Por Guillermo Exequiel Tibaldo
Cierra los ojos, admitiendo que sus sueños se harán añicos la mañana siguiente al despertar; aunque no sabe que alguien desde lo alto de aquella majestuosidad observa como duerme plácidamente, y le sonríe, pues acaba de encontrar a la mujer que durante toda su vida soñó.
La seda se le traspasa por sus dedos mientras observa en silencio la luna. No siente tristeza, ni felicidad; siente el suspiro anhelante de que tras aquella esfera de plata hay algo más que cráteres vacíos.
Se deja llevar por la imaginación silenciosamente, sin apuros, sin compromisos cercanos. Pero allí a lo lejos, sobre la luz resplandeciente que se asoma por su ventana está aquel hombre que nunca encontró, pero que siente que puede ver. ¿Por qué tan lejos su presencia?Cierra los ojos, admitiendo que sus sueños se harán añicos la mañana siguiente al despertar; aunque no sabe que alguien desde lo alto de aquella majestuosidad observa como duerme plácidamente, y le sonríe, pues acaba de encontrar a la mujer que durante toda su vida soñó.
1 Comentario:
Hermoso Guille.Me encantó y lo copié jaja un beso enorme y seguí escribiendo
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