Por el Ing. Sergio A. Amaya Santamaría
Antonio se encontraba en la Capital de la República, ahí estaba su centro de operaciones, lo habían citado en las oficinas del Partido Popular de Oposición (PPO), tenía una entrevista con el Secretario de Agitación Popular, oficialmente Jefe de Relaciones Públicas del PPO.
Las oficinas generales estaban localizadas en una vieja casa de una colonia proletaria de la Capital. El despacho en que se encontraba Antonio era un cuarto grande, de techo muy alto y muros cubiertos de libreros, los cuáles estaban ocupados por grandes paquetes conteniendo propaganda que sería distribuida en diferentes lugares del País. Un gran escritorio de caoba y cuatro sillas componían el mobiliario, sobre el escritorio había un teléfono y unas papeleras.El Jefe de Relaciones Públicas era un hombre de unos cuarenta años, moreno claro y cabello negro entrecano, vestido con pantalón de algodón y chamarra de cuero. Viejo militante de su Partido, había destacado cuando, siendo estudiante de Economía, dirigió una huelga estudiantil que demandaba la destitución del Rector, al que calificaban de “hombre de derecha, burgués y reaccionario” El movimiento duró aproximadamente dos semanas y terminó cuando los estudiantes pretendieron tomar la Torre de Rectoría. A solicitud del Rector, intervino la Policía Metropolitana; el resultado: Unos cuantos descalabrados y dos estudiantes presos acusados de lesiones a representantes del orden público. El principal instigador no había estado presente durante el enfrentamiento, por lo cual no pudieron probarle su participación en los disturbios. Después de estos hechos había escalado posiciones dentro de la organización partidista; hombre de cuna humilde, había ido acumulando resentimientos contra el sistema de gobierno establecido, ya que por falta de amigos colocados, no había logrado colarse dentro de la burocracia. A final de cuentas no terminaría su carrera, aunque seguía teniendo ingerencia en los asuntos estudiantiles.
_Bien Antonio, _preguntó al visitante_ ¿cómo van las cosas en el Guayabal?, ¿lograste ya reclutar a la gente necesaria?
_Desde luego que si, señor Secretario, ya se distribuyeron los primeros volantes y todo está preparad para continuar en cuanto usted lo disponga.
_Perfecto, es importante que les metas en la cabeza la necesidad de rebelarse contra la explotación de los patrones. Debes crear un movimiento que rebase los muros de la fábrica, pues de esa forma el pueblo se dará cuenta que los gobernantes están coludidos con la clase burguesa y que ambos, patrones y gobierno, son los verdaderos explotadores del pueblo. Esto debe coincidir con la campaña del Licenciado, debemos buscar el enfrentamiento pero tú deberás permanecer a la sombra. ¿Está claro este punto?
_Sí señor, así se los he informado a los compañeros, aunque ellos desde luego piensan que su lucha es exclusivamente para lograr mejores condiciones de trabajo. Yo me he presentado únicamente como asesor, teniendo como finalidad la superación de la clase trabajadora.
_Muy bien Antonio, debas regresar de inmediato al Guayabal, te llevarás suficiente propaganda y dinero para tus gastos; como siempre, deberás reportarte dos veces por semana personalmente conmigo, sólo cuerda que debes hacerlo desde otra ciudad diferente a la que estés operando, en caso de que seas detenido, el Partido no podría hacer nada por ti.
El Secretario continuó, utilizando un lápiz como batuta, le hablaba a Antonio con la seguridad del maestro hablando al alumno. An¬tonio lo escuchaba con respeto y atención, con la admiración propia del lego ante el iniciado.
_Recuérdalo y ten mucho cuidado, tu labor es importante para lograr los fines que nos hemos propuesto. Como siempre, tu única meta debe ser la de alcanzar el Poder, sin reparar en los medios y de esta forma lograr la reivindicación de la clase trabajadora, Recuerda que nunca ha sido fácil el acceso al Poder, el camino está sembrado de escollos, nos costará sangre y dolor, algunos tal vez muremos en el intento, pero debemos seguir adelante, ten siempre presente los hechos de los grandes hombres que registra la historia: La Gran Marcha de Mao, el Liderazgo de Lenin, la Insurgencia de Castro y en épocas más recientes, la Liberación de Vietnam y de Nicaragua. Todas fueron una sola, la lucha del pueblo explotado contra el Imperialismo. Los débiles no pueden formar filas al lado de los trabajadores, ni formar parte del auténtico Partido del Proletariado. Daremos hasta nuestra última gota de sangre, pero al final veremos a los Trabajadores en el Poder.
_Ahora debes irte Antonio, _le dijo en tanto le entregaba una nota_ con esto te entregarán en el almacén la papelería necesaria y en la caja te darán dinero suficiente para un mes, si tienes alguna urgencia, llámame por teléfono y te haré llegar lo necesario. Buenos días.
