A río revuelto... 4

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Por el Ing. Sergio Amaya Santamaría


Gaitán y Guzmán eran un par de policías que habían trabaja¬do en pareja desde hacía ocho años, ambos eran originarios de los Altos de Jalisco y tenían casi tres años de trabajar para el Licenciado en el Guayabal. Eran hombres rudos, acostumbrados a tratar con toda clase de delincuentes. Gaitán, de cuarenta años, había estado en la prisión de Guadalajara por homicidio, pero un antiguo amigo colocado en la política del Estado, lo había sacado de la prisión para que sir¬viera en la guardia personal del Gobernador; desde entonces estaba dedicado a cuidar la seguridad personal de sus patrones.

Guzmán, dos años menor que su compañero, hombre alto y cor¬pulento, aunque de escasas entendederas, se había distinguido desde su niñez por buscabullas y peleonero; apenas terminada la enseñanza primaria, había emigrado a la Capital del Estado para buscar fortuna. Había trabajado en diferentes oficios, desde mecánico de automóviles hasta chofer de autos de alquiler. Varias noches durmió en las delegaciones de policía, debido a su gusto por las cantinas y los pleitos. Por esos años fue enganchado para servir de “guarura” a funcionarios menores hasta que pasó a formar parte de la Policía del Estado. Gaitán lo había conocido durante la campaña presidencial del anterior Mandatario y desde entonces habían seguido juntos; se estimaban y siempre estaban dispuestos a dar la vida el uno por el otro.

La noche anterior el Licenciado les había mandado llamar para encargarlos de la investigación en la fábrica, por lo que ahora se encontraban en la oficina de Justo, a fin de iniciar el trabajo que su jefe les había encomendado.

__ Bueno muchachos, ustedes dirán para que soy bueno, solamente me dijo Don Cástulo que los atendiera y les proporcionara toda la ayuda necesaria.

Extrayendo un papel del escritorio, Justo continuó.

__ Por lo demás no sé a qué se deba su visita, aunque me ima¬gino que es por esto.

Justo les extendió el papel que tenía en las manos. Gaitán miró el papel, lo leyó y se lo pasó a su compañero, quien lo observó detenidamente.

__Vamos a ver Don Justo __habló Gaitán__, cuéntenos qué es lo que ha estado pasando dentro de la fábrica para poder ir agarrando la “onda” de este asunto.

Reclinándose en su asiento Justo respondió:

__ Bien, señor Gaitán, han surgido una serie de descontentos, cosa que yo consideraría normal, pues ocurre cada año, más o menos por estas fechas, sin embargo es la primera vez que aparecen estos papeles y realmente no me explico quien los ha traído.

__ Don Justo __volvió a preguntar Gaitán__, ¿ha contratado nuevo personal en fechas recientes?

__ No, definitivamente, la gente que trabaja en la fábrica tiene por lo menos cuatro o cinco años con nosotros, creo conocerlos a todos y no creo posible que alguno tenga tamaños para mandar a hacer estos papeles; además esto cuesta dinero y todos andan a la quinta pregunta, por eso es su descontento, que porque no les alcanza lo que ga¬nan para comer. Definitivamente, no creo que nadie de aquí lo haya he¬cho.

Gaitán y Guzmán se levantaron dispuestos a salir, considerando que de momento ahí no obtendrían más información. Al tiempo que¬ se despedía, Gaitán le dijo.

__ Bueno Don Justo, nos llevaremos este volante y veremos qué podemos averiguar; por aquí volveremos cuando sea necesario. Hasta pronto.

Los dos hombres salieron al patio de maniobras ante la mi¬rada curiosa de los hombres que a esa hora trabajaban cargando un camión. El policía de la puerta les sonrió obsequioso y ambos abandonaron la fábrica.

Una vez en la calle habló Guzmán:

__ Ora sí que la fregamos, tan a gusto que la íbamos a pasar en la Capital con el Licenciado y nos manda a cuidar a esta bola de güeyes. ¿Tú cre’s que sea importante?, total, conque no le hagan caso al mentado papelito, pues ya está y al que se ponga rejego, pues le rompen el hocico y a otra cosa.

