucho interés en platicar con el General, pues bien sabía que era una oportunidad única para obtener alguna ayuda para beneficio de la escuela del lugar, por lo que se puso a preparar un breve discurso que diría como bienvenida al General, a nombre de toda la población de El Venado. Desde un día antes, todos los pobladores se pusieron a limpiar y regar las calles, contratando a un aguador de nombre Cuco, quien tenía un carromato tirado por un burrito y que por cincuenta centavos llevaba cuatrocientos litros de agua en cada viaje. Se tuvo cuidado de meter a los corrales a los cerdos, gallinas y guajolotes que usualmente vagaban sueltos por todo el rancho; así mismo, a los perros se les ató en las casas de los dueños para que no molestaran a los visitantes. Mientras los hombres mataban cinco chivos de regular tamaño, las mujeres se pusieron a hacer el nixtamal y a moler los chiles necesarios para hacer una buena barbacoa. Toda la noche trajinaron, los hombres hicieron los agujeros y acarrearon las pencas de maguey y como a las tres de la mañana prendieron la leña, durante unas seis horas se estaría quemando, para después quebrar los residuos, colocar la parrilla; una vez asadas las pencas de maguey, colocarlas en las paredes interiores y luego poner la carne con todos sus aderezos dentro de una olla, donde se concentraría el consomé, es decir, el jugo de la carne. Después de tapar el hoyo con las hojas y tierra húmeda, se quedará otras seis horas, así, para el medio día, cuando vayan a comer con el visitante, destaparán los hoyos y la barbacoa estará en su punto.

Por fin era de mañana, Don Artemio llegó muy temprano, en el primer autobús, pues quería estar seguro de que todo saliera bien; almorzó en el negocio de Onofre, donde se les reunió Andrés y juntos los tres afinaron todos los detalles. Ya habían levantado un templete donde se subiría el General para dirigir la palabra a los vecinos. Desde temprano estaban regando las calles para que no se levantara polvo. La Partida militar ya estaba presente, el Teniente Valladares se acercó a los organizadores del evento para ponerse a sus órdenes, pero comprobó que no era necesario y se retiró a preparar a su gente. Nadie del pueblo conocía al General, solo los militares, por esa razón, Don Artemio se acercó al Teniente para pedirle que cuando llegara el visitante les hiciera el favor de señalárselos, no fueran a cometer la tontería de darle la bienvenida a otra persona. Esto le hizo gracia al militar, pero comprendió que esta buena gente poco salía de su rancho.

Cuando ya la gente se estaba cansando de esperar, cerca de las doce del día, un automóvil gris con la capota cerrada llegó al pueblo, de inmediato se acercó el Teniente y saludó en forma militar a un hombre alto, moreno, venía cubierto con un sombrero tejano y portaba una enorme pistola calibre 44, era el General Franco. Los soldados de la Partida militar estaban en posición de firmes y a una orden del Sargento saludaron poniendo sus armas en posición vertical frente a ellos. En ese momento los organizadores, encabezados por el Profesor Artemio se acercaron a dar la bienvenida al ilustre visitante, todo el pueblo estaba expectante, pues era la primera vez que una persona del gobierno los visitaba, es decir, alguien realmente importante.

Cuanto Artemio estuvo cerca del militar y lo tuvo de frente, casi se quedó mudo por la sorpresa, pues esperaba encontrarse con un hombre maduro y tenía frente a él a un hombre joven, de treinta y tantos años y su mirada le recordaba a otra persona, que de momento no pudo traer a su memoria. Retomando la serenidad, le dio la bienvenida al General:

_Señor General Franco, el pueblo de El Venado se honra con su presencia y le dá la mas cordial bienvenida, le abre las puertas del pueblo y de sus corazones francos, sinceros, norteños, en los que usted puede confiar plenamente y quienes esperan que tenga usted una feliz estancia. El pueblo ha preparado una serie de eventos para saludarlo y para escuchar el mensaje que usted pueda traer de parte del Señor Presidente Calles. Soy el Profesor Artemio Gutiérrez, dijo tendiendo la mano para estrechar la del militar y le presento a los organizadores del evento, Señores Onofre García, propietario de la tienda mas próspera del lugar y al señor Andrés Benítez, honrado fabricante de muebles de madera y peluquero de El Venado.

