Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz
Una vez más, ante el asedio permanente (como consecuencia de una escalada brutal) en que la delincuencia, organizada o no, mantiene a la población inerte de nuestro país y además, indefensa, se levanta ya no la voz, sino el clamor ciudadano para que se implemente, para que se haga vigente y actual la pena de muerte, se dice que para los secuestradores que matan o mutilan a sus víctimas.
El reclamo se entiende, se comprende, se explica, pero no se justifica. Cuenta habida de que no es la solución, la pena de muerte, para no sólo acabar, sino ni siquiera para menguar la comisión delictiva que tan brutalmente estamos padeciendo.En efecto, el implantar la pena de muerte implica retornar al principio primitivo de la Ley del Talión (ya superado) de la venganza privada de: ojo por ojo, diente por diente, vida por vida y ahora se pretende que se institucionalice tal principio y se convierta en una venganza pública, oficial, merced a los organismos estaduales encargados de ejecutarla.
Decimos que la pena de muerte no es la solución porque, históricamente, está ultra súper archi recomprobado que no es ni resulta ejemplar.
En efecto, no es ni ha sido ejemplar, o sea, que no sirve de ejemplo a los delincuentes para evitar que delinquen, toda vez que en los países y en las épocas diferentes en que se ha implantado, se siguen cometiendo los mismos delitos, así como los crímenes más horrendos y brutales, v.gr.: en los E.U.A.
Vale comentar que en ese país, en donde existe la pena de muerte, el racismo y la xenofobia han influido para aplicar esta pena a nuestros connacionales.
Ejecutando al peor de los criminales, lamentablemente no nos da la posibilidad de que resucite la persona de nuestra familia o amiga entrañable que haya sido víctima del sujeto de marras.
Aumentando las penas o aplicando la pena de muerte, tampoco se van a abatir los altos índices de criminalidad que están enseñoreados en nuestro medio, pues para ello primero tendrá que detenerse al o los delincuentes y la experiencia nos enseña, cotidianamente, que esto no sucede toda vez que la capacidad de reacción de nuestras policías es lenta, ineficaz e ineficiente, además de tardía, pues cuando llegan al lugar de los hechos, es tan tarde que casi nunca atrapan a los malhechores, incluso a los que ahora se les enfrentan y tienen tiroteos y balaceras como dicen los medios. El fracaso total.
Recordemos un principio de equidad que dice que en caso de duda, es preferible dejar libre a un culpable, que castigar a un inocente.
La pena máxima no tiene sentido puesto que, una ves más, mientras no se depuren los organismos y personal de procuración y administración de justicia, siempre existirá el grave riesgo de condenar a inocentes o de hacer víctimas a la gente de prejuicios, fobias, venganzas, envidias y demás malquerencias por el estilo. Y aquí no hay duda, pues los medios nos reportan el involucramiento de las autoridades encargadas de combatir a la delincuencia organizada con ésta misma, merced a las cantidades fantásticas de dólares que les proporcionan por sus servicios y su complicidad y lo curioso es que las investigaciones no pasan a las esferas superiores lo que evidencia dos cosas muy elementales: o ineficacia total o complicidad. Usted juzgue. La Constitución de la República nos dice en su artículo 17 que ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma ni ejercer violencia para reclamar su derecho y el artículo 18 en su segundo párrafo nos dice: “los Gobiernos de la Federación y de los estados organizarán el sistema penal en sus respectivas jurisdicciones sobre la base del trabajo, la capacitación sobre el mismo y la educación como medios para la readaptación social del delincuente…”. En la praxis tal pretensión suena a cuento de hadas, toda vez, que merced a la corrupción ni siquiera se intenta la readaptación social del delincuente, aún cuando en el pasado se ha comprobado que con la atención profesional adecuada, se han reintegrado a la sociedad los infractores de la ley penal y eso sucedió en nuestro país. Queda claro pues, que resulta obvio, evidente, inconcuso y apodíctico, que la pena de muerte no es la solución.
