A río revuelto..... 8

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Por el Ing. Sergio A. Amaya S.


Las oficinas del Licenciado se encontraban en plena actividad, hacía unas cuantas horas que le habían aceptado su renuncia como Presidente Municipal. Ahora despachaba en una casa que habían rentado y que ahora funcionaba como oficina de campaña.

En el patio de la vieja casona, un grupo de pintores estaba entregado a la tarea de terminar unas mantas con lemas diferentes:


>“ESTAMOS PLENAMENTE CONVENCIDOS DE LA MÍSTICA DEL PARTIDO:
HONRADEZ Y TRABAJO AL SERVICIO DEL PUEBLO”

SOLO TENEMOS UN COMPROMISO: CUIDAR LOS INTERESES DE LA NACIÓN”

“DE ACUERDO A LA MAYÉUTICA DE NUESTRO GUÍA NACIONAL,
ILUMINAMOS A NUESTROS CONCIUDADANOS
EN EL CAMINO DE LA DEMOCRACIA”

“APOYAMOS CABALMENTE A NUESTRO GUÍA NACIONAL
EN SU TRABAJO DE RECONSTRUCCIÓN
DE LA MORALIDAD DEL PUEBLO Y SUS INSTITUCIONES”


La demagogia en pleno se encargaba de la elaboración de tantos y tontos lemas; algunos tan absurdos, que ni el mismo Licenciado les entendía, pero el Partido era el responsable de ellos y había que disciplinarse; al final de cuentas lo que menos importaba al Licenciado era la campaña como tal, sino mas bien como un escaparate para ser visto desde el Centro.

El Líder Estatal le había enviado los temas que podía escoger para elaborar los discursos de la campaña, enviando a varias personas que se encargaran de escribirlos; eran especialistas empleados por el Partido, con una amplia experiencia en el manejo de masas, de tal manera que el Licenciado solamente se concretaba a leerlos, tal vez hacer alguna observación para tocar puntos de interés local; por lo demás, no era importante si el Licenciado estaba de acuerdo o no, tendría que memorizarlos para que pareciesen espontáneos y nada mas.

Ya estaban listos los vehículos que serían utilizados, desde una camioneta con doble tracción para llegar a los lugares mas difíciles de la región, hasta camiones de plataforma para llevar “voluntariamente” a todos los compañeros que iban a apoyarle.

Los representantes de los tres Sectores, Popular, Campesino y Obrero, estaban preparados para organizar a su gente, desde luego que el objetivo principal sería el inicio de la campaña que tendría lugar en El Guayabal, por ser el lugar de nacimiento del Licenciado y al acto estaban invitados tanto el Dirigente Nacional, como el Estatal, de tal manera que era de suma importancia que sus representados fueran el contingente mas notorio.

En una habitación de la casa, había miles de sombreros de palma, cachuchas con las iniciales del Licenciado, matracas de madera, en fin, miles de emblemas que hacían la parafernalia de la campaña y que sus ayudantes tendrían qué repartir en los momentos oportunos.

Gaitán y Guzmán entraban en esos momentos a la casa-oficina del Licenciado, se iban a entrevistar con él para ponerlo al tanto de la situación en la fábrica. Una vez anunciados, fueron recibidos de inmediato por su jefe.

_Qué pasó Gaitán, _le recibió impaciente el Licenciado,_ ¿qué noticias me tienes del asunto de la fábrica?

_Buenas, Licenciado. Mantuvimos una entrevista con los señores Bermúdez y estamos trabajando. Don Cástulo no quiere que empleemos métodos drásticos con los agitadores; a Don Cipriano le es indiferente y Justo está de acuerdo con nuestros métodos. Yo les hice saber la importancia que tiene para usted la solución de este problema, debido a su campaña.

_¡Estos méndigos gachupines!, _dijo como para sí mismos_ tenía que ser en estos momentos, cuando mas necesidad tengo de que haya tranquilidad. Pero bueno, ¿que han averiguado?

_Estuvimos platicando con algunas personas, _respondió Gaitán,_ realmente existe descontento entre los trabajadores, dicen que no les alcanza el sueldo ni para frijoles, que los hacen trabajar demasiado, en fin, las cantaletas de siempre.

