De la expectativa...

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Por Rodrigo Juárez Ortiz



La expectativa, como dicen los clásicos, es la esperanza de conseguir una cosa, y estar a la expectativa implica mantenerse sin actuar hasta ver qué pasa o sea, estar atento para enterarse de algo cuando ocurra y obrar en consecuencia.

Esta postura desde luego que dentro de las circunstancias que se viven actualmente, de violencia extrema y galopante, de inseguridad, de falta de resultados de las fuerzas del orden y de los tres niveles de gobierno, así como de la execrable corrupción aunada a la desquiciante impunidad de que gozan los pillos y toda suerte de maleantes de todo nivel socioeconómico, es muy cómoda y aparentemente segura, solo que merced a ello, todas las vicisitudes que estamos padeciendo se han intensificado a partir de la inamovilidad de la población, a partir del miedo, a partir de la zozobra, de la falta de protección, de todo lo cual se produce una profunda incertidumbre y cuando se tiene la iniciativa de denunciar tropelías y delitos varios, la población se encuentra, en ocasiones, con la ineptitud o protección de las autoridades correspondientes, merced a elementos de complicidad con quienes cometen los actos delictivos.

La incompetencia de las partes gubernamentales en sus tres niveles se ha demostrado ad nauseam, díganlo si no los hechos delictivos que cotidianamente se escenifican en nuestras ciudades y pueblos en donde es mas que obvio el estado de indefensión en que se encuentran los gobernados, quienes son víctimas de asaltos en la vía pública ( tanto en el centro de la ciudad, como en casas habitación), de robos de vehículos con violencia (los cuales han aumentado considerablemente ), de violaciones, de chantajes, de extorsiones, de desapariciones forzadas, de secuestros, de amenazas, de cobros de derecho de piso a comerciantes, incluyendo a los ambulantes (quienes dicen que no les pagan al ayuntamiento los permisos, sino a la delincuencia organizada, y la lista sería interminable y todo ello a pesar de los anuncios de las cantidades de elementos que se manejan respecto a las fuerzas de seguridad que pululan en la región y específicamente en nuestro puerto y que están para dar seguridad a la población y, en especial, a nuestros visitantes ( a los turistas que siguen prefiriendo las maravillas naturales y los servicios que se ofrecen en el puerto), todo lo cual se presenta de una manera polarizada respecto a la información, habida cuenta de que por un lado los medios magnifican los hechos delictivos (en especial los de sangre, porque eso vende), aduciendo la libertad de imprenta , lo cual es muy legítimo, pero que presenta una imagen minusvaluada de nuestra entidad y de nuestro puerto y que se ha extendido a todo el mundo merced a las redes sociales de la internet y por el otro lado, nuestros “próceres” nos hablan de los avances y disminución en las cifras delictivas, aduciendo lo positivo de su intervención en la lucha contra la delincuencia.

Sin embargo, ahora que están abiertas las posibilidades para aspirar a puestos de elección popular (lo cual es legítimo), muchos de los “próceres” se creen estar en la posibilidad (y algunos se creen con la seguridad) de acceder a esos puestos y se apuntan para las pre-campañas y ser los abanderados de sus partidos para tal efecto, a pesar de dejar inconclusos sus compromisos de campaña y se los endilgan a sus suplentes para que rindan cuentas al respecto. Y a pesar de ello, todavía tienen el arresto de presentarse ante los posibles electores con renovadas energías y renovadas promesas de luchar por el bienestar del pueblo y de su progreso y de su… bla, bla, bla.

Ante este patético y espeluznante panorama en donde cotidianamente nos enteramos de la toma de las casetas de peaje de carreteras federales por parte de vándalos encapuchados y que ahora ya no las bloquean, solo cobran una cuota de 50 pesos por vehículo, así como de los robos de combustible a camiones de pasajeros y de carga, así como el propio robo de los autobuses para su traslado a sus diferentes actividades, todo ello ante la presencia de las fuerzas de seguridad estatales y federales quienes en seguimiento de la órdenes de no confrontarse con estos delincuentes para no provocar mayores desgracias, los dejan vejar y extorsionar a la población inerte y cautiva, que no tiene para donde correr. Y sí es cierto que hay que privilegiar el diálogo (como medida plausible de entendimiento entre los seres humanos), pero para esto cada parte debe ceder en algunas de sus pretensiones para concluir en acuerdos sobre las coincidencias y eliminar las discrepancias, solo que en la especie, se está ante gente que actúa por consigna y que aprovecha un movimiento explicable a todas luces, para pretender la desestabilización de las instituciones como el querer impedir las elecciones próximas en la entidad, por ejemplo.

De ahí que el quid del asunto está en que la población en su conjunto, haga conciencia de sus derechos (que se tienen y se debe exigir su guarda y protección), y se exija a las autoridades competentes que cumplan con la obligación constitucional que adquirieron en su toma de protesta de sus cargos, de cumplir y hacer cumplir la Constitución federal, la local y las leyes que de ambas emanan, para hacer efectivo el Estado de Derecho, el cual nos heredaron nuestros auténticos próceres y tenemos la obligación formal de cumplir con nuestros compromisos ciudadanos, políticos y jurídicos para nuestro bienestar y progreso como nación.

Es imperativo ineludible cumplir, por parte de gobernantes y gobernados con las normas de derecho, con el respeto a las instituciones que de ellas emanan, con el valor que las mismas protegen y denunciar, en su caso, a las autoridades que no cumplan con este elemental cometido, a sabiendas de que la población, en su conjunto, no solo aplaudirá tales actuaciones, sino que las alabará como pertinentes para su paso a la historia. O usted, decidido lector, ¿qué opina?



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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