Acabar con la corrupción galopante, reforzar los servicios de inteligencia, preparar y equipar adecuadamente a las policías, en los tres órdenes de gobierno, son labores previas e inmediatas para aliviar el azote de la delincuencia, entre otras, en lugar de pensar en la venganza social que significa la pena de muerte. O usted, justiciero lector, ¿qué opina?
6 Comentarios:
Estimado Maestro Juárez:
Como siempre, tiene usted mucha razón al no aceptar la pena de muerte como solución al flajelo que nos azota, pero me queda una inquietud. Debo aclarar que yo no comparto la pena de muerte como solución....pero, sin saber a ciencia cierta cuánto cuesta a la sociedad el día de prisión de cada delincuente, me pregunto, ¿es justo que los agraviados carguen con la manutención de tales individuos?
Recuerdo la solución de las Islas Marías, hoy convertidas casi en sitio de vacaciones. No se podrán utilizar las islas de nuestro territorio para dejar a su suerte a tales criminales, vigilados solamente por nuestros marinos en su vigilancia de rutina a las aguas de la Nación? Ya si en aquellas soledades se despedazan entre ellos, pues santo y bueno.
Me gustaría poder leer una opinión a este respecto. Reciba usted, como siempre, un fraterno abrazo.
Sergio, ciertamente a mí también me gustaría saber la opinión del Mtro. Juárez sobre el cuestionamiento que le estás haciendo, pero _como dicen_ en "lo que son peras o son manzanas", me gustaría a su vez (si me lo permites y me lo permiten los posibles lectores de este post) hacer una brevísima reflexión al respecto: hay muchos sectores de la sociedad que, si bien no implican (aparentemente)alguna clase de perjuicio directo o indirecto al resto de la sociedad, si implican que los demás "carguemos" con su manutención o con la preservación de ciertas condiciones que le son convenientes para que exista en nuestra sociedad eso que suele llamarse statu quo; si las cosas se concibieran sólo desde un punto de vista y en términos casi estrictamente económicos, sospecho que habrían muchos dilemas qué resolver y que tales soluciones, probablemente, estarían tan lejos de algunas conquistas que hemos logrado históricamente (como los derechos humanos por ejemplo), como lo está de hecho el ámbito de donde surge tu cuestionamiento; así las cosas, qué evitaría el día de mañana que alguien dijera de pronto, "que los ancianos salen muy caros", "que los pacientes que padecen alguna enfermedad terminal son muy costosos" o "que los albergues para los niños de la calle demandan muchos gastos", etc. ¿También cabría considerar mandárlos a una isla que fuera custodiada por "nuestras fuerzas marítimas". Me pregunto si tal estado de cosas resultaría el mismo para todos, es decir, ¿valdría también para los grandes deudores de nuestro país, esos que son "rescatados por nosotros", aunque a ninguno de nosotros en realidad, se nos haya preguntado antes si lo considerabamos pertinente o no? Leer la realidad con extremismo nos salva de resolver algunas complicaciones. Bajo esa óptica todo se limita a una cuestión muy simple: o "acabamos" con todos (podríamos haber puesto también: "dejamos que ellos mismos se 'acaben'") o no acabamos con ninguno. El camino intermedio resulta mucho más complicado, porque si en los extremos nos encontramos con una moralidad más o menos apegada a un "deber ser", en la parte central nos topamos de cara con el mundo de los valores (y no solamente de la moral). Yo, por mi parte, podría decir también: "ojalá que inventarán una máquina que restara años a la vida de las personas que delinquen", "ojalá que propusieran una ley para esclavizar a quienes tienen un CI por debajo de la media poblacional", etc., pero tales consideraciones, digámoslo con sinceridad, no nacen sólo de la racionalidad ¿verdad?, y mucho menos de un diálogo que pretenda alcanzar una verdad raciona. ¿Te acuerdas de la película "Ben-Hur"? Hay una escena