__ Pérese compadre __amonestó Gaitán__ usté todo lo quiere arreglar a fregadazos, qué no ve que el Licenciado necesita la ayuda de estos viejos, pues si la hace buena en la campaña, nosotros también quedaremos bien. Con las ganas que tengo de salir de este méndigo pueblo. Así es que mejor le sonamos a esto a ver qué resulta. Véngase compadre, vamos a echarnos una “fría” pa’ver que pensamos.

Los dos amigos se fueron caminando, dirigiéndose a la cantina.

Era la más conocida del pueblo, la conocían como “el casino”, pues en el local funcionaba un billar, pero también se jugaba dominó, ajedrez o baraja para los parroquianos conocidos, pues como en otras partes, los juegos de baraja estaban prohibidos en lugares públicos. De hecho, todos los juegos en que se cruzaban apuestas, pero era una prohibición que todos se encargaban de romper. Lo mismo en un juego de “carambola’, en una partida de dominó y basta en el mismo ajedrez.

Por la mañana se juntaban en ese lugar todos los vagos y desocupados del pueblo. Era costumbre que al casino acudiera la persona que necesitara contratar, lo mismo cargadores, que trabajadores de cualquier oficio, pero principalmente albañiles o peones.

Al medio día, la clientela estaba compuesta, principalmente, por burócratas y comerciantes que iban a la clásica “botana”, antes de ir a comer a sus casas, aunque algunos ligaban la botana con la parranda de toda la tarde, que en ocasiones terminaba a media noche. Por la tarde llegaban al casino algunos estudiantes y comerciantes de mayor edad, unos a jugar su “carambola”, otros al dominó o el ajedrez. Era, en una palabra, el lugar de reunión de todos los hombres, entre diez y ocho y ochenta años.

Los domingos la clientela estaba compuesta, básicamente, por campesinos que habían traído a sus familias a hacer las compras de la semana, pues la “plaza” que se formaba era famosa en toda la región y lo mismo se encontraban zapatos de León, rebozos de Santa María o sombreros de Sahuayo, sin contar todos los productos y frutos de las tierras circunvecinas.

El casino era poco frecuentado a esas horas, sin embargo, como era su costumbre, Gaitán y Guzmán buscaron una mesa pegada a un muro y de frente a la puerta, pues nunca per¬dían de vista a la gente que entraba o salía del local. Con un grito Guzmán llamó al cantinero.

__ Ese mi “Chuy”, sírvenos dos bien frías.

__ De volada jefe, ¿quieren el dominó?

__ Gracias “Chuy”, pero solo vamos a estar un momento.

El cantinero llevó las bebidas y los dos hombres las bebie¬ron con deleite. Gaitán inició la conversación.

__ Mira Guzmán, lo primero que tenemos que hacer es tratar de averiguar dónde hicieron estos volantes, de momento es lo único que tenemos, mientras damos tiempo a que los revoltosos hagan otro movimiento.

El compañero respondió rascándose la cabeza.

__ Bueno “compa” es cosa de ir a la imprenta y que nos vayan diciendo, yo me encargo de que el viejo nos diga la verdad.

__ Vamos a ir __repuso Gaitán__, pero la cosa va a ser tranquila, el viejo la lleva bien con el Licenciado y no es cosa de llegar rompiéndole el hocico para que cante, así que me vas a dejar que hable yo.

Sin más comentarios, ambos se dedicaron a saborear sus cer¬vezas, sumidos cada cual en sus propios pensamientos, observando a los parroquianos que jugaban en una mesa cercana; el ruido de las bolas al chocar y las voces de los jugadores les impedían concentrar sus pensamientos, pero a cambio les daba una cierta tranquilidad.

