De la declaración...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz


En un día como hoy (4 de Agosto) pero del año de 1789, merced al movimiento popular, armado, pero impregnado de una filosofía jurídico- política por la conquista de derechos para la población, históricamente conocido como la Revolución Francesa, se dio la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano cuyo artículo 1º. dice: “ Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos ”, ideas surgidas como consecuencia, entre otras, de la evolución del pensamiento político que ya venía desde los griegos, enriquecidas desde cien años antes por el pensador ingles John Locke, por lo que respecta a la forma de funcionamiento del estado y quien consideraba que la sociedad se basa en un contrato y que el rey debe obedecer las leyes, toda vez que de no hacerlo así, la insurrección del pueblo, deviene en legítima, como lo sostiene en “Cartas sobre la tolerancia”, publicada en 1689 (antes que el filósofo suizo Jean Jacques Rousseau, publicara “ El contrato social” en 1762).

Desde luego que esta Declaración influyó notablemente en el mundo occidental y en nuestro país alimentó de una manera trascendental al pensamiento libertador de los precursores de nuestra Independencia y en especial al Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, ávido lector de las publicaciones francesas que hablaban al respecto (a pesar de la prohibición de parte de la clerecía católica, para que entraran dichas publicaciones a nuestro país) y su influencia fue tan fuerte que, incluso, impactó rotundamente a los liberales y constituyentes en 1857, a esa pléyade heroica de ínclitos mexicanos, auténticos y verdaderos próceres que se manifestaron de una manera positiva en defensa y beneficio de nuestra nación, en contra de las fuerzas mas oscurantistas y retrógradas de su tiempo, personalizadas por la iglesia católica, la burguesía en el poder y los militares, quienes defendían sus privilegios ancestrales, ante el avasallante imperio de la razón, de la justicia y de la ley, logrado, en parte, por la separación de la iglesia y el estado. Ecuación a todas luces ya no solo necesaria, sino indispensable para lograr un mayor y mejor equilibrio en el manejo de la cosa pública pero que por desgracia no se ha logrado del todo (aun cuando ha habido avances), sin perjuicio del lamentable retroceso que se ha producido en nuestra clase “política” de los últimos tiempos por la derivación derechista de los “gobiernos” y la influencia, muy notoria, en las actividades políticas por parte de la clerecía. Ejemplo de ello (que no vacuo) es que antes los políticos rehuían el ser vistos con algún clérigo y ahora hasta provocan las ocasiones para salir en la foto con ellos, y su consecuente publicación en los medios. Fenómeno terrible de retroalimentación.

Sin embargo vale la pena considerar que la celebración de tan fasto acontecimiento, el de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, es un reconocimiento válido para aquellos que pensaron en un catálogo de derechos humanos y de derechos políticos, tendentes a la superación del hombre, que si bien, como consecuencia del pensamiento ingenuo tiene una gran raigambre iusnaturalista, permitió acabar con las dictaduras de su tiempo y, en especial de las monarquías absolutistas de entonces, al “ reconocer” ciertos derechos que por naturaleza tienen los seres humanos desde que nacen y hasta que mueren, dice el pensamiento tradicional, aun cuando ello equivale a hablar de “ derechos” antes de la existencia del estado, lo que contradice una verdad jusfilosófica incontrovertible condensada en la ecuación estado = derecho y que admite la reversibilidad de la misma o sea derecho = estado, habida cuenta de que el estado es la personificación del orden jurídico y que no puede haber estado sin derecho, ni derecho sin estado, y que quien creé ingenuamente, pretendiendo descalificar la contundencia de la ecuación diciendo que se trata de una identidad tautológica, se les contesta que se trata de una identificación progresiva, que no es lo mismo.

Así nuestra Carta Magna, que en su artículo 1º decía que en los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, recién acaba de ser reformado este dispositivo para en lugar de otorgar, ahora reconoce, lo cual es aberrante y carente de toda rigurosidad metódica ya que implanta un rasgo ideológico y poco objetivo, lo que evidencia la poderosa influencia del pensamiento ingenuo, del pensamiento tradicional en nuestra actualidad. Volvimos al medioevo. Pero ya se reaccionará, con la razón. O usted, humanista lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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