dónde el protagonista acude al valle de los leprosos para ver con sus propios ojos a su madre y a su hermana enfermas, dejadas en ese lugar para sobrevivir como pudieran hasta la muerte. ¿Era eso compasivo? Alguien dirá: ¡Pero tales personas no enfermaron por ser malas! ¡Enfermaron porque se contagiaron! ¡Debían ser atendidas y no abandonadas a su suerte! Me pregunto si quien decidiera mandar en el futuro a los enfermos de VIH/SIDA a una isla perdida en la inmensidad del mar tendría alguna clase de consideración al respecto o si haría alguna clase de distinción entre "enfermos buenos" y "enfermos malos". ¿Quitar la vida o esconder a quienes nos resultan perjudiciales y esperar a que ellos mismos se perjudiquen entre sí? Pero... ¿A quién le tocaría decidir eso? ¿Al empresario que ha probado su peso en oro ante sus competidores, al director de una institución que siente saberlo todo y que trata a sus subalternos como unos inútiles, a quién? Todo esto es muy complicado, ¿verdad? Es así porque todos pensamos las cosas, casi siempre, desde nuestro propio punto de vista y rara vez nos detenemos a pensar si ya consideramos todas las aristas del problema o, al menos, si lo estamos haciendo axiológicamente y, quizá, con un mínimo de compasión. Pero ésta, desde luego (y como siempre), es sólo una opinión y ni siquiera eso: sólo un ejercicio intelectual que intenta infiltrar al escenario de este artículo algunos personajes más. Saludos y gracias por comentar. PD: Espero que un día de estos el Mtro. Juárez se anime a contestar.
Hola Fernando: Definitivamente, el tema dá para polemizar. Siento que tu punto de vista lleva a los extremos y se mezclan asuntos que, como en el caso de Ben-Hur, trata una situación que, dado los tiempos de la historia, la única forma que conocían para evitar la epidemia era el aislamiento. En el caso de ancianos o enfermos en la actualidad, la situación es diferente. Pero todo ello nos aleja del tema principal: Qúe hacer con esos sujetos que tanto dañan a las familias y a la sociedad, no creo que sea igual el sentimiento ante el secuestro y muerte de un ser querido, que ante una pandilla de vivales que se hicieron putrimillonarios con el fraude del Fobaproa.
El tema actual es la pena de muerte para los secuestradores que asesinen o mutilen a sus víctimas. Qué hacer con ellos, si no estamos de acuerdo con la pena de muerte. Recuerda, ya que hablas de películas, cómo castigaban a los delincuentes peligrosos en "Krypton", en la película de "Superman". Vale la pena el tema, pues nos permite leerte en tus claras exposiciones.
Te envío un abrazo
Sergio: mi postura no pretendía ser extremista, más bien se trata de una crítica a las implicaciones a futuro que podría tener el aislamiento que propones si éste llegará a generalizarse a otros sectores de la sociedad que, en algún momento y de manera muy franca (aunque nada noble), se concibieran también como aspectos hasta cierto punto "molestos"; recordemos además _según dicen los epistemólogos_, que "la realidad es mucho más compleja que cualquier teoría" y que, si bien es pertinente limitar los temas a discutir, resulta ficticio desvincular un tema de otros o del contexto que lo circunscribe, a menos que se haga con pretensiones didácticas (suponiendo que eso lo justifique realmente); en todo caso, y enfocándonos únicamente en la aplicación de la pena de muerte en México para secuestradores (o en su inexorable destrucción si se les aislara en una isla _a menos claro, que no se les ocurriera contruir en ella una "fortaleza de secuestradores"_), hay quienes opinan que semejante medida funcionaría cabalmente por el simple hecho de que en otros países, aparentemente, ha evitado que hayan tantos secuestros como los hay en México; siguiendo está línea de pensamiento, mucha gente está convencida de que ha sido por "falta de cojones" que los mexicanos todavía estemos discutiendo si debe haber