_¿Pues de qué se quejan?, _dijo iracundo el Licenciado,_ estos infelices toda su vida han tragado puros frijoles y ahora que tienen un buen empleo, ya no les alcanza, lo que pasa es que ahora han de querer comer caviar. ¿Y qué piensan de su sindicato?

_¡Uy, Licenciado!, _contestó exagerando Gaitán,_ de Cándido Carmona no quieren ni oír hablar, por cierto que no quieren participar muy bien en la campaña.

El Licenciado se levantó como picado por una abeja, azotando contra el escritorio el lápiz con el que había estado jugando, el rostro colorado y descompuesto por la rabia.

¡Que quieran o no, me vale madre!, tendrán que ir, por las buenas, o por las malas y mas vale que el lidercito ese los controle, si no, así le irá también a él.

Desahogada la presión reprimida, el Licenciado se volvió a sentar y continuó mas calmado:

_Bueno Gaitán, yo no sé como le hagas, pero quiero resultados pronto, ya lo sabes. Ahora déjenme solo, pues tengo qué recibir a las estúpidas comisiones de pedigüeños. Piensan que uno va a ser dios para resolverles todo.

Los dos hombres salieron de la oficina, afuera, grupos de gente de aspecto campesino esperaban ser recibidos por el Licenciado, movidos por pseudo líderes busca chambas que utilizaban los problemas ancestrales del pueblo para hacerse presentes con el futuro Diputado.

Los agentes se retiraron de la casa-oficina de campaña, el sol calentaba con fuerza y los hombres se refugiaron en una fonda, para comer algo y tomarse unas cervezas para la sed.

_Bueno, compa, ¿qué vamos a hacer?, _preguntó Guzmán._

_En eso estoy pensando, compañero, tenemos luz verde para iniciar la investigación como créamos mas conveniente.

¡Qué suave!, dijo Guzmán frotándose las manos, ahora verán esos güeyes si no cantan hasta el Ave María.

_Vamos a comer, compadre, _dijo Gaitán_ después te vas a buscar el carro y me alcanzas en la puerta de la fábrica. Algo tenemos qué hacer para encontrarle la punta a la madeja.

Por informes recibidos de sus soplones dentro de la Fábrica, los agentes tenían los nombres de algunas personas que habían estado hablando con sus compañeros acerca de la situación por la que atravesaban, por lo que suponían que eran las personas encargadas de hacer proselitismo. De ahí a identificarlos, fue cosa solamente de hablar con Justo, quien de inmediato les proporcionó fotografías y domicilios.

Con estos datos, los agentes llegaron a la puerta de la fábrica, con la intención de detener al primero que saliera. Los trabajadores del primer turno estaban abandonando la fábrica, los agentes tenían en sus manos las fotografías de varios probables implicados. Afuera de la planta, varios vendedores ambulantes ofrecían su mercancía a los trabajadores. Uno vendía tortas y refrescos, aquel otro, raspados de hielo con jarabe de colores; más allá otro más vendía periódicos y revistas. Todo este movimiento hacía que los agentes pasaran desapercibidos. Al fin Guzmán localizó a uno de los hombres que tenía en fotografía.

_¡Mira!, _dijo Guzmán a Gaitán_ ese pinche flaco de la chamarra azul, es éste, _mostrándole la fotografía a su compañero_ aquí dice que se llama Fermín. Qué, ¿voy por él?

_¡Me lleva la fregada!, _volvió a hablar Guzmán_ ya se va platicando con ese otro, ¿qué hacemos?.

_Pues vámonos llevando a los dos, _repuso decidido Gaitán_ a lo mejor andamos de suerte y entre los dos nos dicen lo que necesitamos.

Guzmán puso en marcha el auto y fueron siguiendo a la pareja de trabajadores. En cuanto llegaron a la esquina de la fábrica, Guzmán viró violentamente el volante y se pararon enfrente de los hombres, bajando de inmediato con las pistolas en la mano.

_¡Alto, no se muevan!, _gritó Guzmán_ están detenidos.

