Por Roxana Cortés Molina y Carlos Alberto González Herrera


Trágicamente dogmático e irracionalista, Sören Kierkegaard, filósofo y teólogo danés del siglo XIX, toma como núcleo de su pensamiento a la desesperación, entendida como una enfermedad mortal cuya conceptualización va más allá de lo concebido terrenalmente, ya que el ser humano se supone, por naturaleza, con un fin último llamado muerte. Este fin último y común del hombre no trasciende la tesis que Sören quiere mostrarnos, a saber: que la enfermedad mortal es un replanteamiento del hombre natural a su etapa mayor, la religiosa.

En La enfermedad mortal (conocido también como El tratado de la desesperación), libro escrito en la etapa madura de su vida, Sören trata de edificar al hombre a medida que plantea la restauración del valor del individuo; en palabras del propio filósofo: "El asunto es encontrar una verdad que sea cierta para mí, encontrar la idea por la cual yo sea capaz de vivir y de morir." Esta restauración, se ejerce sobre todo en el progreso de las etapas del hombre, de las cuales (como ya lo mencionamos), la etapa religiosa es el fin del avance. Anteriores a ésta hay dos más: en primer lugar, la estética y, por encima de ella, la ética. En la estética, se plantea el abuso de la contemplación de lo bello, la exaltación del placer sensible, del eros y del deseo (planteamiento que le merecieron duras críticas por ahogar al hombre en lo puramente superficial y banal). La etapa ética, en cambio, se da cuando el ser humano brinca del desorden al orden, es decir, de lo efímero al compromiso, del hedonismo al bien social. Pasando estas etapas, la autenticidad se encuentra en lo religioso, la del cristiano, donde el hombre se entrega a una relación directa con Dios, vínculo por el cual combate la existencia de personas intermediarias en esta comunicación, puesto que esto es una burla, ya que si estamos bajo la mirada de Dios y el signo de la fe, no hay puestos del hombre junto a la divinidad. Esta idea, cobra fuerza con la explicación que da al pasaje bíblico donde se pide a Abraham asesinar a su hijo bajo la sentencia divina. En opinión de Kierkegaard, la razón por la que Abraham tenía certeza del hecho acontecido tenía su origen en la “voz interior” que resultaba incomprensible para otras personas que no la tenían dentro de sí. Esta interpretación ofrecida nos brinda, como primer supuesto, la fe por encima de la razón al no cuestionar el “mandato divino” ni preguntarse si es Dios quien realmente se comunica de manera consciente con Abraham.

Viendo este punto desde un enfoque psicológico, en la filosofía kierkergaardiana se observa la desesperación desde dos perspectivas: dentro de la etapa religiosa, la consciente, donde el sujeto se plantea partícipe en el mundo, pero de una forma espiritual; y la inconsciente, en la cual se sitúa en sí mismo, ocultando su sufrimiento. Es aquí donde se puede exponer a la desesperación bajo los términos psico-filosóficos declarados por Sören. La enfermedad mortal es aquella que aqueja al ser del cristiano pero, a manera de contradicción, también está presente en el hombre natural. En el primero, se manifiesta al aceptar la inmortalidad del alma, siendo la esencia de este individuo. La inmortalidad del alma radica, según Kierkegaard, en el hecho de que uno vive para siempre, puesto que el alma es superior a lo corpóreo y aún más, a la razón misma. Dado este hecho, el hombre en ésta última etapa obedece a los mandatos de la fe, sin importar cuán irracionales sean o si están fundamentados lógicamente. Bajo esta premisa, el autor corrige el pensar socrático acerca de la inmortalidad del alma. “Sócrates probaba la inmortalidad del alma por la impotencia de la enfermedad del alma (pecado) para destruirla, como hace la enfermedad con el cuerpo”. Para Sören, el alma si puede enfermar, sin que esto signifique su muerte, ya que el sujeto puede estar padeciendo una enfermedad infinita; al no poder morir su alma, atraviesa por procesos continuos y constantes de la muerte misma, “(…) La muerte consiste en no poder morir”.

Para los hombres naturales, la desesperación se presenta en la pobreza espiritual. En lo más profundo de su ser vive la inquietud, el desasosiego, la desarmonía, la angustia como “una enfermedad sorda en el cuerpo”, es decir, el hombre no es consciente de la enfermedad que padece y con ello, no sabe que lo que cree mortalidad es parte de un proceso inconmensurable y el sujeto vive con una enfermedad a cuestas, padeciendo del espíritu. La desesperación, de vez en cuando, suele dar alguna señal clara y repentina de su existencia en el ser mismo, sin que se tenga conciencia de la enfermedad y su origen, inherente al alma.

Kierkegaard, precursor fundamental del existencialismo, no logra deslindarse, según nuestra perspectiva, de los conceptos a priori de su pensar influido, notoriamente, por la tendencia cristiana. Al definir la desesperación basándose de lleno en el hombre religioso, deja de lado al hombre como concepto universal y esto es totalmente reprobable, ya que ejerce un elitismo hacia la naturaleza humana. El hombre es malo por ignorancia, según Sócrates, empero, ésta sentencia no es válida para Sören ya que, si bien para el pensador danés el pecado no radica en la ignorancia, tampoco la desesperación es propia del cuerpo sino del espíritu, siendo que éste no puede vivir en un espacio temporalmente limitado, sino inconcluso, concluyendo así que la enfermedad es perenne. Pero, ¿es realmente la desesperación una enfermedad y no un remedio? Nosotros planteamos la desesperación como base para situarnos en el mundo y concientizarnos acerca de nuestra propia existencia, dando pie a la valoración del sujeto liberándose de las ataduras religiosas. El remedio, junto con la enfermedad, convergen en este caso para dar origen (como síntesis) a un sujeto con libre albedrío, jerarquizando su desesperación en lugar de dejarse “arrastrar” por ella. El sujeto tiene que reconocerse en el mundo como autosuficiente, pero no de manera hedonista, sino cargando las consecuencias de sus acciones; y es ahí, donde el “hombre desesperado” debe trascender las ideas kierkergaardianas y hallar en la enfermedad el remedio, es decir, transformar la desesperación en un camino a su independencia.

1 Comentario:

fernando reyes baños dijo...

Aprovecho la ocasión para felicitar a Carlos por su entusiasmo al colaborar, nuevamente, con nuestro blog y para darle la bienvenida a Roxana a este espacio, el cual, se enriquece con la aportación de una nueva colaboradora. Gracias a los dos por compartir con nosotros su esfuerzo y seriedad intelectual. ¡Saludos!



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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