Al terminar sus bebidas, los dos hombres salieron nuevamen¬te a la calle, se sentía un calor sofocante, pues la humedad dejada por la lluvia de la noche anterior, se convertía en vapor al calentarse el pavimento. Los amigos caminaron unas cuantas cuadras para llegar a la imprenta.

El negocio era amplio, compuesto de dos viejas “Chandler”, una guillotina y tres peinazos con tipos movibles, además de una gran mesa de trabajo. La imprenta era propiedad del Sr. Luis Hernández, quien la había recibido como herencia al morir su padre, el fundador del negocio. Don Luis, de aproximadamente cincuenta y cinco años, era alto, moreno y fornido, de manos endurecidas por el trabajo manual, hombre sonriente y gran conversador. Tenía por ayudantes a dos jóvenes oriundos del pueblo y de plena confianza para Don Luis.

Los investigadores entraron al negocio y saludaron a Don Luis, pues ya se conocían por las frecuentes visitas de éste al Licen¬ciado.

__ Buenas, Don Luis, ¿Nos puede atender un momento?

__ Buenas tardes muchachos, claro que tengo tiempo, no falta¬ba mas, qué me cuentan del Licenciado, ¿listo ya para irse a México?

__ Pues mas bien __repuso Gaitán__, listos para empezar la campaña, pero eso sí, con la plena seguridad de que nos iremos a la Capital.

Gaitán miró primero al impresor y siguió con la vista a los ayudantes, que con rítmicos movimientos se ocupaban de meter y sacar hojas de papel de las máquinas en movimiento, ajenos a la visita de los agentes, acompañados en su tarea por el monótono sonido como de campana sorda que escapaba de los discos de entintado de las máquinas.

__ Mire Sr. Hernández, traemos un asunto muy delicado que nos ha encargado el Licenciado; queremos investigarlo con mucha discreción, pues el jefe no desea que este asunto se le mezcle con la campaña, pues puede ser peligroso.

Don Luis, intrigado, salió de detrás del mostrador y se colocó en medio de los dos hombres.

__ A caray muchachos, ¿pues de qué se trata?

Gaitán entregó al impresor el volante y continuó: Nos han informado que han estado circulando estos papeles por la fábrica de los señores Bermúdez; piensa el Licenciado que si no se para a tiempo este asunto, es posible que sus contrincantes pudieran utilizarlo en alguna parte como elemento para atacarlo.

Don Luis leyó el volante y lo devolvió a los agentes, respondiendo admirado.

__ ¡Caramba!, ¿no va a pensar el Licenciado que esto lo hemos impreso aquí, verdad? Además los señores Bermúdez son buenos clientes y amigos y de ninguna manera haría yo algo que pudiese darles problemas a ellos.

__ Claro Don Luis __contestó Gaitán para alivio del impresor__, de eso estamos seguros, pero queremos que usted nos oriente, quien más podría hacer por aquí este trabajo. ¿Si es posible que exista por ahí alguien que tenga una máquina para imprimir y que esté trabajando por debajo del agua?

__ Definitivamente no lo creo __repuso seguro Don Luis__, además el tipo de letra que emplearon es muy grande y los negocios que hacen la inversión en estos tipos son talleres grandes, donde pueden tener la seguridad de emplearlos con cierta frecuencia. Solamente en Celaya, México o Guadalajara encuentra uno talleres de esa magnitud. No mucha¬chos, de plano no creo que se hayan impreso por estos rumbos, esto tiene que venir de México. Siento no poder ayudarles con datos más precisos.

__ No se preocupe Sr. Hernández, no nos queda mas remedio que esperar a ver quien reparte los papeles para continuar con nuestra investigación. Nos veremos después Don Luis.

__ Adiós muchachos __se despidió Don Luis__ y díganle al Licenciado que si yo me llego a enterar de algo, de inmediato se lo comuni¬co.

Los agentes salieron de la imprenta y volvieron al centro del pueblo, a informar a su superior y de pasada a buscar algo para comer. Los negocios estaban cerrando sus puertas. Todo mundo volvía a sus casas, el pueblo se fue quedando desierto.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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