
Recuerdo esa época en que todo era nuevo para mí. Cuando la brisa del mar acariciaba mi rostro y podía sentir la arena sobre mi piel. Sentado a pocos metros del mar, pensaba que no importaba el tiempo que me tardara viendo el horizonte. La historia del mundo parecía haber comenzado hace poco y el ruido de las olas que se estampaban en la playa parecían tener la cualidad de limpiar cualquier cosa. Cada vez que respiraba llegaba hasta mí el olor a frescura, a lejanía y a magia. Absorto, me decía en medio de esa misteriosa atmósfera: ¿cuándo será el día en que las muchas piezas que me integran se convertirán en una sola? Ahora como entonces, me doy cuenta de que sigo en la búsqueda, y aunque no parezcan haber tantas cosas por descubrir, sé que mi mente sigue siendo tierra fértil aun para la aventura.
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