De la Ley 553...

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Por el Mtro. Rodrigo Juárez Ortiz

De que vivimos en una sociedad sexista no cabe la menor duda. Por siglos, por generaciones enteras, desde el origen de los tiempos la mujer ha estado supeditada a la hegemonía del hombre, del varón.

Esto, desde luego, ha sido una impronta que ha marcado a la humanidad de una manera indeleble, en perjuicio del género femenino lo cual, de ninguna manera y bajo ningún concepto puede ni debe ser aceptable. Aun cuando de forma y fondo todavía lo sea.

Atavismos, prejuicios, usos y costumbres seculares le ha dado esa forma a la relación hombre- mujer, de tal suerte que a pesar de cambios substanciales en la concepción del mundo y de la vida por parte de las mujeres, sobre todo en el medio urbano, siguen subsistiendo éstos, lamentablemente.

De esta guisa, en México, a fines de la década de los 80 y principio de los 90, se inicia la investigación de estudios de género, ya que antes se hacían investigaciones en estudios de la mujer y se trataba, entonces, de evidenciar la desigualdad nacida de la subordinación de la mujer frente al varón, es decir, se trataba de que se hiciera un reconocimiento de la diferencia transformando la dicotomía igualdad / diferencia por la propuesta de “igualdad en la diferencia”. En otras palabras “pensar en la desigualdad de la mujer como una construcción socio-cultural a partir de la diferencia sexual introduce la categoría de género”.

Esto resulta muy interesante porque el género al referirse a una diferencia sexual femenino-masculino, ha creado históricamente formas de ser apropiadas para ambos sexos, sin embargo estas actividades y actitudes propias que se le han asignado a cada quien, no están determinadas por el sexo, sino que son construcciones sociales ergo: el sexo es lo biológico y el género lo que se ha construido socialmente.

Se ha aceptado este estereotipo tan absurdo que se llega a considerarlo natural a tal grado que las propias mujeres así lo aceptan, salvo las excepciones de siempre.

Lo triste y lamentable es que en todos los niveles socio-económicos y culturales la mujer es víctima de violencia de todo tipo, es decir, no solo los albañiles golpean a sus mujeres, sino profesionistas egresados de universidades y toda la gama de la escala social que prefiera.

Ante este estado de cosas, la humanidad empieza a reaccionar y así, a nivel internacional, se crean dos convenciones: una por la ONU, el 3 de septiembre de 1981 y otra por la OEA, el 10 de junio de 1994. Ambas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y su discriminación.

México, por supuesto, no podía quedarse atrás y el 1º de febrero de 2007 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, de donde se deriva la obligación para todos nuestros estados, de adecuar su legislación a esta Ley.

Consecuentemente el estado de Guerrero, el 8 de febrero de 2008 publicó en el Periódico Oficial No. 12 la Ley Número 553 de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia del Estado Libre y Soberano de Guerrero, que en 66 artículos y 10 transitorios se convierte en una legislación tuitiva para la mujer.

Cubre aspectos nodales como la responsabilidad del Estado y de los gobiernos municipales, describe los tipos de violencia que se ejerce contra la mujer como la familiar, la laboral y la escolar, la institucional, en la comunidad y la feminicida, así como la creación de un Sistema Estatal y un Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres; la distribución de competencias de las autoridades estatales y municipales para este efecto, así como la creación de refugios para la atención a víctimas. Muy completa, sin embargo no es suficiente para erradicar los lastres culturales que padecemos en este renglón, Hay que cambiar de mentalidad y por algo se empieza. El movimiento se demuestra andando. En Acapulco ya empezamos y se deja sentir en la labor gigantesca que se ha echado a cuestas la directora del Instituto Municipal de la Mujer, Teresa de Jesús Pizá Vela, quien con su pujante juventud y entusiasmo y su equipo está sentando los pródromos para este cambio de mentalidad y, obvio, de actitud hacia las féminas. Nuestras mujeres se lo merecen. O usted, feminista lector, ¿qué opina?

1 Comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo opino que me parece perfecto que existan cada vez más espacios en la agenda legislativa respecto de la protección de los derechos de la mujer.

Pero no es suficiente el contar con una gama de ordenamientos que eleven la dignidad de las mujeres cuando no se cumple con una característica elemental que todo derecho debe de tener, y más en un estado como Guerrero donde existen territorios tan apartados que pareciera que no pertenecieran a una misma entidad, y me refiero a la “promoción”.

Estoy seguro que un gran porcentaje de las féminas que habitan el país y nuestro estado, desconocen la existencia de este ordenamiento, como, tengo que admitirlo, yo lo desconocía hasta antes de llegar al antepenúltimo párrafo del presente artículo.

Por ende, ignoran todas los derechos que ostentan y se siguen permitiendo abusos que muchas de las veces han cobrado vidas y han afectado tanto a los hijos que presencian estas escenas, que la situación se repite en los hogares de éstos y genera un ejército de delincuentes como secuela de dichos actos. Y peor aún, que varones que se hacen llamar profesionistas y que han tenido una formación en la vida urbana aún cometen de estas arbitrariedades.

Ojala que haya una mayor atención a todas las poblaciones donde existe más índice de abuso y maltrato a las mujeres, y que todas estas leyes tengan una traducción al dialecto que predominan en estos espacios, para quienes el castellano es totalmente incomprensible, y que se creen programas que promocionen dichos derechos en todos los rincones del país y de nuestro estado, porque insisto, como decía el difunto Lic. Luís Donaldo Colosio, ha llegado la hora de nuestras comunidades.

Gracias por reflexionar y promover entre sus lectores dicha ley, saludos.


Miguel Garay Núñez.



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