Los hombres nombrados se acercaron a saludar al General, quien los recibió con muestras de afecto. A ellos también se les hizo conocido el General, pero suponían que en alguna ocasión tal vez lo hubiesen visto en La Concha.

Flanqueado por Santoyo y Valladares y guiados por los organizadores, el General Franco recorrió algunos puntos del pueblo; especial cuidado tuvo Artemio de que vieran la escuela, donde ya estaban esperando los niños y cuando vieron llegar al militar, empezaron a entonar el Himno Nacional, los tres militares saludaron en forma reglamentaria en tanto se entonaba el himno, así como los soldados que cerraban la comitiva. Luego del emotivo momento, Don Artemio le explicó al General lo que se había logrado desde que él había llegado a ese sitio, pero también le habló de las carencias que tenían, logrando que el General se comprometiera a ayudarlos:

_Uste no tenga pendiente, Maestro, pos en cuantito yo llegue a ocupar un lugar en el pueblo, me haré cargo de las necesidades de su escuela, pos si algo tenemos que hacer es ver que los muchachillos estudien, pa que no sean unos burros como nosotros, ¿qué no?

_Bueno, no mi General, creo que se trata usted con demasiada dureza, repuso conciliador Artemio, si algunas personas no tuvieron la oportunidad de estudiar, es porque los gobiernos anteriores no le han dado el debido cuidado a este aspecto social y luego vino el asunto de la Revolución y lo poco que se había logrado, pues se perdió. Realmente estas escuelitas han aguantado por la gran participación de los padres de familia.

_No se afane, Profesor, que sé muy bien lo que le digo. Tiene usté razón en lo que dice, que no había escuelas suficientes. Cuando yo era chamaco, la única manera de estudiar era en las Iglesias, con los Curas y las Monjas, pero los que vivíamos en los ranchos, encasillados por los patrones, pos no teníamos cual ninguna posebilidá, pero por eso mesmo, no debemos dejar las cosas así. Ya miré lo bien que tiene la escuela, Profesor y la mera verdá, es la primera que jallo así, me emocionó cómo los morrillos cantaron el Himno, todos parejitos y eso deja ver la mano que los educa y, para mi, eso tiene mucho valor y no crea que le estoy dando coba, para nada, yo soy muy franco, como mi apellido, si algo no me cuadra, pos lo digo.

La comitiva siguió su recorrido y así llegaron al sitio, mas o menos el centro del pueblo, frente a la Capilla, donde se había levantado el templete para que el General se dirigiera a los ciudadanos de El Venado. Se subió al tablado y echándose el sombrero para atrás, como para que todos le vieran el rostro, les dijo:

_“Señores suidadanos del rancho El Venao, hoy estoy aquí personalmente y en persona, pos les traigo un saludo de nuestro Presidente, el General Calles, quen ya quiere terminar con tantos alzaos que no dejan en paz a la población. La guerra de Revolución ya ha terminao, los soldados están en los cuarteles y las Partidas, como la que en este momento nos acompaña, también deben volver a los cuarteles, pero tan ajuera pa cuidarlos a ustedes, pa que puedan trabajar sin pendiente, pa que la tierra vuelva a ser productiva. Pa lograr eso, necesitamos que apoyar a nuestro amigo y Presidente, mi General Calles. Hay mucha gente que no está de acuerdo con eso, queren seguir con la guerra y eso solamente traerá mas hambre al campo, por eso, compañeros, les pido que todos apóyemos al General Calles, que solamente quiere que todos ustedes estén bien, el año próximo habrá elecciones pa que escójamos nuevo Presidente y también habrá nuevos Diputados, Senadores y Presidentes Munecipales, ya pronto les haremos saber cual será el Partido que deberemos apoyar, no nos déjenos engañar, ustedes me conocen, vivo en Camacho y muchos amigos de ustedes, o parientes, trabajan en mi rancho, ellos les pueden decir si soy hombre de ley, aquí‘stá mi mano, mano de hombre de palabra, pa cumplirles lo que se les ofrezca. Acabo de hacer un compromiso con el Profesor pa ayudarle a crecer la escuela si ustedes me ayudan a llegar a algún puesto en La Concha, dentro de unos meses volveré a platicar con ustedes, pero ya con una propuesta bien definida, por hoy sólo les pido que no hagan caso de otra gente que vendrá a ofrecerles cosas, díganles que ustedes son gente del General Franco, ¿qué no?”