_Pe…. Pe…. pero, ¿por qué? _preguntó asustado Fermín._

_No preguntes, güey, _le contestó Gaitán_ dándole un empujón contra el auto en tanto lo cacheaba.

_¡Tú también, baboso!, quédate quieto, _le gritó al compañero de Fermín_

_Ora güey’ no me jale que yo no he hecho nada, _protestó el joven_

_No te me pongas valiente cabrón, _contestó Guzmán_ dándole un manazo en el rostro.

En cuanto los dos detenidos estuvieron en el auto, Guzmán condujo a toda velocidad, a fin de retirarse de los curiosos que se estaban juntando en cuanto vieron el alboroto.

Una vez pasada la impresión, Fermín volvió a hablar.

_Díganos de que se trata Jefe, _preguntó humilde_ si lo que quieren es dinero se equivocaron, estamos bien jodidos.

¡Cállate pendejo!, _repuso rudamente Gaitán_ si a leguas se te ve que estás más para recibir que para dar.

_¿Pero entonces de qué nos acusa?, _volvió a preguntar_ ¿tiene orden de aprehensión?

_¡Que te calles güey!, _le contestó dándole un golpe en la cara._ De ahora en adelante abrirá el hocico cuando yo dé permiso, ¿está claro para los dos?

Los jóvenes no contestaron, intimidados de esa manera, permanecían silenciosos, absortos en sus propios temores. De inmediato vinieron a la mente de Fermín las recomendaciones hechas por Antonio, guardar en secreto los nombres de sus compañeros. Con toda Seguridad eran gente del gobierno.

El auto llegó al centro del pueblo, entrando por la puerta trasera del Ayuntamiento, a la Comandancia de Policía. Al parar el auto en el patio, de inmediato lo rodearon los policías de guardia.

_Traemos estos detenidos, _ordenó Gaitán_ llévenlos a los separos, que nadie los vea.

_A la orden Comandante, _contestó un Cabo cuadrándose._

_¡Órale, jálenle pa’ dentro!, _les dijo a los muchachos._

¡Aprisa carajo!, que se puede enojar el Jefe, _les dijo otro_ mientras los llevaba a empujones.

Los jóvenes fueron llevados a una celda muy pequeña, de unos dos metros por lado y con el techo muy bajo, lo que les impedía permanecer de pie. El piso estaba húmedo y lodoso, los excrementos acumulados en un rincón hacían casi irrespirable el fétido ambiente.

El Cabo que los recibió llegó hasta la oficina donde estaban los agentes y dirigiéndose a Guzmán se cuadró.

_Los detenidos están en los separes mi Comandante, uste’ me dice cuando se los traigo.

_Vamos a dejarlos unas horas ahí, _dijo sonriente Gaitán_ para que se suavicen.

Los presentes se rieron a carcajadas ante la buena broma del superior.

_Órale, compa, _se dirigió a Guzmán_ vamos a echarnos unas “frías” para agarrar fuerza.

_Ya vas Gaitán, yo te las invito.

Los agentes salieron tranquilamente de la Comandancia, ante la mirada respetuosa de los Policías de turno.

Las horas pasaban lentamente para los detenidos, la fatiga por la incómoda posición iba minando su capacidad de resistencia, tanto física como mental.

_Oye Fermín, _habló el compañero_ ¿tú tienes idea de por qué nos detuvieron?.

_No Erasmo, la mera verda’ que no lo sé, estos hijos de la tiznada nunca le dicen a uno, ya lo viste, le pregunté y mira nomás que madrazo me dio.

_Ya no aguanto este olor a mierda, _protestó Erasmo_ y se me están entumiendo las patas, ¿a qué hora nos sacarán de aquí?

_Aguanta “manito”, yo creo que no deben tardar. No quiero asustarte, pero estos desgraciados nos van a querer “calentar” para averiguar sólo Dios sabe qué cosa.

_Pero si yo no me meto con nadie, _dijo Erasmo._

_Eso no les importa a estos güeyes, son bien gachos y abusivos. Se aprovechan de uno porque está jodido y no tiene quien lo desfienda

_Me cai que si orita me preguntan, _continuó Erasmo_ soy capaz de confesar que yo maté a Benito Juárez con tal de que me dejen salir.

