De la Amistad

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Por el Ing. Sergio Amaya Santamaría

Qué fácil resulta decir “es mi amigo”, no obstante, que grandes misterios encierra el sentimiento de la Amistad, con mayúscula. Cuando niños, nos referimos a ese o esos condiscípulos en cuya compañía nos sentimos bien, cuando encontramos a nuestros padres o hermanos, nos ufanamos al presentar a tal compañerito como “mi amigo”. Luego pasa el tiempo y tal vez ese grupo de niños no se vuelva a ver y pasado el tiempo, hasta los nombres habremos olvidado.

Ya cuando adolescentes, ese sentido de amistad empieza a tener otras connotaciones: hermandad, complicidad, etc., no obstante, aún no arraiga ese sentimiento, salvo escasas pero gratas excepciones.

Cuando al fin salimos de la adolescencia, empezamos a tener consciencia de la palabra “Amistad”; entonces veremos a esos compañeros o conocidos con otros valores, ya va quedando atrás el amigo de la infancia, aquel que sobresalía por su arrojo o valentía, por su inteligencia o simpatía, o simplemente porque se condolía de nosotros y nos convidaba de su “lonche”. Ahora vemos a ese hombre o mujer que nos van mostrando sus valores como seres humanos, con defectos, pero también con virtudes y esas características irán conformando la empatía necesaria para sembrar la semilla de la amistad.

Esa semilla, tal vez la mas valiosa que el hombre posea, es muy delicada; debemos sembrarla en la fértil tierra de la confianza y regarla durante toda la vida con el Agua Viva del Amor, en su acepción más pura; cuidarla de las tormentas con honradez, arropar las raíces con comprensión y estar pendientes que la mala yerba de la intriga, los malos entendidos o la mala fe, no afecten su crecimiento. Cuando pase el tiempo, esa frágil semilla se habrá convertido en un robusto árbol, que nos dará abrigo y calor durante toda la vida.

Pero no creamos que esta semilla abunda y en ello radica su gran valor, es como un diamante. Cuando lo extraemos de la mina, es una piedra mas o menos interesante, pero no bella, se requerirá el trabajo paciente de un cortador, quien antes de dar el primer golpe, le habrá tomado todas las medidas necesarias, deberá conocer plenamente su forma y conocer sus vetas y posibles inconvenientes; una vez plenamente seguro de la calidad de la piedra, empezará la labor de corte y después vendrá el pulido de las facetas, para que después del arduo trabajo, podamos gozar de la maravillosa luz y color de un diamante. De la misma manera que un buscador de diamante no desecha a la primera mirada ninguna piedra, así aquel que busca hacer amigos, no dejará de dar la mano con sinceridad, si la mano que nos tienden es semilla buena, nos iremos dando cuenta conforme vayamos conociendo a la persona; si la semilla no es de buena calidad, ella sola se perderá, como si fuese semilla caída en tierra no fértil.

Más de uno pensará que los amigos se dan solos, tal vez sean afortunados y así sea, pero no hay nada mas difícil y gratificante, como las relaciones humanas. Si consideramos que cada individuo como tal es diferente, que aún entre hermanos las diferencias de carácter son distintas, entonces nos daremos cuenta de la gran aventura que representa conocer a la gente, todos merecen nuestra consideración y respeto, pero solamente unas cuantas merecerán ser llamadas “Amigas” y tal vez, si somos muy afortunados, lleguemos a encontrar esa Alma gemela que está en algún lugar.

Cuando el árbol de la Amistad crezca sano y fuerte, ya no requerirá tantos cuidados, pues sus fuertes raíces harán que resista cualquier tempestad y pasarán los días y pasarán los años, tal vez dejemos de ver a esa persona por diversas causas que la vida nos va poniendo: Nuestros padres se mudan de ciudad y la prole va con ellos. Tal o cual Universidad nos conviene más y nos trasladamos a ese punto o, tal vez, ya adultos, las necesidades de trabajo nos llevan por rumbos diferentes, pero que emoción tan especial es reencontrarnos con ese amigo a quien hemos dejado de ver por dilatado tiempo y constatar que, realmente, nunca nos hemos distanciado, volver a sentir ese calor humano y ese cordón invisible que nos une. Esa es la Amistad.

Qué grato placer es pasar una tarde al lado de un amigo, acompañados de aromático café, siendo paño y siendo lágrima, sabiendo que escuchamos, pero somos escuchados; que si requerimos un consejo, recibiremos el más honesto y desinteresado, pues ese amigo sólo busca nuestra felicidad, que será también la propia.

En alguna parte leí un pensamiento, no es literal, pero su esencia es que “Cuan pobre terminará aquel hombre que al final de su vida no haya hecho cuando menos un Amigo”. Me estremezco nada más de pensarlo. Yo deseo a todo aquel que lea estas sencillas líneas, que tenga una larga vida, plena de Amistad, Aquí está esta mano, tendida, en espera de un Amigo más.


Mayo 2008 - Ciudad Juárez, Chihuahua



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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