La gente respondió entusiasta al llamado de ese hombre que, aunque muchos no conocían personalmente, por referencias tenían conocimiento de su calidad y estaban dispuestos a secundarlo y apoyarlo en sus pretensiones.

Luego de terminado el discurso, el General bajó y fue abordado por Andrés y Onofre, quienes le hicieron la invitación para que los acompañara a la comida que el pueblo le había preparado, a lo que el General aceptó encantado, pues le gustaba convivir con la gente sencilla. Tomó del brazo a Artemio y todos juntos se encaminaron al negocio de Onofre, donde habían puesto palmas nuevas para dar sombra y el piso se encontraba bien regado y barrido, las mujeres se movían diligentes y los hombres empezaron a destapar los hoyos, llenando el ambiente del apetitoso aroma de la barbacoa recién hecha. El General llegó saludando de mano a todos los presentes, mujeres y hombres, pues aunque sabía que no había voto para las mujeres, se daba cuenta que la opinión de las hembras en sus maridos, podría ser determinante. Llamó al Teniente Valladares y a Santoyo y en una mesa se sentaron los tres organizadores y los tres militares, el resto de los pobladores se sentó en las otras mesas y los que no alcanzaron lugar se acomodaron en cuclillas en el suelo, en el perímetro del negocio. Los soldados de la Partida también comieron, aunque cerca de sus caballos, pues no podían descuidar el servicio. Llevaron a la mesa principal cervezas frías y una botella de mezcal, pero el General declinó la invitación a beber mezcal, aceptando solamente unas cervezas.

La comida se desarrolló en franca camaradería, la barbacoa y las tortillas estaba exquisitas y las salsas picosas, como debía ser. Ya de sobremesa, mientras algunos liaban sus cigarrillos de hoja y fumaban, otros encendían cigarrillos de manufactura industrial; la plática fue llevando a las actividades que se desarrollaban en los alrededores. Cuando se llegó al tema de la minería, se habló de las minas de la localidad y las haciendas de beneficio que les daban servicio; se habló también de la mala calidad de vida que llevaban los peones y el General prometió estudiar esa situación para proponer algo al Señor Gobernador. Luego se habló de los mineros independientes y el Teniente Valladares hizo mención a un minero que recién había estado con él, muy amigo de Don Andrés, que estaba presente, se habló de que era un hombre muy querido y respetado en los alrededores, en fin, se hablaron puras cosas positivas del hombre, tanto que le dio curiosidad al General, quien preguntó por el nombre del aludido y por qué no estaba con ellos.

_Por cierto, continuó el Teniente, es curioso, pero se apellida como usted, Franco, le dicen Juancho, Juancho Franco.

El General se puso blanco por la impresión y pidió le repitieran el nombre, pensó en su hermano, pero podría ser una patética coincidencia, la respuesta que recibió, fue la misma:

_Se llama Juancho, Juan José Franco y ya tiene muchos años viviendo en estos rumbos, pero poco viene al pueblo, el prefiere vivir en el desierto y tiene unas tierras mas allá de Mazapil, donde construyó una casa y vive con su esposa y dos niños. Su mujer es de un rancho llamado El Ahorcado, corroboró Andrés, su fiel amigo.

_Pos qué, ¿será ya un viejo?, preguntó el General.

