La visita a México del representante de la iglesia católica ha sido y tenido resultados impresionantes en diferentes sentidos, desde muy variadas ópticas.
Resultó impresionante el tumultuario recibimiento de que fue objeto desde el arribo de su vuelo, en una zona caracterizada por su catolicismo a ultranza como lo es la región del Bajío, en donde se dieron las principales acciones de la guerra cristera, azuzada por el clero (siempre por tratar de conservar y perpetuar los privilegios usufructuados desde la colonización y vasallaje de las etnias nativas de este continente), en contra de las instituciones de la república y que quieren hacer aparecer como un episodio de nuestra historia en donde los malos son los agentes gubernamentales y y representantes de las instituciones amparadas por la jerarquía de una Constitución legítimamente creada por el Constituyente permanente y las víctimas, los fanáticos y creyentes de buena fe que intervinieron en ella, cuando lo que se pretendía era instaurar el imperio de la ley y seguir haciendo efectivo el ideario de la Reforma, etapa gloriosa de nuestra vida institucional.
Fue impresionante ver que con la doble jerarquía con que fue presentado o sea en su carácter de líder de la iglesia católica y como jefe de estado, recibió los honores propios de este último por parte de su par mexicano, quien además es católico y actuó como fiel devoto en la actividad litúrgica efectuada, confundiéndose ambas en una unión poco sutil e indefinible, pero de impacto muy efectivo entre la feligresía.
También fue impresionante ver cómo, ad nauseam, el bipolio comercial televisivo proyectó horas, horas y horas del recorrido que siguió el llamado papamóvil hacia sus diferentes etapas, con los consabidos comentarios marginales repletos, saturados de vacuedades, de pleonasmos, de repeticiones incontables e inútiles de quienes reseñaron dicha trayectoria, quienes ante lo monótono y repetitivo del escenario del objeto de las tomas, y para llenar su espacio no tuvieron límite en tanta estulticia, siendo salvados, en ese ángulo, por la inducción de los asesores que invitaron para que les aclararan lo que a todas luces ignoraban.
Impresionante fue el efecto que produjo este evento en la juventud, que realizó el mayor protagonismo masivo, así como los niños, quienes reaccionaron al estímulo de la visita, acordes con su adoctrinamiento.
Resultó impresionante el ver cómo se engordaron el caldo mutuamente, tanto el gobierno panista como el clero católico con este ultrasúperarchimega publicitado evento, sobre todo en vísperas de unos comicios para puestos de elección popular con lo cual llevaron abundante agua a sus respectivos molinos.
Impresionante fue el escuchar, dentro de los mensajes pronunciados por el jefe de la jerarquía católica, la preocupación por los males que nos aquejan como nación, y que son reales y verdaderos, en donde menciona a la corrupción, sin perjuicio de la violencia, entre otros de nuestros padecimientos, así como sus deseos y oraciones para que los superemos, pero que fueron admitidos por el representante de un “gobierno” que nos atosiga cotidianamente exhibiéndose como el dador de todos los beneficios y bondades que su “administración” nos ha “ prodigado”.
Muy impresionante, también resultó, la presencia de los precandidatos presidenciales a un evento supuestamente estrictamente religioso en donde evidenciaron tanto su postura acomodaticia para presentarse como devotos católicos para quedar bien con el electorado que profesa esa religión, como para evidenciar el reconocimiento que le hacen a sus ministros, por ser un factor real de poder, nacido de su intromisión en asuntos políticos no permitidos por la Constitución, amén de atentar en contra de la laicidad del estado y manchar la magnificencia de las trascendentales posturas adoptadas por la pléyade de ilustres mexicanos creadores de las Leyes de Reforma, encabezados por el ínclito Dn. Benito Juárez, para crear un estado laico (que no significa anti religioso), y separar a la iglesia del estado, y que ahora pretenden conseguir con reformas a los artículos 24 y 40 de la Constitución que esperamos no se realicen como lo están pretendiendo. Impresionante, ¿verdad? O usted, impresionado lector, ¿qué opina?
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