De la frustración...

Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz

El brote del virus AH1-N1, como lo llaman, ha creado un verdadero cambio de actitudes, de fondo y forma, frente al mundo y la vida, por parte de los seres humanos.

Los gobiernos, los medios de comunicación masiva, la sociedad civil organizada y las personas en lo individual, cada quien, atento a sus respectivos intereses ha reaccionado frente a este malestar cíclico (pero diferente cada vez), que en el pasado y con una presentación mutante cada vez mas virulenta y agresiva, se presenta en la actualidad en el planeta.

Ello ha creado situaciones extremas y contrarias, según las personas de quienes se trate, como psicosis, histeria, parálisis emocional, miedo, pánico, desinterés, preocupación, precaución, interés, desparpajo, irresponsabilidad, ha aflorado la ignorancia supina, la mezquindad, la xenofobia, la inmadurez, la reflexión, el abuso, la cautela y tantos otros rasgos característicos de la condición humana pero que sólo en momentos extremos como estos salen a la luz de nuestra realidad.

De esta guisa deviene una frustración por el impacto brutal que se recibe cuando vemos la falta de solidaridad que se da entre los bípedos implumes ante situaciones extremas, que de no realizarse las precauciones mínimas, devienen en tragedias colectivas como la de la llamada influenza española que, aparecida en 1918, causó la muerte de 25 millones de seres humanos (en un cálculo mínimo).

Por frustración se entiende un estado de tensión psicológica engendrado por un obstáculo que se interpone entre un sujeto y un fin valorado positivamente por él, o en otras palabras, es el resultado de privar a alguien de lo que esperaba, y en la especie se da en función de que se interrumpe la normalidad de la vida cotidiana y se vive un estado de emergencia, el cual se presenta, con sus variantes de hecho y de derecho.

En efecto, constitucionalmente las autoridades sanitarias tienen facultad para tomar las medidas que sean necesarias para combatir eficaz y rápidamente la amenaza real que implique una epidemia o endemia, sin embargo, atento a lo dispuesto por el artículo 29 Constitucional, sólo el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en caso de que se ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, podrá, previos requisitos que menciona la propia disposición, “ …suspender en todo el país o en lugar determinado las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación…” .

Ello quiere decir, que sólo el titular del Ejecutivo Federal puede suspender, con los requisitos constitucionales, las garantías consagradas en la Carta Magna y en la especie vemos, con frustración cómo, de facto, todo mundo hace lo que se le da la gana, aprovechando el clima de emergencia citado.

Autoridades administrativas ordenan restricciones que muy pocos obedecen, poniendo los infractores en peligro su vida y la de los demás, habida cuenta de que el fin que se persigue es evitar las concentraciones masivas, así tenemos que: prestadores de servicios turísticos se quejan de pérdidas multimillonarias y lo único que logran con ello es llamar la atención de las autoridades hacendarias sobre el monto de sus ingresos y hacerlos coincidir con el monto de sus declaraciones fiscales; o quizá quieren actualizar el dicho de que “el que no llora no mama” o tal vez el de que “el que no araña, no saca sangre”; como siempre, “les dan la mano y se toman el pié”. Los clérigos católicos ofician sus ritos en plena vía pública, dejando la duda de si cuentan con el permiso correspondiente de Gobernación federal (cuya inexistencia sería grave) y, tratándose del zócalo que es un espacio municipal, si también cuentan con el permiso correspondiente, que sería contradictorio con la idea de no realizar reuniones masivas.

Gran frustración recibieron nuestros connacionales en EUA al habérseles suspendido la celebración del 5 de mayo que no sé de donde inventan que es nuestra fiesta nacional y no el 16 de septiembre, tanto que hasta en la Casa Blanca hacen una fiesta mexicana especial. Y a propósito del 5 de mayo, esta efeméride nacional pasó totalmente desapercibida por la población en general (salvo que era día feriado, aunque no sepan porqué), aprovechando la confusión y nuestra ignorancia, nuestra falta de educación cívica y, obviamente, nuestra falta de patriotismo.

Lo deseable es volver a la normalidad. Que se acabe el estado de emergencia y eso va para largo. Y faltan todavía las elecciones federales. ¡Me doy! O usted, frustrado lector, ¿qué opina?