_Para nada, mi General, intervino el Profesor, es un hombre poco mayor que usted y ahora que recuerdo, en alguna ocasión me habló de un hermano que tuvo y que se fue para el Norte; nunca ha vuelto a saber de él, pero nunca lo ha olvidado.

El curtido Militar los escuchaba con los ojos húmedos por la emoción y un nudo en la garganta le impidió seguir hablando. Pasaron unos minutos y los hombres se dieron cuenta, respetando ese silencio del militar. Cuando al fin pudo hablar, les pidió.

_Por favor, llévenme a verlo, creo que es mi hermano, ese hermano que nunca he olvidao y que yo creía perdido. Siempre pensé que se habrían regresao a la vieja hacienda de Coahuila, cuando yo me fui pal Norte los dejé cerca de Mazapil, pero llevaban una vida muy dura, por eso pensé que no habían aguantao, pero díganme, por favor, ¿mi madre aún vive con él?

_No, mi General, intervino Onofre, Doña Ernestina murió antes de la Revolución, según lo que me ha platicado Juancho; después de la muerte de su madre, Juancho solamente aguantó unos meses en la hacienda, luego buscó la manera de pagar a la Tienda de Raya y se fue a buscar su fortuna solo, así llegó a El Ahorcado y pues ahora vive en su propio rancho.

_¿Ustedes cren que lo pueda jallar ahora?

_Pues no lo creo, dijo Andrés, yo lo dejé algo retirado de su casa y todavía iba a estar unos días por allá, mas bien el fin de semana. Los Sábados siempre viene a La Concha, a la casa de Don Artemio.

_Así es General, nada menos hace unas semanas estuvimos muy cerca de usted, pero cuando llegamos a la Plaza usted estaba abordando su auto y no lo vimos de frente, solo comentó Juancho, “mire Profesor, ahí va el mentado General Franco, ya debe ser un viejo”

José María se sonrió de satisfacción, pues dentro de unos días podría abrazar a su hermano, que tanta falta le había hecho cuando era mas chamaco.

Pero el destino aún no tenía planeado el encuentro, cuando José María volvió a su casa, se enteró que el Gobernador lo requería en Zacatecas, pues le tenía noticias importantes, por lo que al día siguiente el General y sus ayudantes se fueron a la Capital, dejando pendiente el asunto del encuentro con su hermano.

Cuando llegó al Despacho del Gobernador, lo encontró con un rostro muy serio, preocupado.

_Qué bueno que viniste, José María, dijo el funcionario muy serio, hay noticias que pueden hacer variar las cosas, resulta que hace unos días mataron al General Francisco Serrano y a otras personas cuando volvían de Cuernavaca a la Ciudad de México, los emboscaron en un pueblo llamado Huitzilac. El problema es que el hombre era el opositor de mi General Obregón a la Presidencia de la República y opositor a los planes unificadores del Presidente Calles, así que de momento y hasta nuevo aviso, no quiero que te retires de tu casa, para que siempre estés localizable y hasta saber qué harán los partidarios de Serrano, no quisiera que te vieras envuelto en alguna situación comprometedora, tú me entiendes.

José María volvió a su casa, preocupado por la situación que se pudiera presentar, por lo pronto puso al tanto a sus hombres mas allegados, con la consigna de visitar sus frentes y alertar a la gente para que estuviera preparada por si acaso llegaban enviados de Serrano a quererles levantar; la consigna era no a la lucha armada. Esa era la orden del General Calles, había que aguantar para que se llegara a las elecciones presidenciales en completa calma. Por lo pronto no tenía oportunidad de ir en busca de su hermano, pero sí encargó a Santoyo que investigara todo lo posible acerca de la vida de su hermano y su familia política, también mandó buscar al Teniente Valladares para que le contara todo lo que supiera sobre su hermano. Hechas esas previsiones, se resignó a no separase de los límites de su propiedad, dejando siempre al telegrafista al pendiente de cualquier llamada y a un ordenanza con caballo preparado para ir en su busca sin tardanza. Si había tardado tantos años en saber de su hermano, unas semanas mas no tendrían tanta importancia.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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