o no pena de muerte. Dicen: "si los secuestradores supieran que perderían la vida en caso de que secuestraran a alguien, por temor a ser sentenciados a muerte, dejarían de hacerlo.", lo cual (aceptémoslo), suena muy razonable, pero (y siempre, afortunada o desafortunadamente, hay un pero): ¿Las fórmulas que han funcionado en otros países, en otros contextos sociales, culturales y económicos, necesariamente funcionarían en nuestro país? ¿De verdad es tan fácil distinguir a las personas entre las que secuestran y las que nunca lo han hecho y nunca llegarán a hacerlo? ¿Podemos confiar, aún cuando hasta la fecha nos ha resultado imposible poder hacerlo, que la justicia en nuestro país se administrará y aplicará con justicia, honestidad, imparcialidad y objetividad? Te dejaré, por ahora, con estas preguntas y con una muy breve reflexión: hasta ahora, las cárceles albergan no sólo a muchos culpables sino también a muchos inocentes; hasta ahora, las cárceles no han albergado en su interior a todos los que dirigen a esos culpables y, cuando algunos de ellos está adentro, lo hacen con tantos privilegios que viven tan bien como afuera; entonces... sino hemos podido manejar hasta ahora, decentemente, aspectos como éste, sin mencionar además todo lo que ocurre con relación a la impartición de justicia, ¿cómo pretendemos lidiar con la pena de muerte? ¿Cómo podríamos asegurarnos que, con esa u otra medida enérgica, castigáramos a los que de verdad tienen la culpa de un delito y salváramos a los inocentes inculpados de cargar, como siempre, con la culpa de otros? Salu2!
Para entrar a la polemica, en una sociedad "humanitaria" como la nuestra el punto es rehabilitar a las personas que han cometido crimenes no juzgarlos y apedrearlos. Si se ha crecida en una pobreza violenta, viendo como golpena a tu madre y un padre ausente o drogadicto, realmente tenemos el valor de sentarnos y juzgar. Es cierto que la libertad del otro llega hasta donde daña la nuestra, pero acaso somos mejores personas que esos criminales al abandonarlos en una Isla para que se despedacen. Bueno mejor porque no organizamos torneos de gladiadores donde todos los que somos buenos y justos podemos disfrutar del sangrinteo espectáculo, y de paso recaudar fondos para causas mas justas.
De las prisiones han salido personas valiosas para la sociedad, seria un craso error asumir que porque se delinque ya se es basura humana.
En vez de pena de muerte porque no simplemente una rehabilitación de calidad, que permita una reincorporación fructífera a la sociedad.
La pena de muerte es asesinato institucionalizado, si tu estado es un asesino porque tu no?
El alto indice violencia en México no es una enfermedad a la cual vamos a aniquilar, es un síntoma. Hasta que no lo veamos como tal nunca se va a acabar, bueno habrá a quien le convenga que nos preocupemos por lo superfluo y no preguntemos realmente porque es esta sociedad tan violenta.
Hola Nadia: Desde luego es muy válida tu postura y te felicito por participar en esta polémica, no es que yo me aferre a llegar al castigo máximo, mi postura mas bien va encaminada a encontrar algo que sea justo, mas para los ofendidos, que para el ofensor, pues éste y estamos hablando de secuestradores que asesinen a sus víctimas, ha atentado contra los mas elementales derechos humanos de su víctima, su propia vida. Ante ese hecho irrefutable, me poregunto: ¿Es justo que la sociedad mantenga de por vida a un individuo que ha actuado contra ella?. Estamos analizando un hecho aislado, en esto tiene razón el Maestro Reyes Baños, desafortunadamente nuestro sistema de justicia es muy deficiente y con mucha facilidad se castiga al inocente y se libera al culpable. En realidad la respuesta no es fácil, pero es interesante y yo creo, valioso, saber cómo opina la sociedad. Por eso es tan valiosa tu aportación. Felicidades
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