_Una cosa sí debemos hacer, _dijo Fermín_ el primero que salga le avisa a la familia del otro, pa’ ver qué pueden hacer. Pinche lugar tan mugroso, no se puede uno ni sentar.

En esa plática estaban cuando oyeron abrir una puerta y pasos acercándose a ellos. Un policía abrió la reja y llamó a Erasmo.

_A ver tú, el gordito, ven pa’cá, te habla el Jefe.

Erasmo salió con esfuerzo, doliéndose de la espalda al enderezarse, las horas pasadas le habían entumecido.

_Ándale, camínale aprisa, _le apuró el policía_ no creas que el Jefe te va a esperar hasta que tú quieras. Buenos habían de ser pa’ no meterse en problemas.

_Pero si yo no hice nada, _protestó Erasmo._

_Eso dicen todos, cabrones, _le espetó el policía a la vez que, a empujones lo llevaba rumbo a una oficina._

_Aquí está el “gordito” Jefe, ¿me espero afuera?.

_Gracias compañero, _contestó Gaitán_ le hablaremos cuando terminemos de interrogarlo.

Trémulo de miedo, Erasmo se quedó parado cerca de la puerta, en la habitación estaban los agentes que le habían detenido. El cuarto estaba en penumbras, sólo distinguía una mesa, dos sillas y unos bultos que parecían ser barriles. Guzmán le habló:

_¡Siéntate a’i cabrón!, vale más que nos contestes lo que te vamos a preguntar, ¿entendiste?

_S…s…si, jefecito, _repuso intimidado_ pero yo no hice nada,

¡Nada de qué güey! , si todavía no te preguntamos,

_¿Cómo te llamas?, _preguntó Gaitán que estaba sentado a la mesa con un papel y pluma para escribir._

_Erasmo señor, Erasmo Pérez.

_Muy bien Erasmo, queremos que te sientas tranquilo, _continuó Gaitán_ si nos contestas rápido, pues te vas a tu casa, ¿qué te parece?, ya es noche y tu familia debe estar con pendiente.

_Sí patroncito, uste’ pregunte y yo contesto.

_Muy bien Erasmo, creo que nos vamos a llevar muy bien.

_A ver Erasmo dime, _continuó Gaitán_ ¿que sabes tú de los volantes que están circulando por la fábrica?

_¿Qué son esos volantes señor?, _contestó el detenido_ yo ni siquiera se “ler”.

_Bueno, tal vez no sepas leer, pero sí te das cuenta de lo que hablan los compañeros, ¿eso sí lo entiendes verdad?.

_Bueno sí, si no soy tarugo, pero, ¿qué quiere saber?

_¿Quien les lleva esos papeles a la fábrica?

_No, pus eso sí no lo sé, _contestó sincero Erasmo._

_¿Cómo que no lo sabes, pendejo?, _le gritó Guzmán en tanto le propinaba un manazo en plena cara._

_No me pegue cabrón, que yo le estoy contestando al Patrón lo que pregunta, _repuso parándose para evitar más golpes._

_¡Siéntate güey! y no te pongas tan sabroso, _le contestó Guzmán, jaloneándolo de la camisa para volverlo a sentar._

_Tranquilo Erasmo, _contestó paciente Gaitán_ sólo queremos que nos digas la verdad.

_Vamos a ver, _continuó Gaitán_ ¿de qué tanto te habla tu compañerito Fermín?, cuéntanos.

_Pu’s de qué me va a hablar, estábamos platicando de futbol cuando ustedes nos detuvieron.

Guzmán hizo el intento de pegarle nuevamente, pero a una seña de Gaitán se contuvo.

_Vaya pues, conque hablando de futbol. ¿Sabes tú que tu amiguito es de los revoltosos de la fábrica?,

_No Jefe, contestó Erasmo, si es un cuate bien tranquilo. Cuando menos yo no sé que ande en broncas.

_Está bien Erasmo, te creo. Te voy a dejar ir a tu casa, pero cuidado y le cuentas a alguien de ésto, porque aquí el compañero se encargará de ti, ¿entendiste?.