Antonio salió de la oficina, extasiado aún por las brillantes palabras del Secretario. Este hombre, _pensaba_ sí que sabe motivarlo a uno. ¡Cuánto me falta por aprender!
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Ramón salió de la fábrica acompañado de un colega de trabajo, José Guadalupe, “Lupe” le decían los amigos; lo conocía desde que eran pequeños, los dos habían crecido juntos en el viejo barrio de “La Concha”. De pequeños, ambos habían correteado juntos a lo largo de las acequias que corrían por la parte trasera de las casas. Cuando alguna feria llegaba al pueblo, juntos corrían a admirar los increíbles juegos mecánicos: La enorme rueda de la fortuna, los simpáticos caballitos, con sus vestidos multicolores; el increíble látigo y el aterrador martillo. Corrían de un lado a otro, como queriendo ver todo de una sola vez; las carpas del “tiro al blanco’, la tienda de las víboras, la Casa de la Risa, en fin, los puestos de algodón de azúcar o los vendedores de globos como el Arco Iris. Los ojitos se les ibas viendo tantas maravillas, aunque nunca pudieron subirse a ningún juego, pues no tenían los cincuenta centavos que costaba el boleto, pero cuando menos podían admirar tantas cosas, pensando que algún día tendrían dinero para dejar de ser espectadores Años después, siendo unos jovencitos, les gustaba pasear los jueves por la tarde y los domingos desde el medio día en las inmediaciones de la Plaza Principal, cuando la Banda tocaba tan bonito, música que no escuchaban en ninguna otra parte, de autores que desconocían pero a los cuales suponían casi del tamaño de los dioses; les gustaba ver a los señores y señoras de la “clase alta”, los ricos que correctamente sentados en las bancas escuchaban con atención los acordes de la música, platicando y chismorreando con sus vecinos, luciendo aquellos hermosos vestidos mientras de reojo miraban a sus hijos. Los jóvenes daban vueltas al rededor del jardín, las mujeres por la parte Interior y los hombres, en sentido contrario, por la parte externa del andador. Las vendedoras de flores multicolores que los jóvenes compraban para obsequiar a las señoritas, dueñas de sus ilusiones, las cuales eran rechazadas, si a la elegida no agradaba el pretendiente. Ramón y Lupe, como siempre, eran simples espectadores pues con sus ropas humildes y andrajosas no se atrevían siquiera a caminar entre aquellas gentes afortunadas. Pero qué caray, de todas formas era bonito.
Ramón pensó que siendo Lupe su amigo de la infancia, podría contar con él para ir haciendo prosélitos para su causa, por tal motivo, ahora que estaban ambos en el segundo turno, tendrían tiempo de ir a tomarse una cerveza y poder platicar con él. Ambos llegaron al “Casino” y pidieron una mesa de carambola, también ordenaron un par de cervezas.
_Tú empiezas Ramoncito, _dijo Lupe, mientras hacía rodar un “taco” para comprobar su rectitud._
Haciendo lo mismo Ramón preguntó:
_Qué, ¿nos la echamos de tres bandas, o sencillas?
_Pos como quieras quiero, ¿me vas a dar ventaja?
_No’mbre, si eres bien vago, vamos parejos.
Ramón colocó las bolas y las observó, buscando el mejor ángulo de tiro, en tanto untaba tiza a la punta del “taco”. Colocó la mano sobre el paño y haciendo correr diestramente el “taco” entre los dedos, golpeó con fuerza una de las bolas, tocó la segunda, una banda, otra y chocó contra la tercera bola; había fallado el tiro.
Mientras Lupe se colocaba, Ramón observó que había poca gente en el local, por lo que podría hablar con cierta libertad. Lupe golpeó su bola y con gran precisión logró su primera carambola. Mientras buscaba su nuevo ángulo de tiro, Ramón empezó a hablar:
_Oye Lupe, ¿qué tal te encuentras en el trabajo?.
_Estoy bien, _contestó sin dejar de observar las bolas_ sólo el méndigo de Justo que da mucha lata, tal parece que le caemos bien gordos, _comentó mientras realizaba su tiro, logrando una carambola mas. Con sonrisa de suficiencia volteó a ver a Ramón mientras daba un gran trago a su cerveza._
_¿Y que crees que estaría bueno hacer para que ese güey deje de estarnos fregando?, _preguntó Ramón, a la vez que cuidaba los movimientos de su compañero._
_Pu’s no podemos hacer nada, si hasta parece hijo de los gachupines, de nada valdría irnos a quejar, ¿No cre’s?
