Inminencia de vida

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Por Guillermo Exequiel Tibaldo



Camino tranquilamente por la avenida cuando ya comienza a oscurecer. Vacilo en continuar, pues aunque parece que no hay nadie, tengo el presentimiento de que alguien me observa. Comienzo a acelerar mis pasos, cuando siento que alguien ha cruzado detrás de mí a toda velocidad, corriendo quizás. Me asusto, porque no soy un hombre grande y estoy solo.

En el transcurso en el que exhalaba nuevamente aire, una figura blanquecina se posa ante mis ojos; su mirada es triste, pero yo la reconozco aunque no recuerdo de donde. Intento alejarme, pero parece no tener interés en mí, por lo que me comienzo a acercar dejando a un lado aquel extraño miedo. Cuando me acerco, él se aleja y no permite siquiera que alcance a tocarlo. Persisto durante buen rato y mi paciencia se agota, decido largarme. Pero él me sigue sin hablar, un fantasma de lo ajeno, pensé. Entretanto, disimulo que él no me provoca ningún interés y sigo mirando al frente para doblar en otra calle, aunque me doy vuelta y le asesto un golpe, más por los nervios que por alguna necesidad.

El espejo se rompe, cayendo a pedazos la imagen falsificada de lo que ha quedado luego de mi muerte.

7 Comentarios:

Anónimo dijo...

Por eso cuando me muera no quiero ver mi rostro; pues yo sé que la vida es un espejo: done la verdad frente a la ficción se mueve siempre en el mismo sentido. Tal vez quiera saber si la tan mentada y cacareada alma va tener el descaro de salir con el rabo entre las piernas, apenada por ser una ilusión.
Josefina

Anónimo dijo...

Josefina, incrédula, el Papa dijo que el alma si existe.
Roque

Anónimo dijo...

Roque: No seas iluso; sigue creyendo en palomitas preñadas para que engordes la pansa ensotanada. ¿No estás viendo que lo único que existe es la muerte, siempre y cuando sea parida por la vida?
Josefina

Anónimo dijo...

Roque; Me pondré de luto por la ida de mi alma con una cinta colorada: ¡Ay! que alma tan condenada!
Josefina

Anónimo dijo...

Josefina, incrédula, no digas esas cosas tan escabrosas, a no ser que seas una mujer sin vergueza, y por favor, por lo que más quieras, no me contestes más, déjame la vida en paz.
Roque

Anónimo dijo...

Roque: me imagino que eres un mama santa rezandero que te da miedo mirar al revés.
Tranquilo, no te constestaré más, a no ser que me encuentres y yo esté armada con mi guadaña de dotación y entonces, vas a ver que de nada sirvieron tus temores.
Josefina

Guillermo E. TibaldO dijo...

Hola como están?

BUeno en primer lugar me alegra que hayas comentado mi microcuento josefina, y que vos Roque hayas planteado una idea distinta.


Pero debo decir también que me apena un poco que mi microcuento haya conducido a una discusión virtual innecesaria, con agravios y con una asunto un tanto complicado: la vida después de la muerte, o la muerte después de la vida. Creo que ahi deben pensar ambos que la opinión que tiene cada uno es correcta, y aun si no les pareciese correcto el pensamiento que tiene el otro, deben tolerarse esas opiniones, y respetarse.

Al final el comentario termina en insultos y palabrerías que no deberías estar presentes; pero les repito que no importa que piense el otro; siempre hay que tolerar y desacelerar cuando la discusión es complicada; eso siempre funciona, pues sino, se puede fundir el motor.

Un abrazo para los dos y muchísima sueerte!

Guillermo Exequiel Tibaldo



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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