14dic2007

Conciencia ambiental y ecoturismo

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Por Rüdiger Konrad Schied Gross

Estudiante de Psicología

México es un país sumamente bello y naturalmente interesante. El único problema es que la conciencia ambiental de este país todavía no está bien desarrollada. Hay muchos diferentes tipos de turistas, algunos interesados en pasársela bien en la playa con mucha gente, ruido y fiesta, mientras que otros, buscan la soledad y la naturaleza. A mi personalmente, me gusta ver todas las cosas nuevas e interesantes, y en este sentido, la contaminación y el descuido también ayudan a ampliar mi conocimiento. Sin embargo, me parece muy triste que una de las bahías más bellas del mundo, con la posibilidad de ser un paraíso natural, termine contaminada y mal cuidada, y por lo mismo, se presente empobrecida y abandonada para el turismo extranjero, porque no importa que tipo de viajero sea: muy pocos disfrutamos visitar un basurero. Por lo anterior estoy sumamente agradecido que haya sido posible para mí, a través de la Facultad de Turismo de la Universidad Americana de Acapulco y mis amigos, visitar lugares casi vírgenes, o por lo menos, aún no destruidos por el hombre.


En un radio de sólo pocas horas de Acapulco hay varias playas, montañas, ríos y lagunas que son increíblemente bellas y limpias. Realmente vale la pena visitarlas. Para un europeo ver un espacio tan amplio, no alterado todavía por las máquinas y manos humanas, es una maravilla que muy difícilmente puede encontrarse ahora en Europa. No hay nada más fascinante que ver un sistema ecológico intacto y con sus interacciones entre flora y fauna, razón por la cual, el mercado del ecoturismo crece cada vez más en todo el mundo.

El hombre de ciudad, estresado por su acelerado ritmo de vida, quiere salir de la contaminación para respirar aire puro, comer comida fresca y no procesada industrialmente y poderse bañar, con tranquilidad, en un rio limpio. Es encontrarse con sus raíces lo que satisface e impresiona al ecoturista. Por eso no duda en pagar más que por un “todo incluido” de producción genérica que incluye compartir la playa y naturaleza con otras diez mil personas.


Disfrutar de algo genuino es algo que se ha vuelto tan exclusivo que muy pocos podemos acceder a ello, no siendo todas las veces un problema de tipo económico, sino más bien de falta de conocimiento y difusión. Guerrero, por ejemplo, está lleno de lugares así. Me tocó la suerte de ir a una laguna natural y a un pequeño pueblo rural que me hicieron sentir como en tiempos pasados. También fui a una pueblo cercano a Ometepec donde me bañe en un rio de aguas claras y pude observar la autentica vida rural. En ambas ocasiones comí más rico que en los mejores restaurantes de Acapulco y la gente me sorprendió con su amabilidad y hospitalidad que son, simplemente, espectaculares.


Hacer posibles estas experiencias a otros extranjeros no sólo sería una buena oportunidad económica para estos pueblos, sino que también mejoraría la apreciación de la cultura campesina. Pero esto sólo tendría éxito si no cambiara ni la naturaleza, ni la manera de vivir de los habitantes de esos pueblos. Este es siempre el peligro más grande de cualquier ecoturismo. No se puede abrir un espacio sin cuidarlo rígidamente y temo mucho que el dólar, al final, vaya a ser más fuerte que la conciencia ambiental, lo cual, podría llevar a la destrucción de estas áreas naturales. Debido a ello, tengo dos corazones latiendo en mi pecho: uno, que desea la posibilidad de compartir con los demás turistas las experiencias que yo he vivido, y otro, que desea la imposibilidad de que otros conozcan lo que yo viví para que tales espacios se preserven tal y como son ahora. Se tiene conocimiento de casos en los que exitosamente pudieron combinarse el ecoturismo y la protección y mantenimiento del medio ambiente, pero también se sabe de muchos casos en los que este experimento fracasó, teniendo como consecuencia la destrucción de la naturaleza.

Para mí, lo más importante es hacer conscientes a los campesinos y habitantes de los pueblos de que la naturaleza es su riqueza más grande. Esto permitiría crear en ellos hábitos de protección de la naturaleza, lo que a su vez, haría posible crear fuentes económicas duraderas y sustentables.

México es un paraíso que la gente sigue tratando de destruir sin que hayan logrado aún eliminar totalmente sus bellezas. Trataremos de hacerle ver a la gente, agentes turísticos y gobiernos que el turismo puede ser una fuente de ingresos y prosperidad. Actualmente, los visitantes son cada vez más exigentes. Exclusividad es lo que más frecuentemente demandan. Ya hay miles de ciudades turísticas en el mundo hechas de concreto con hoteles de mil y más habitaciones para las masas. Generan mucho dinero, pero por muy poco tiempo porque después, cuando sus playas están rodeadas de feos edificios que destruyen la vista, la bahía contaminada por la falta de drenaje y están hasta el tope de tanta corrupción y delincuencia, el turista termina por marcharse porque ya no vive una experiencia placentera. Se puede romper este ciclo, pero se necesita de una planeación previsora e inteligente. No es necesario que México cometa los mismos errores que Tailandia, España, Egipto, Hawái, etc. A veces, con limitar el acceso y crear exclusividad, se puede alcanzar mayor éxito que lograr la total sobrepoblación de un lugar turísticamente interesante.

No hay nada más impresionante que la naturaleza y no hay nada más feo que un lugar destruido por el hombre. Espero que México se decida por el lado correcto porque el paisaje y la población lo merecen. Gracias a todos los que han hecho posible que yo disfrute tanto del medio ambiente intacto. Espero que no lo destruyan.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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