Al dejar de hablar hizo su tiro y falló, procediendo a marcar sus tantos en el alambre._
Ramón tomó un trago de su bebida y pacientemente volvió a untar tiza a su “taco”, girando alrededor de la mesa para buscar la mejor posición de tiro. Mientras preparaba el “taco” dijo:
_Oye Lupe, ¿te alcanza el sueldo que te pagan?
Hizo su tiro y esta vez fue bueno.
_No, qué va, ya pa’l miércoles o jueves ya ando pidiendo fiado en la tienda, “cuantimás” ahora que ya nació mi chilpayate, me las voy a ver bien negras.
Como sin darle importancia. Ramón seguía dando vueltas a la mesa, ya había ligado tres carambolas. Buen jugador de ordinario, ahora no podía concentrarse en el juego por estar pensando en el asunto que se había echado a cuestas. Volvió a hablar.
_Oye Lupe, mejor vamos a pararla aquí, yo lo que quiero es platicar contigo, ¿quieres que nos sentemos en aquel rincón?.
Juntos se dirigieron a una mesa alejada de les parroquianos mientras le pedían el tiempo el encargado de las mesas de billar.
Lupe observó a su amigo y le preguntó;
_¿Pos que trais Ramón?, te veo medio achicopalado, ¿no será que ya andas enamorado?
_No’mbre, _repuso sonriente Ramón_ lo que pasa es que traigo un pendiente y necesito amigos de ley, como tú, ¿puedo contar contigo?
_¡Caramba!, hasta la duda ofende, ¿qué acaso no hemos sido siempre como hermanos?, tú nomás dices de qué se trata y ya le estamos dando.
_Gracias Lupe, yo sabia que tú no me fallabas, _dijo Ramón sonriendo a su amigo._ Vamos pa’fuera, no sea que nos vayan a oír, a’i te platico mientras caminamos pa’ la casa.
Ramón pagó la cuenta y juntos salieron al aire fresco de la noche. Los dos caminaron en silencio a lo largo del soportal, pues a esa hora había mucho movimiento de gente, paseando para tomar el fres¬co o bien, haciendo las últimas compras del día. Una vez fuera de la zona más concurrida, Ramón inició la plática.
_Mira Lupe, _dijo con cuidado_ estamos por iniciar un movimiento para buscar mejores condiciones de trabajo, trataremos de formar un Sindicato que de verdad nos represente, ya no es posible que sigamos aguantando esta situación, pero para lograrlo necesitamos que la mayoría de los trabajadores estemos unidos, de preferencia todos..
_Bueno, _contestó Lupe interesado_ pero cómo le vamos a hacer si en cuanto se den cuenta nos corren, tú bien sabes que Justo siempre está pendiente de lo que hacemos.
_Pues por eso te estoy hablando aquí, _le contestó Ramón_ porque lo tenemos que hacer con mucho cuidado, es más, yo no te puedo decir quienes estamos enterados de este asunto, como tampoco tú podrás decir que yo te hablé de ello, sólo quiero saber que cuento contigo y en su oportunidad te diré qué haremos, por lo pronto seguiremos trabajando como si nada. ¿Cómo la ves?, ¡se va a poner bueno!, ¿estás adentro?
_Claro que sí hermano, _contestó Lupe_ tú sabes que siempre contarás conmigo, por otra parte, me iré fijando quienes pueden ser buenos compañeros, porque hay unos bien “chivas” y a esos mejor ni juntarlos, a los que halle les puedo decir?
_Bueno Lupe, _dijo Ramón_ nada más antes me dices de quien se trata para estar bien seguros, no sea que la vayamos a regar y hasta sin chamba nos quedamos.
_‘Ta bueno Ramón, se hará como tú digas. Bueno compa’, ya llegamos a tu casa, yo le sigo a la mía, nos veremos mañana.
_Hasta mañana Lupe, te veré en la fábrica.
Ramón se quedó parado en la puerta de la vecindad, mirando a su amigo caminar confiado en la penumbra de esa calle que había sido el escenario de sus juegos infantiles. Qué lejos había quedado aquel corretear golpeando una pelota hecha de trapos viejos. Ahora, ya hombres, estaban por iniciar una empresa que no era un juego, en la que el objetivo era la superación como clase social de los trabajadores de la fábrica. En el fondo Ramón pensaba en los señores Bermúdez, en realidad ellos no eran malas personas, los malos tratos eran de Justo y Cándido y su Sindicato, ellos eran los responsables de la mala situación de los trabajadores, pero a final de cuentas eran ellos mismos, los trabajadores, los responsables de la situación, pues aceptaban de rodillas los dictados de Cándido. Unos por miedo a perder el trabajo y otros por mera cobardía. Pero eso estaba por acabarse.
El joven dio la vuelta y se encaminó a su casa. Algunos niños aún jugaban en el patio, unas señoras se ocupaban de recoger algunas ropas que quedaban en los tendederos. El día había terminado. El mañana se revelaba promisorio.
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