_Sí patroncito, _contestó agradecido Erasmo_ ¿ya me puedo ir?

_Claro que sí, ya te puedes ir.

Gaitán llamó al policía de guardia y le dio instrucciones de que dejara en libertad al detenido. Una vez solos Guzmán le reclamó.

_Pero Gaytán, por qué lo dejas ir, con una “calentadita” hubiera acusado hasta a su madre.

_No Guzmán, este pobre pendejo no sabe ni cómo se llama, mejor nos dedicamos a Fermín, me late que por ahí sacaremos algo. Dile al “poli” que lo traiga.

Minutos después tenían a Fermín delante de ellos, el muchacho se mostraba temeroso pero decidido a resistir; miraba a los hombres con furia, como queriendo memorizar esos rostros para no olvidarlos nunca.

_A ver Guzmán, este amigo parece tener muchos güevos, ponle las “esposas’ por la espalda.

Bruscamente Guzmán le torció un brazo a fin de colocarle las esposas, después lo sentó en la silla.

_Vaya con el flaco, _inició Gaitán_ cuando menos tiene facha de hombrecito, vamos a ver. Mira Fermín, estamos enterados de que tú eres de los que están alborotando a la gente en la fábrica, ¿qué nos puedes decir?

_Yo no sé a qué se refiere, contestó valiente, le deben haber informado mal.

Por toda respuesta Guzmán lo levantó jaloneándolo de los cabellos y le propinó un fuerte puñetazo en el abdomen, haciendo caer al muchacho. Jalándolo por un brazo lo volvió a acomodar en la silla, mientras Fermín trataba desesperadamente de llevar aire a su cuerpo.

_Ya ves Fermín que el compañero tiene muy mal carácter, no le gustan las mentiras.

_Pe…. Pe…. pero si es la verdad, _contestó Fermín_ yo sólo me dedico a mi trabajo, no sé a qué se refiere usted.

_Mira Fermín, estoy perdiendo la paciencia, _continuó Gaitán_ quiero saber quien reparte los volantes.

_De verdad que no lo sé, _contestó Fermín._

_A ver Guzmán, nuestro amigo quiere hacer un “bucito”, tal vez se le refresque la memoria.

Guzmán levantó con violencia a Fermín y lo hizo caminar hacia un rincón, donde tenían un barril lleno de agua. Le metió la cabe¬za al muchacho, quien pataleaba con desesperación al sentir que se ahogaba. Cuando al fin lo sacaron, un acceso de tos le impedía respirar normalmente, su rostro estaba pálido, tanto por la ausencia de aire como por el miedo. Cuando al fin se tranquilizó Gaitán le volvió a preguntar.

_¿Qué pasó Fermín?, _le preguntó Gaitán sonriendo burlonamente_ ¿se te refrescaron las ideas?. Vale mas, porque mi compañero tiene otros truquitos que quisiera enseñarte.

_Yo no sé de qué me acusa, _habló pausado Fermín_ será de cualquier cosa, menos de andar de revoltoso en la fábrica.

_Bueno Fermín, por ahora te voy a creer, _dijo Gaitán mirándolo fijamente_ pero te vamos a tener muy vigilado, si nos has dicho mentiras te vas a arrepentir toda tu vida. Puedes irte.

Nuevamente entró el policía y acompañó a Fermín hasta la puerta de la calle.

_Pero Jefe, _volvió a reclamar Guzmán_ así cuando vamos a terminar con esto.

_Cálmate Guzmán, el muchacho está espantado, lo comunicará a sus compañeros y eso les hará cometer errores. Nosotros estaremos muy cerca para darnos cuenta.

Los agentes salieron del cuarto y se encaminaron a las oficinas del Licenciado, listos a transportarlo a su casa.

El reloj de la Iglesia marcaba las diez de la noche con sus monótonas campanas.



El contenido plasmado en este blog es producto de la reflexión de su autor, de sus colaboradores y de los pensadores que en él se citan. Cualquier semejanza con la realidad o alguna ficcón literaria, televisiva, psicótica paranoide o de cualquier otra índole es mera coincidencia

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