En toda sociedad se tienen diferentes estadios en relación con el conducirse de los pueblos. En algunos de ellos, que lamentablemente no son la mayoría, se suscitan situaciones y condiciones de paz, de tranquilidad social y, por ende, de productividad y de realización fáctica del deseo de dichas comunidades.
Lamentablemente, también se dan épocas y momentos de agitación social, de violencia tanto hacia el interior como hacia el exterior de los Estados, así como de climas de inseguridad que impiden el sano desenvolvimiento de los seres humanos y con gran dificultad se logra y no siempre, el advenimiento a los fines que teleológicamente se han propuesto.
Desafortunadamente en la actualidad estamos inmersos en una vorágine de violencia, de una violencia desatada por multiplicidad de causas, a saber: la pobreza extrema en que se vive, la falta de oportunidades para los jóvenes con estudios o no, la falta de oferta de empleos bien remunerados, la falta de educación, la falta de capacitación específica, la falta de integración familiar, la execrable corrupción y su consecuente impunidad y lo mas importante, la falta de cumplimiento o de consecución de los valores.
De esta guisa, en la actualidad, es un tema recurrente hablar de la pérdida de valores, sin que las mas de las veces se sepa qué es un valor axiológicamente considerado.
Sostenemos que un valor es una cualidad de un sujeto u objeto. Así,los valores son agregados a las características físicas, tangibles del objeto; es decir, son atribuidos al objeto por un individuo o un grupo social, modificando -a partir de esa atribución- su comportamiento y actitudes hacia el objeto en cuestión.
En este orden de ideas, podríamos decir que la existencia de un valor es el resultado de la interpretación que hace el sujeto de la utilidad, deseo, importancia, interés, belleza del objeto. Es decir, la valía del objeto es, en cierto modo, atribuida por el sujeto, en acuerdo a sus propios criterios e interpretación, producto de un aprendizaje, de una experiencia o la existencia de un ideal.
En este sentido, valores tales como: honestidad, lealtad, identidad cultural, respeto, responsabilidad, solidaridad, tolerancia, entre otros como la perseverancia y la resiliencia (capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas), son fundamentales para el convivir pacífico de la sociedad, de los cuales la sociedad vive de ellos e incluso son intangibles y nadie los puede cambiar solo uno propio a como se da a conocer con los demás o también con las experiencias de la vida.
En otras palabras, los valores son parámetros válidos o paradigmas por alcanzar, como la consecución de un fin, ya dijimos intangible, pero nos sirve de referencia para saber dónde ubicarnos o hacia dónde vamos y si vamos bien.
En consecuencia, no es que se hayan perdido los valores, no es que hayan desaparecido, no se han esfumado ni tampoco extinguido. Ahí están. Solo falta ejercitar nuestra capacidad volitiva para dirigirnos a ellos y por ende para acercarnos a sus bondades que a todas luces resultan gratificantes, no solo para el que los cultiva sino la proyección que hacia los demás congéneres hace el mismo.
Consecuentemente, todos los adultos, padres, tutores, docentes, guías espirituales, tenemos la obligación ineludible de inculcar valores a los jóvenes y a los niños, así como a adultos que carecieron de ellos, para lograr la superación personal, el consecuente estado de bienestar y al final de cuentas una sociedad mas participativa, con mayores logros en el beneficio colectivo.
¿Que requiere esfuerzo? Es cierto. ¿Que requiere voluntad férrea? También. ¿Que se necesita carácter e información? Obvio. Pero si como humanos estamos capacitados para ello, nada mas es cuestión de echarnos a andar y hacerlo. Nuestra individualidad y nuestros contemporáneos lo requerimos y nos lo agradecerán. Es insoslayable e inaplazable. O usted, valioso lector, ¿qué opina?
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